martes, 16 de agosto de 2011

ATRAPADOS EN LAS ENCUESTAS

La guerra sucia de 1994
Las trajo a la toma de decisiones Carlos Salinas. Dice Enrique Márquez en su libro “Por qué perdió Camacho” que las empleaba para todo: “(José) Córdoba fue el principal promotor de la ‘cultura de la encuesta política’ en México. Durante el sexenio montó, en Los Pinos, un equipo altamente especializado que trabajaba día tras día en los sondeos. Pero no era el único: prácticamente todos los miembros del gabinete salinista tenían su propio ‘comando de opinión’, y llegaron a tomar decisiones muy importantes basados en los porcentajes, en los círculos cortados como pastel y en las barras de vivos colores que tanto les fascinaban. Todo, porque el presidente Salinas tenía gran confianza en las encuestas”.

Existe la leyenda hasta de aquella encuesta usada para presionar a Luis Donaldo Colosio en los ominosos días que precedieron al 23 de marzo de 1994, aparentemente mostrando que, de seguir él como candidato, el PRI iba a perder inevitablemente la elección. Nadie vio nunca esa encuesta, o nadie reconoce haberla visto, el hecho es que fue muy útil para generar incertidumbre en torno no sólo a la relación entre Salinas y Colosio sino a las posibilidades presidenciales de éste último y alimentar desde luego la guerra sucia en contra de su campaña.
Y la consecuencia de eso es que hoy se les emplea, igual, para casi todo. Y tenemos a nuestros políticos atados por la obsesión de las encuestas, los focus, los muestreos, los sondeos, etc., haciendo depender acciones y decisiones fundamentales de lo que supuestamente dice la “opinión pública” pero que en realidad se reduce a lo que quieren ellos que se diga o, en el mejor de los casos, a lo que dicen las empresas encuestadoras.
No es casual la suspicacia que despiertan. En el 2000 por ejemplo, solamente una encuesta pública le concedía el triunfo a Vicente Fox, prácticamente todas le daban amplia ventaja al candidato priísta Francisco Labastida y el resultado fue el que sabemos: más de 6 puntos de diferencia a favor de Fox.
6 años después las encuestas fueron nuevamente parte de la estrategia de los partidos para orientar la percepción de los ciudadanos, usadas como armas de propaganda electoral e instrumentos importantes de la guerra sucia que se montó contra la candidatura de AMLO. Salvo GEA-ISA y Ulises Beltrán el último mes de las campañas todas mostraban clara tendencia favorable al candidato de la “Alianza por el Bien de Todos” y lo que siguió fue ese sorprendente giro de último minuto en el conteo del IFE que revirtió su ventaja y la convirtió en ventaja para el candidato del PAN sin que nadie haya podido explicar bien a bien la voltereta de los resultados cuando se tenían el 97.70% de las casillas contabilizadas. Existen trabajos no partidistas ampliamente documentados al respecto. El de José Antonio Crespo y el de Sergio Aguayo, por ejemplo. Pero lo que no puede soslayarse es que ese fue el verdadero motivo de la confrontación nacional que desembocó en el plantón del Paseo de la Reforma: la negativa esclarecer las dudas. Y lo más curioso es que los dueños de las empresas encuestadoras que apoyaron la percepción de triunfo de Felipe Calderón, Jesús Reyes Heroles y Guillermo Valdés Castellanos, acabaron en el gabinete calderonista, en lo que claramente aparecía como un pago de facturas. O por lo menos no abona a la transparencia de esas elecciones.
Lo peor es que no han cambiado mucho las cosas. Habría que ver lo que pasó este año y el pasado en los procesos locales. En Guerrero por ejemplo, adonde las empresas Demotecnia y Consulta Mitofsky daban el triunfo a Manuel Añorve cuando el triunfo del candidato del PRD-PT-Convergencia fue por casi 14 puntos. Y aun así, todavía el día de las elecciones, al mediodía, la directora de Demotecnia, María De las Heras, llegó a comentar a través de twitter que la jornada iba para largo, sugiriendo una contienda cerrada, cuando a esa hora estaba clara ya la tendencia a favor de Angel Aguirre.
Y Oaxaca en el 2010 por el estilo. La misma De las Heras tuvo que reconocer en Twitter que había fallado su predicción de que el candidato priísta Eviel Pérez ganaría en Oaxaca. “Los 525 mil votos de Eviel sí los vi pero nunca los + de 600 mil de Cué” dijo. Y cuando le pidieron una explicación sobre el “error” lo atribuyó al voto de los municipios de “usos y costumbres”. El dato mayor es que esos eran los municipios que había visitado AMLO pero De las Heras no los contabilizó. Un error de 130 mil votos no es poca cosa. Es más del 20% del resultado que realmente tuvo Gabino Cué y no es justificable porque era sabido que AMLO había hecho campaña con Cué en esos municipios mientras que el PRI no lo hizo. Es decir, que literalmente se contabilizó mal la opinión de la gente más humilde, donde AMLO tiene su principal apoyo y así, en esas condiciones, un “error” de 20% simplemente se convierte en un burdo engaño al dar la idea de un resultado que realmente no tiene posibilidad de ser.
Igual que en Sinaloa, adonde ninguna encuesta le daba el triunfo a Mario López Valdés, y sin embargo lo obtuvo con el 52% de los votos, poco menos de 6 puntos por arriba del candidato que se daba como “seguro ganador”, obviamente el del PRI. Y en Puebla, adonde la percepción de la “inevitable” derrota del candidato aliancista Rafael Moreno Valle era abrumadora, cuando mucho algunas encuestadoras le concedían el “empate técnico” con el candidato del PRI, un ambiente absolutamente falto de ética, adverso a la práctica de la democracia como se desprende del interesante trabajo “Prensa & Poder, Elecciones Puebla 2010” de la Fundación para la Libertad de Expresión, al grado de que Roy Campos se negó a dar a conocer la encuesta de salida a pesar de que sabía que Moreno llevaba la ventaja por varios puntos y acabó ganando por más de 10.
Quizá por eso, durante la última década, la elaboración de encuestas se ha convertido en uno de los negocios más redituables en el mundo de la política. Tan sólo para los comicios de hace un año, en los que hubo jornadas en 15 estados, se calcula en 2 mil millones el monto que gastaron los institutos electorales en encuestas. Aunque su credibilidad –y utilidad real- tiene mucho más que ver con quienes encuestan. Si revisamos la biografía de los dueños de las casas encuestadoras veremos un hilo común: su origen salinista, o en todo caso, para ser más benévolos, priísta: casi todos ellos trabajaron o estuvieron en la nómina bien de Gobernación, bien del CISEN o bien de la oficina de la Presidencia bajo los dos últimos gobiernos del PRI.
Y no es nada más el caso de México. En infinidad de procesos electorales ocurridos en varios países del mundo se han equivocado. En 1970 las encuestadoras inglesas se equivocaron al pronosticar el triunfo laborista, cuando al final triunfaron los conservadores. Ese mismo año se equivocaron en Chile al darle el triunfo al conservador Alessandri sobre el socialista Salvador Allende. En 1984 las encuestas argentinas no apuntaban al triunfo del radical Raúl Alfonsín, quien resultó finalmente ganador. Y en Nicaragua, en 1990, las encuestas decían que ganaría el Frente Sandinista y al final ganó su oponente la señora Violeta Chamorro. Y así hasta nuestros días.
En fin, que se trata de un mal saldo. Y el verdadero problema no es nada de eso pues habría que asumir que si bien hay encuestadoras erradas, también las hay que son serias y acertadas. El punto entonces es: ¿en qué o para qué se les emplea? Y si pueden ser sustento de decisiones fundamentales.
Como por ejemplo para decidir quien es el candidato a la presidencia del DIA, de los partidos de izquierda. Unos dicen que es el método más acertado, y otros dicen que no, precisamente por la experiencia. Lo interesante es que Andrés Manuel López Obrador ha repetido varias veces que lo acepta. A contracorriente de sus detractores que juran que no lo aceptará y que al final renegará de las encuestas él afirma que no teme pasar la prueba de la democracia. ¿Será realmente la encuesta la mejor manera de hacerlo?
Una muestra de lo complejo: según la última encuesta de Mitofsky AMLO tendría hoy una intención del voto de 11.6% y Ebrard del 3.6%. Según la de GEA-ISA AMLO obtendría 10% y Ebrard 11%. El debate apenas empieza.

Publicado en Unomasuno el 16 de Agosto de 2011.

LO MALO DE LOS GOBIERNOS DEL “NUEVO” PRI


Los crímenes, como el del 68...


Y los excesos priístas: que ya ni quien se acuerde


















Conocido por su locuacidad y sus bravatas Humberto Moreira ha inaugurado un discurso para la venta mercadotécnica de su partido, el PRI, que se basa en la idea, que dice cada vez que puede y repite como si fuera un mantra, de que él, Moreira, como la mayoría de los políticos priístas de hoy, pertenecen a una “nueva generación” de priístas, “una generación –asegura- que se ha forjado en experiencias locales, que ha sabido lo que es ser oposición… que hace política diferente, porque quiere un país y un mundo diferente”.

No es esta la única ocurrencia del señor dirigente del PRI, quien seguramente curándose en salud y vacunándose contra cualquier suspicacia histórica también ha dicho: “No es al pasado a lo que nosotros queremos regresar. Quienes quieren volver al pasado son los conservadores; el PRI mira hacia adelante, se mide con los desafíos del futuro”. O: “El PRI es el que puede devolver la paz y la tranquilidad a México”.
Pero ya el colmo resulta lo que declaró hace apenas unos días, quien sabe si por ignorancia –lo cual sería grave- o de plano –lo que sería peor- por mero cinismo. “No nos equivoquemos, la democracia mexicana es obra nuestra”, refiriéndose al priísmo desde luego.
Y yo se que muchos opinadores y hasta historiadores con tarifa, de los que hay muchos, podrían festejar esta frase escudados en el argumento de que “ya ni quien se acuerde de lo malos que eran los gobiernos del PRI” pero la verdad es que el desarrollo democrático del país merece mucho más que este juego demagógico entre quienes quisieran olvidar nuestro pasado para aparecer como salvadores y aquellos que pretenden reinventarlo a la medida de sus intereses para presentarse como héroes y echarle todas las culpas al pasado como si los errores presentes ni existieran.
El hecho es que apostándole a la desmemoria pasada y presente se aprestan unos y otros, priístas y panistas, no solamente a competir suciamente por la presidencia sino a hacernos creer que no tenemos más opción. Y al margen de lo malo que han hecho los gobiernos del PAN que está a la vista, y aún dejando de lado los antecedentes oscuros, los rasgos negativos y las culpas pasadas del PRI, dejando pues atrás la historia, hay algo peor que no podemos soslayar. Y es que, más allá de la propaganda, la pretendida “generación de nuevos priístas” deja mucho que desear y poco le pide, cuando se hace la comparación, a las generaciones que les antecedieron.
No hablemos del Viejo PRI pues, hablemos del Nuevo. Dejémonos de historia, veamos sólo el desempeño de los gobernantes priístas de hoy y hablemos de “lo que tienen a la vista los jóvenes” pero de lo que está detrás de la propaganda, de eso que no podemos soslayar a la hora de decidir quienes nos han de gobernar el año que viene.
Para no ir más lejos, el señor Moreira, un gobernante que en pleno siglo XXI hizo realidad en su estado, Coahuila, el sueño de los “padres fundadores” del PRI: gracias a su gestión hoy ese partido lo controla todo en Coahuila: los medios, las organizaciones sociales, las instituciones electorales y hasta a los partidos, al grado de que prácticamente no existe la oposición allá y pudo heredarle la gubernatura a un hermano, algo que antes que él sólo se había atrevido a hacer Lázaro Cárdenas en Michoacán, y que desde luego pretenden copiar también los panistas y nada menos que en Michoacán.
Bueno, pues además de eso Coahuila es la entidad federativa que reportó, según el INEGI, la mayor baja de negocios el año pasado, o sea bajo el gobierno del jefe del “nuevo PRI”. Allá se cerraron 8 mil 312 negocios, y en lo que se refiere a empleo peor, pues al dejar el gobierno el señor Moreira se registró una desocupación de 7.2%, cuarto porcentaje más alto a nivel nacional.
Y conviene decir que el Estado de México, la entidad que se nos pretende vender como “modelo” de los buenos gobiernos del PRI, no se queda atrás. Ocupó el tercer lugar de ésta “honrosa” lista elaborada por el INEGI con una pérdida el año pasado de 4 mil 842 empresas.
Abundando en este análisis hay que agregar que si bien en el gobierno de Moreira (2005-2010) hubo algunos avances, también dejó pendientes en materias como seguridad y transparencia de programas sociales, además de un exagerado incremento de la deuda. El reclamo en ese sentido ha sido que el avance que se tuvo en educación, salud y obra pública fue a costa de un endeudamiento que podría poner en riesgo la viabilidad financiera del estado. Empezó con un endeudamiento de aproximadamente 300 millones de pesos y al terminar lo dejó a niveles de 7,600 millones de pesos. Estamos hablando que la deuda en 5 años del gobierno de Moreira se multiplicó por 23.
Además, durante su gestión se dispararon delitos como el robo de vehículos y el robo a casa-habitación, delitos que hasta antes de su gobierno estaban más o menos controlados. El informe del gobierno federal “Sobre el Fenómeno Delictivo en México” refiere que Coahuila, junto con Durango y Sinaloa son territorios en disputa entre los cárteles del Pacífico y del Golfo. Y de acuerdo con datos de la Fiscalía General del Estado, durante el gobierno de Moreira el número de homicidios en el municipio de Torreón se incrementó, al pasar de 33 muertes violentas en el 2005 a 320 al 2010.
Y a todo esto se agregan las denuncias por corrupción y malos manejos presentadas por diputados locales contra el ex gobernador. Una, por haber contratado la deuda pública mediante trámites ilegales presentando dos acuerdos del Congreso local apócrifos. Otra denuncia que tiene que ver con la presunta desaparición de 762 millones de pesos de la Promotora para el Desarrollo Minero de Coahuila, recursos que nunca llegaron en beneficio de los carboneros de la región. Y otra más que involucra a su secretario particular Vicente Chaires, que se ha tenido buen cuidado de callar.
Por lo que se refiere al Estado de México basta decir que ha sido una de las entidades con mayor desempleo en los últimos 6 años. Sólo el año pasado obtuvo el récord de la tasa más alta en lo que va del milenio al alcanzar su máximo histórico: 6.5%.Y junto con esta situación, destaca el repunte que han tenido los empleos informales, es decir sin prestaciones ni protección social.
Por si esto fuera poco el territorio mexiquense es hoy el lugar con más elevado índice de feminicidios, con 10 millones de pobres y muy baja competitividad económica; se encuentra en los últimos lugares en el país, es decir que no es un espacio propicio para los negocios. Y en contraste, es un estado de elevado favoritismo a empresarios, de cobros excesivos de impuestos y de elevadas alzas de precios a bienes y servicios gubernamentales. En 6 años el gobierno de Peña Nieto se ha convertido en ejemplo de enriquecimiento de funcionarios y de amiguismo, compadrazgo y nepotismo en los cargos públicos, pues al igual que su correligionario Moreira los familiares de Peña, primos, tíos, etc. han acaparado los cargos públicos.
Y un “problema sustancial” que deja, el cual también lo hermana con Moreira, es la deuda pública. No se conocen ni siquiera los montos. Lo que se sabe es que se ha obstaculizado por parte de las oficinas de información pública el acceso a éstos pero es un hecho que el endeudamiento se ha incrementado debido a las obras públicas, algunas necesarias y algunas otras de puro relumbrón. Y sobre todo debido al ofensivo gasto en la imagen de Peña.
Para colmo, ninguno de estos dos gobiernos, de hecho ninguno de los gobiernos priístas actuales, se caracteriza por su vocación democrática. Las elecciones recientes tanto en el Estado de México como en Coahuila y otros estados así lo prueban. La utilización de dependencias y recursos públicos fue una constante, como también la compra de votos.
¿Ese es el PRI que quiere regresar al poder? Al menos según las encuestas tal pareciera que la mayoría de los mexicanos eso es lo que quiere. ¿Seremos masoquistas, o será como se sugiere en el cable diplomático 09MEXICO212 filtrado por Wikileaks, que esas encuestas se compran con dinero público para aparentar lo que quiere el señor Peña? Otro punto más de controversia.

Publicado en Unomasuno el 9 de agosto de 2011.

¿CANDIDATURAS CIUDADANAS O ELECCIONES CREIBLES?

Madero y Porfirio Díaz se entrevistaron para llegar a un arreglo.
Cobijada por el movimiento “apolítico” de Javier Sicilia, la reforma política propuesta inicialmente por el presidente Felipe Calderón se abre paso hoy con el aparente consenso de los tres principales partidos, se le aplaude como “el gran logro” del sexenio y sin embargo, lo que casi nadie dice, es que dista mucho de la reforma del Estado que reclama este país para concluir su transición.


¿Por qué digo esto a contracorriente de lo que repiten entusiasmados analistas, comentaristas, desde luego los panistas y los priístas y hasta que uno que otro de la izquierda? Pues sencillamente porque a pesar de que la pretendida reforma implicaría ciertos avances, están estos metidos de tal modo que se pueden perder o, peor aún, contribuir a desvirtuar aún más nuestra incipiente democracia. Y trataré de explicarme.

El principal problema de la reforma política que ahora se quiere sacar adelante es que es incompleta. Atiende a quienes defienden el presidencialismo, medio atiende algunas expresiones de parlamentarismo pero debilita el sistema de partidos porque nada de esto lo hace en el sentido de fortalecer el poder ciudadano, no supera, vaya, los vicios de la herencia reyesheroliana-priísta que redujo nuestro sistema de “representación” a un reparto en la cúpula, antes lo que es peor, lejos de darle más posibilidad de decisión al ciudadano lo limita con iniciativas tan dudosas como las candidaturas llamadas "ciudadanas", abordadas con una concepción que las hace tan poco competitivas que en el mejor de los casos serán útiles, no para llevar al poder a ningún ciudadano sino a un político disfrazado de ciudadano o peor aún para fraccionar el voto en beneficio de los partidos más fuertes, exactamente igual como se hacía en los viejos tiempos priístas mediante partidos paleros.

Lo más lamentable es que quien ha abierto la puerta a esto es precisamente el llamado “Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad”, ¡y en nombre de los ciudadanos!, ignorando la urgencia de asegurar la confiabilidad de las elecciones e incluso otros mecanismos mucho más eficaces de la democracia directa como es la revocación del mandato por ejemplo, un recurso este sí ciudadano para controlar a nuestros representantes y para contener y castigar o premiar el ejercicio del poder.

Ha decretado Sicilia que “no se use electoralmente” el tema de la inseguridad, y sin embargo él mismo va al Congreso y prácticamente amenaza y reta a los legisladores a que aprueben las candidaturas ciudadanas, como si estas no fueran una estrategia legal que si él no piensa aprovechar, sí van a aprovechar electoralmente otros.

Lo que hace tan inviable y engañoso eso de las candidaturas ciudadanas es, de entrada, el tema de su financiamiento. Hay regulaciones que permiten, ciertamente, el acceso a recursos públicos a los candidatos también llamados “independientes”. Existe en Puerto Rico, en Panamá y en Chile, por ejemplo. Pero el hecho es que si en México no hay igualdad ni siquiera en el trato a los partidos, ¿como se pretende resolver el dilema en cuanto a los ciudadanos que quieran competir al margen de los partidos? Es decir, que en el esquema propuesto por los partidos la verdad es que un candidato independiente tendría muy pocas posibilidades frente a los que militan en los partidos políticos por la sencilla razón de que carece de los recursos que necesita para ser competitivo, y además porque no cuenta con el aparato necesario para ganar. ¿O como es que se piensa que va a poder cuidar sus votos? Me refiero a que si un candidato de partidos ha tenido problemas para asegurar su representación electoral y ha sufrido con el resultado, ¿cómo no los va a tener un ciudadano sin partido?

A menos que se piense, repito, en improvisar a cualquier político desempleado con el ropaje de “candidato ciudadano” y además respaldado por un partido, o por varios, que finalmente esa es la propuesta de Sicilia. Esto por no hablar de que en todo el mundo candidato ciudadano es aquél que compite fuera de cualquier partido pero con recursos públicos. Y lo que habría que agregar es que aún en aquellos países adonde cuentan con todas las ventajas son realmente excepcionales los casos en los que han ganado un cargo electoral. Se pueden contar con los dedos, en Australia, 2 o 3 integrantes de la Cámara de Representantes, y en Canadá por el estilo, en todos estos casos gracias a legislaciones que les han dado acceso a financiamiento y a tiempos en radio y TV en igualdad de condiciones con los candidatos de los partidos. Basta citar el caso de Chuck Cadman, elegido para el parlamento canadiense en 2004 y que es emblemático: le ganó a los "favoritos" de los dos principales partidos con un gasto que ascendió a casi 68 millones de dólares, poco menos de los 69 millones de su principal contrincante el conservador Cheema y sólo poco más de los 67 millones de su otro gran contrincante el liberal Dan Sheel. Algo impensable en México.

No nos confundamos, el problema de la representatividad de nuestra democracia no se resuelve permitiendo las candidaturas ciudadanas. Es necesario algo más que eso. Para empezar, asegurar que las instituciones electorales funcionen como debe ser. Y ahí está el caso del IFE, con las tres vacantes que los partidos no atinan a nombrar precisamente porque están atorados en el reparto de las cuotas.

En fin, que ni el problema de la seguridad se va a resolver permitiendo las candidaturas a los ciudadanos ni puede considerarse como una verdadera reforma del Estado lo que ahora está sobre la mesa. Bastaría con que se garantizara la efectividad del voto, insisto, pero en ninguna parte se habla de eso. Y no deja de ser interesante que 100 años después de la Revolución antirreeleccionista otra vez está a debate la efectividad de democracia y el principio de la no reelección.

Ojalá esta vez sí tengan los políticos la habilidad de resolverlo sin dejar que las contradicciones escalen de tal modo que otra vez, como entonces, acabemos enfrentados.

Me refiero a lo que el país, y aún Porfirio Díaz se hubieran ahorrado si éste le abre paso a una auténtica reforma democrática como le proponían certeramente algunos miembros de su propio partido. El hecho es que desperdició todas las oportunidades: la que le planteó José Ives Limantour de ir cediendo paulatinamente el poder a las nuevas generaciones de porfiristas y la que le planteó el movimiento reyista, un intento reformista gradual que llegó a contar con gran popularidad pero que nunca hubiera implicado la renuncia de Díaz ni el final dramático que tuvo. Otra cosa hubiera sido del país si el dictador permite que Bernardo Reyes llegara en 1908 a la vicepresidencia. Igual y hasta se muere como un gobernante respetado. Pero él mismo se encargó de auto-sabotearse, de cerrarse todos los caminos, hasta que la efervescencia política fue imposible de contener, y materialmente lo rebasó.

Vaya, hasta Francisco I. Madero le ofrecía a Díaz un arreglo antes que irse a la revolución. Siendo candidato presidencial, don Panchito fue a visitar al anciano caudillo para hacerle una propuesta: quedarse él, don Porfirio, en la Presidencia, a cambio de ceder la Vicepresidencia a los anti-reeleccionistas y algunas posiciones en el Congreso y el gabinete.

Antes de presentarse en Palacio, le dijo Madero a José María Pino Suárez: "No seré inflexible... Si el Gral. Díaz se presta a los arreglos que aseguren el absoluto reinado de la democracia y se resuelve a volver sobre sus pasos inaugurando un régimen puramente constitucional y dándonos garantías suficientes de ello, entonces renunciaré a mi candidatura... Pero si el general Díaz no admite arreglo alguno, entonces le disputaré la presidencia virilmente en los caminos electorales. Que se prepare a respetar la voluntad nacional, porque el pueblo ya no admitirá ser burlado".

Empero, el veterano Presidente no cedió ni un ápice. Se negó rotundamente a ningún acuerdo con Madero, y cuando éste le dijo que entonces se verían las caras en las urnas simplemente le contestó con ironía: "¡Bien dicho! Veremos lo que se resuelve en los comicios. Ya sé que tengo dos rivales para la Presidencia, usted y Zúñiga y Miranda".

En el caso del arreglo que ahora se pretende sacar es deseable que no se reduzca a un mero ardid para mantener el actual estado de cosas, si acaso con una barnizada de democracia, porque el reclamo es una democracia no sólo real sino funcional y garantizar que en el 2012 no se vuelva a repetir la crisis del 2006. Veremos.

Publicado en Unomasuno el 2 de agosto de 2011.

HACE 54 AÑOS HENRIQUEZ SE RETIRO, Y LA IZQUIERDA VOLVIO A PERDER

Henríquez en 1957: no lo dejaron volver a ser candidato.
Igual que Múgica antes, igual que los candidatos oposicionistas Juan Andreu Almazán y Ezequiel Padilla, colocado en el trance de aceptar su “derrota” o mantenerse en la lucha corriendo el riesgo de ser llamado “obtuso” o “loco”, en 1957 Miguel Henríquez Guzmán optó por el retiro.


No lo había hecho en 1952 cuando se consumó el fraude que le dio el triunfo al priísta Adolfo Ruiz Cortines pero 6 años después sí. Decidió que no iba a volver a ser candidato y declinó participar en la contienda a pesar de que así se lo pedían sus partidarios.

Henríquez había competido ya 6 años antes y se había convertido en un símbolo de lucha por la democracia. Sus seguidores veían en él una esperanza de cambio, sus detractores lo calificaban de necio, de empecinado, de iluso en el mejor de los casos y hasta de ser “un estorbo para la democracia”, pero la verdad es que había mostrado una gran fuerza popular a pesar de que la maquinaria del PRI había hecho imposible su triunfo y la continuidad de su lucha después del fraude.
Muchos de los jefes de su campaña en el 52, la mayoría viejos generales revolucionarios, hubieran querido que tomara las armas y se declarara en guerra contra el gobierno pero desde el momento mismo en que Ruiz Cortines inició su cuestionada presidencia Henríquez se dedicó a evitar la violencia y se empeñó en organizar un movimiento ciudadano pacífico. Llamó a la resistencia civil y reinició sus recorridos por todo el país a pesar de que las campañas habían terminado, esperando que en su momento ese movimiento iba a imponerse sobre el monopolio antidemocrático para lograr la transformación de México.
Era pues, un estorbo para la democracia de ficción que se vivía entonces, y el gobierno no lo iba a permitir, así que empezó por disuadir a los líderes principales del henriquismo, por la buena, ofreciéndoles puestos y canonjías, y por la mala, amenazándolos con la cárcel, inventándoles delitos. El clima de tensión política era insostenible.
Aconsejado por Lázaro Cárdenas, Henríquez accedió a entrevistarse con Ruiz Cortines para darle un respiro al país. El “Presidente espurio” le propuso al “Presidente legítimo” de ese tiempo hacer una alianza entre el PRI y el partido henriquista para formar un gobierno de coalición, y Henríquez puso una sola condición: que se adoptara un programa de 10 puntos que se resumía en poner fin de los monopolios políticos y económicos. Ruiz Cortines lo rechazó porque su idea era afianzar la simulación democrática mediante la implementación de una especie de “bipartidismo” acordado, a cambio sólo de ciertas concesiones “inofensivas”, y la izquierda se dividió entre los que sostenían que había que reconocer a Ruiz Cortines y aceptar sus condiciones y los que decían que no podía reconocerse un gobierno ilegítimo y menos entrar en su juego, así que había que continuar la lucha hasta llevar al pueblo al triunfo. Cárdenas y los cardenistas secundaron a los primeros y Henríquez tomó partido por el segundo grupo negándose a cualquier negociación.
En respuesta, la represión se recrudeció. Encarcelamientos, extorsiones, asesinatos fueron la característica común de aquellos años. A lo largo y ancho del país los henriquistas fueron víctimas de los caciques pueblerinos, de los gobernadores, de las distintas policías, y en general de las malas autoridades que al margen de la ley hicieron imposible el desarrollo normal del ejercicio democrático.
En 1954, a petición del PRI, el gobierno le quitó el registro al partido henriquista pero aún en el clandestinaje los henriquistas decidieron continuar su lucha. Un año después, en 1955, ante la evidencia de que aún sin partido los henriquistas crecían y se preparaban para volver a contender electoralmente, les cerraron sus oficinas y les impidieron tener reunión alguna, bajo pena de cárcel.
Los medios se llenaron de descalificaciones y críticas contra Henríquez. Le reprochaban no haberse sometido a “la realidad” después de las elecciones, podía por ejemplo –decía el editorial de “Hoy” del 10 de febrero de 1954-, “haber convertido su grupo en un núcleo serio de oposición; podía estudiar los problemas nacionales y sugerir soluciones adecuadas. Si hubiera hecho esto le habría prestado a México un servicio inestimable y hoy sería algo más que un Presidente, un ciudadano que sin tener mando contribuía a orientar al pueblo por los senderos debidos… Nadie le niega el derecho para decir lo que le de la gana…, lo que no concuerda con el patriotismo es que patrocine a un puñado de demagogos para que agiten el ambiente a fin de ver qué es lo que resulta de la agitación. Y aunque dichos demagogos le digan que ese es el camino de la Presidencia, la verdad es que dicho camino sólo puede conducir al precipicio”. Y “Revista de Revistas” clamaba en su edición del 13 de octubre de 1957, cuando parecía inminente que sería candidato una vez más: “Por favor, ¡ya no! Tal es el grito de una opinión pública que ya no soporta más Zúñigas y Mirandas, sobre todo cuando aparecen en la nueva modalidad de perturbadores del orden, de incitadores de violencia y de soliviantadores de turbas”.
Es que había una consigna por sacarlo del escenario, por cancelar la democracia a como diera lugar. Ruiz Cortines jugaba muy bien el juego del “tapadismo” para imponer a su sucesor engañando a todos. Y dentro de la izquierda Vicente Lombardo, otra vez, empezó a maniobrar. Sabía que al gobierno le estorbaría una segunda candidatura presidencial de Henríquez y se dedicó a sabotearla y a hacer imposible una vez más la unión de la izquierda. Había una gran efervescencia social, el movimiento obrero, en especial los ferrocarrileros y los petroleros, y también los maestros, estaban en pie de lucha pero la represión no tardó en hacerse presente y para eso contó el gobierno con el apoyo no sólo de Lombardo sino del Partido Comunista. Es que tenían completamente cooptados a los líderes de los partidos. Y a los rebeldes los metieron a la cárcel.
Sin embargo, la presión social era tal que fracasado el intento de implantar el bipartidismo se empezó a hablar de la necesidad de una “reestructuración” del PRI. Para cubrir el vacío de competencia el gobierno había patrocinado la creación de “otro partido revolucionario”, el PARM, pero el juego era más que burdo pues era sabido que todas las decisiones se tomaban en Gobernación. Cárdenas mismo se sumó a los reclamos y declaró al fin lo que no había querido reconocer en 1952, que los gobiernos de la Revolución se habían sostenido mediante fraudes. Dijo textualmente: “la Revolución está en deuda con el pueblo mexicano, pues el peligro de que sectores retardatarios y contrarrevolucionarios intentaran apoderarse del poder público venía obligando a controlar en cierta forma la libre expresión del voto popular; pero la madurez que ha alcanzado nuestro pueblo nos impele a reconocer que ha llegado el momento de revisar el pasado y renovar nuestros sistemas electorales” (El Nacional, 3 de abril de 1957).
Al acercarse el tiempo de las campañas los henriquistas y el general Henríquez analizaron cuidadosamente la situación. Se volvió a hablar de pelear por la Presidencia, sólo que la alianza que había habido en 1952 prácticamente no existía. A pesar de todas las persecuciones se tenían registrados más de 3 millones de adeptos. Se pensó en crear con ellos un nuevo partido, pero eso dependía de que el gobierno quisiera darles el registro.
El 25 de julio de 1957 se reunió Henríquez con sus principales colaboradores en su casa de Río Atoyac, en lo que hoy es el edificio Saint Regis en Paseo de la Reforma. Estaban con él, entre otros, José Muñoz Cota, Vicente Estrada Cajigal, Celestino Gazca, Andrés Rodríguez Meza y Mario Guerra Leal. Todos apurando que se tomara alguna resolución. Era claro que no habían cambiado las condiciones que habían hecho posible el fraude de 1952, todo el aparato electoral estaba armado para asegurar el triunfo del candidato del PRI. Guerra Leal, entonces, le puso al general un ultimátum para que diera la orden de levantarse en armas. Henríquez le respondió categórico: como no quería ser responsable de un baño de sangre y tampoco iba a ser cómplice de un fraude más, lo mejor era desistir. “Yo permaneceré en mi postura, le dijo, aquí estoy y estaré y de aquí han de moverme sólo muerto”. Y mandó instrucciones a sus seguidores de abstenerse de votar y promover la abstención como medio de protesta.
La llamada izquierda mientras tanto, prácticamente desapareció. El Partido Comunista y el Partido Obrero y Campesino lanzaron como su candidato a un militante henriquista de bajo perfil, a Miguel Mendoza, y el Partido Popular de Lombardo acabó apoyando abiertamente de plano al candidato del PRI.
30 largos años tardó para que la izquierda volviera a tener una oportunidad real y estar en condiciones de contender. Y ganar. En ese lapso, la unanimidad priísta fue tal que nadie dijo nada cuando el gobierno asesinó a Rubén Jaramillo, ni tampoco cuando la matanza de estudiantes en 1968. Lo que es peor: avalaron y defendieron esas represiones.
Y aquellos henriquistas que más presionaban por una solución armada efectivamente renunciaron al partido… pero para aceptar “la realidad” y sumarse a la campaña del PRI.

Publicado en Unomasuno el 26 de julio de 2011.