jueves, 20 de marzo de 2008

LA ENTREVISTA QUE CAMBIO LA HISTORIA



3 de Marzo de 1908. 100 años de la Entrevista Díaz-Creelman.

El 3 de marzo de 1908 el diario El Imparcial publicó una entrevista que sería decisiva para la historia de México. Casi todos los autores la ubican como el momento clave en el cual empezó a gestarse la caída de Porfirio Díaz. Se trataba de la entrevista que le había concedido éste, unos días antes, al periodista norteamericano James Creelman, reportero del Pearson’s Magazine.
Y al parecer se pactó con el único objeto de calmar a los inversionistas norteamericanos ante la eventualidad de la muerte de Díaz. Es decir, que no iba dirigida al país, y sin embargo, en cuanto se publicó aquí, provocó múltiples reacciones, porque Díaz declaró que en 1910 cumpliría 80 años y ya no se reelegiría.
Hacía ya dos años que el PLM había convocado a su revolución para derrocar a don Porfirio, sin resultados. Pero ahora, después de 30 años de calma, explotó la inquietud política. En todo el país surgieron grupos democráticos. Francisco I. Madero, cuyo padre era socio de José Yves Limantour, empieza a escribir su libro "La Sucesión Presidencial" y para octubre está ya organizando el Partido Nacional Democrático, que luego se llamará Partido Anti-reeleccionista porque en noviembre se instala en la Ciudad de México un partido con ese nombre, que presiden Francisco de P. Sentíes y Benito Juárez Maza pero para postular a Bernardo Reyes. Y empezó a aparecer un periódico "México Nuevo", dirigido por Juan Sánchez Azcona, que se dedicó a preparar el camino de los cambios.¿Qué dijo Díaz que provocó tal batahola de reacciones? Ni más ni menos que: “No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez. Para entonces tendré ya 80 años”.
Era la primera vez que decía algo semejante. Hacía 30 años que cada cuatro años se repetía el ritual de su reelección, sin competencia, y ningún contendiente a excepción de Nicolás de Zúñiga y Miranda.
El título de la entrevista fue: “El Presidente Díaz, Héroe de las Américas” y de acuerdo con lo pactado, Creelman fue recibido en el Castillo de Chapultepec y tuvo ahí la oportunidad de conversar largamente con el presidente Díaz.

Escribió Creelman sobre el dictador:
"Ha gobernado la República Mexicana por 27 años con tal energía, que las elecciones se han convertido en meras formalidades: con toda facilidad podría haberse coronado... Anuncia que insistirá en retirarse de la presidencia al final de su presente periodo, de manera que podrá velar porque su sucesor quede pacíficamente establecido y que con su ayuda el pueblo de la República Mexicana pueda mostrar al mundo que ha entrado ya a la más completa y última fase en el uso de sus derechos y libertades, que la nación está superando la ignorancia y la pasión revolucionaria y que es capaz de cambiar y elegir presidente sin flaquear y sin guerras".
A continuación, Díaz hizo una especie de “evaluación” de sus años en la Presidencia: “A pesar de que yo obtuve el poder principalmente por el Ejército, tuvo lugar una elección tan pronto como fue posible y ya entonces mi autoridad emanó del pueblo. He tratado de dejar la Presidencia en muchas y muy diversas ocasiones, pero pesa demasiado y he tenido que permanecer en ella por propia salud del pueblo mexicano que ha confiado en mí… Hemos preservado la forma republicana y democrática de gobierno. Hemos defendido y guardado intacta la teoría. Sin embargo, hemos también adoptado una política patriarcal en la actual administración… con fe ciega en la idea de que una paz forzosa permitiría la educación, que la industria y el comercio se desarrollarían”.
Luego dijo:
"Es un error suponer que el futuro de la democracia en México ha sido puesto en peligro por la prolongada permanencia en el poder de un solo presidente. Puedo con toda sinceridad decir que el servicio no ha corrompido mis ideales políticos y que creo que la democracia es el único justo principio del gobierno, aun cuado llevarla al terreno de la práctica sea posible sólo en pueblos altamente desarrollados.
"Es un sentimiento natural en los pueblos democráticos el que sus dirigentes deban ser cambiados. Estoy de acuerdo con este sentimiento."

"He esperado pacientemente porque llegue el día en que el pueblo de la República Mexicana esté preparado para escoger y cambiar sus gobernantes en cada elección, sin peligro de revoluciones armadas, sin lesionar el crédito nacional y sin interferir con el progreso del país. Creo que, finalmente, ese día ha llegado".

Sobre la política económica del gobierno aseveró:
"Tuve en mi juventud duras experiencias que me enseñaron muchas cosas... Creía en los principios democráticos como todavía ahora creo, a pesar de que las circunstancias me han obligado a tomar medidas severas para asegurar la paz y con ella el desarrollo, que deben preceder a un gobierno absolutamente libre. Meras teorías políticas, por sí solas, no crean una nación libre.
"La experiencia me ha convencido de que un gobierno progresista debe buscar premiar la ambición individual tanto como sea posible, pero debe poseer un extinguidor, para usarlo firme y sabiamente cuando la ambición individual arde demasiado para que siga conviniendo al bien común.
"México tiene hoy una clase media, pero no la tenía antes. La clase media es aquí, como en todas partes, el elemento activo de la sociedad. Los ricos están demasiado preocupados por sus mismas riquezas y dignidades para que puedan ser de alguna utilidad inmediata en el progreso y en el bienestar general... Pero por otra parte, los pobres son a su vez tan ignorantes que no tienen poder alguno.
"El ferrocarril ha jugado un papel importante en la paz de México. Cuando yo llegué a presidente, había únicamente dos líneas pequeñas... Hoy día tenemos más de 19,000 millas de ferrocarriles. El servicio de correos que entonces teníamos era lento y deficiente... Tenemos ahora un sistema eficiente y económico, seguro y rápido a través de todo el país y con más de doscientas oficinas postales. Enviar un telegrama en aquellos tiempos era cosa difícil. Hoy tenemos más de 45,000 millas de líneas telegráficas operando.
"Empezamos castigando el robo con pena de muerte y apresurando la ejecución de los culpables en las horas siguientes de haber sido aprehendidos y condenados. Ordenamos que donde quiera que los cables telegráficos fueran cortados y el jefe del distrito no lograra capturar al criminal, él debería sufrir el castigo; y en el caso de que el corte ocurriera en una plantación, el propietario, por no haber tomarlo medidas preventivas, debería ser colgado en el poste de telégrafo más cercano. No olvide usted que éstas eran órdenes militares.
"Éramos duros. Algunas veces, hasta la crueldad. Pero todo esto era necesario para la vida y el progreso de la nación. Si hubo crueldad, los resultados la han justificado con creces.
"Fue mejor derramar un poco de sangre, para que mucha sangre se salvara. La que se derramó era sangre mala, la que se salvó, buena. La paz era necesaria, aun cuando fuese una paz forzada, para que la nación tuviera tiempo de pensar y actuar. La educación y la industria han llevado adelante la tarea emprendida por el Ejército"

Creelman le preguntó entonces: "Pero, señor Presidente, usted no tiene partido oposicionista en la República. ¿Cómo podrán florecer las instituciones libres cuando no hay oposición que pueda vigilar la mayoría o el partido del gobierno?"
Y Díaz le contestó:
"Es verdad que no hay partido oposicionista. Tengo tantos amigos en la República que mis enemigos no parecen estar muy dispuestos a identificarse con una tan insignificante minoría... No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez. Para entonces tendré ya 80 años.
"El país ha confiado en mí, como ya dije, y ha sido generoso conmigo. Mis amigos han alabado mis méritos y pasado por alto mis defectos. Pero pudiera ser que no trataran tan generosamente a mi sucesor y que éste llegara a necesitar mi consejo y mi apoyo; es por esto que deseo estar todavía vivo cuando él asuma el cargo y poder así ayudarlo.

"Doy la bienvenida a cualquier partido oposicionista en la República Mexicana. Si aparece, lo consideraré como una bendición, no como un mal. Y si llegara a hacerse fuerte, no para explotar sino para gobernar, lo sostendré y aconsejaré, y me olvidaré de mí mismo en la victoriosa inauguración de un gobierno completamente democrático en mi país.
"No tengo deseos de continuar en la presidencia, si ya esta nación está lista para una vida de libertad definitiva".

Hasta ese momento las relaciones con los Estados Unidos habían sido cordiales y de mucha cooperación, pero opinó sobre las elecciones en ése país, y se equivocó, porque criticó su política exterior y además se pronunció en apoyo de Teodoro Roosevelt, y el elegido fue William H. Taft:

"No veo realmente una buena razón por la cual el presidente Roosevelt no deba ser reelegido... No hay duda de que es un hombre puro, un hombre fuerte, un patriota que ama a su país y lo comprende. Ese temor de los norteamericanos por un tercer periodo con él al frente del gobierno, me parece a mí completamente injustificado".

Para quien todavía crea que lo que pasa en los Estados Unidos no influye en México, aquí está este episodio. El Presidente Theodore-Roosevelt designó a Taft secretario de Guerra, y en 1908 decidió renunciar a la reelección e impulsarlo como su sucesor. Con el apoyo de Roosevelt la Convención Republicana nominó a Taft como su candidato. Y ganó la presidencia un año después.
Se pensó que pasaría lo mismo en México. Que Díaz iba a abrirle el paso a la presidencia a su vicepresidente Ramón Corral, o uno de sus ministros, a Reyes o a Limantour, pero no fue así: a diferencia de Roosevelt, se aferró al poder.

Tan pronto como el 27 de octubre Díaz intentó corregir lo dicho en su entrevista con Creelman y contener las reacciones. El Diario del Hogar publicó ese día una declaración suya a Victoriano Agüeros, en cuanto a que no era aún oportuno políticamente el tratar de su retiro de la presidencia, pues lo que expresó a Creelman únicamente había sido un deseo personal.

Sin embargo, el sólo hecho de plantearse la posibilidad de que iba a dejar el poder, fortaleció a la corriente Anti-reeleccionista; le dio brío a "los Reyistas", que hasta crearon un Partido, el Democrático, para competir; mientras que los "Científicos" pensando a su vez que al fin su candidato, José Yves Limantour, sería presidente de la República, empezaron a presionar.
Pero Díaz se dedicó a intrigar y a minar a su grupo. Al interior del porfirismo empezó una sorda lucha por el poder alentada por él, y un buen día reunió al vicepresidente Corral, a Limantour y a don Olegario Molina, y les dijo que todos los días recibía correspondencia instándolo a que aceptara una nueva reelección pero que él, antes de resolver nada, quería oír la opinión de sus amigos. También les aseguró que él creía que estaba demasiado avanzado en edad para un nuevo período presidencial pero que estaba resuelto a sacrificarse por el bien del país si sus amigos y la nación necesitaban aún de sus servicios.
Desde luego Limatour dijo que debía continuar y que su reelección se aceptaría sin objeción, siempre y cuando hiciera cambios en su gobierno, empezando por él mismo, que llevaba 15 años como ministro de Hacienda. Molina opinó lo mismo que Limantour, pero agregó que era indispensable darle más vida a la vicepresidencia, acercar a su titular al Ejército y tomarlo más en cuenta para los nombramientos y decisiones, a fin de prepararlo para dado el caso, tomar el poder.
Corral entonces, pidió ser relevado del cargo, y sugirió que podía nombrarse en su lugar a LImantour, a Molina o a otro amigo del presidente; sólo que Díaz contestó que estaba resuelto a no aceptar su reelección si Corral no aceptaba la suya. Insistió éste último en no aceptar una y otra vez, hasta que Díaz, molesto, le dijo que tal parecía que tenía algo contra él, así que tuvo que intervenir Limantour hasta que al final, acabó plegándose.
Después de eso, Limantour, se retiró al extranjero, pretextando enfermedad. Corral también pidió licencia "por motivos de salud", y se fue a París; y Reyes, que logró una gran aceptación popular, acabó renunciando a su candidatura e igual que los otros dos se fue del país y dejó colgados a sus partidarios.
No fue lo mismo en las filas de la oposición. Se creó el "Centro Anti-reeleccionista", con ciudadanos aspirantes a políticos, se formaron clubes en casi todos los estados y por primera vez en décadas hubo una campaña presidencial. Madero fue electo candidato de los anti-reeleccionistas, recorrió la provincia reclutando adeptos, y unos días antes de las elecciones fue encarcelado por el régimen. Díaz se reeligió como si nada pasara, en julio de 1910, y festejó con gran boato el Centenario de la Independencia.
Sólo que con Taft las cosas no iban a ser igual que con Roosevelt. Y Madero no era ni Reyes ni Zúñiga y Miranda.
Díaz había cambiado el país; Díaz había hecho la paz; la paz de los sepulcros o la paz porfiriana; sólo que en los 30 años de pacífico gobierno, habían surgido nuevos hombres, nuevas tendencias, nuevas ambiciones que reclamaban un lugar en el reparto del poder.
Ellos fueron los que hicieron la Revolución Mexicana.
Apoyados por Limantour y dirigidos por Juárez y Morelos, por sus espíritus, pero de eso ya hablaremos después.

UNO DE LOS PRIMEROS ANTI-PORFIRISTAS


13 de Febrero de 1893. Muerte de Ignacio Manuel Altamirano.

Reconocido junto con Guillermo Prieto como uno de los padres de la literatura mexicana, militar y político liberal guerrerense, fue impulsor de un movimiento masónico que pudo frenar la dictadura porfirista y dejó la semilla de la rebeldía.

Nació el 13 de noviembre de 1834 en Tixtla, siendo sus padres Francisco Altamirano y Gertrudis Basilio, ambos indios puros que habían tomado el apellido de un español que había bautizado a uno de sus ancestros. En la partida de bautismo del maestro, se asienta que el párroco de Tixtla bautizó solemnemente y le puso por nombre Ignacio Homobono Serapio y sin embargo sería conocido como Ignacio Manuel.

La primera escuela a la que asistió Altamirano funcionaba como todas las de la época, con la separación racial en la que con la denominación de niños con razón se hacía referencia a los niños considerados inteligentes, más que nada por su condición social; y los llamados niños sin razón, que eran los niños indígenas, señalados como poco inteligentes. A estos últimos sólo se les instruía con clases de doctrina cristiana, por creerse que la lectura, la escritura y la aritmética no les servirían nunca en esa vida tan rudimentaria que llevaban encerrados en su miseria. Y los otros niños, en cambio, recibían una enseñanza más completa, tomando en cuenta que la instrucción les era indispensable para enfrentarse, con buenas posibilidades de éxito, a la vida social que su condición superior les tenía reservada.
Entonces ocurrió algo que cambió la vida de Ignacio Manuel: su padre fue designado en 1842 alcalde de indios de Tixtla; lo que indudablemente lo convirtió a los ojos del maestro del lugar en uno más de los alumnos privilegiados, como buen hijo de funcionario, y así fue como Altamirano cursó en forma notable esos primeros años de escolaridad.
Hasta ese momento sólo hablaba náhuatl, pero aprendió a hablar español, después se reveló como un estudiante aventajado y ganó una de las becas que otorgaba el Instituto Literario de Toluca para los niños indígenas de escasos recursos que sobresalieran en sus estudios. Fue ahí donde se encontró al que había de ser su más querido e influyente maestro: Ignacio Ramírez,el Nigromante. Aprendió latín, francés y filosofía, y llegó a ser encargado de la biblioteca del Instituto, reunida por Lorenzo de Zavala.En 1852 publicó su primer periódico, Los Papachos, hecho que le costó la expulsión del Instituto y entonces viaja de pueblo en pueblo, como maestro de primeras letras y a la vez dramaturgo y apuntador en una compañía teatral itinerante de “cómicos de la legua”. Fue cuando escribió la polémica obra Morelos en Cuautla, hoy perdida, pero que le dió la primera fama y después cierta vergüenza, según parece, pues cuando hacía el recuento de sus obras no la reconocía.Después vino a la Ciudad de México a iniciar estudios de Derecho en el Colegio de Letrán, pero en 1854 interrumpió sus estudios para adherirse a la revolución de Ayutla, que pretendía derrocar a Antonio López de Santa Anna, se fue al sur de Guerrero y se puso bajo las órdenes del general Juan Alvarez, de quien se hizo secretario. Comenzaba así su carrera militar y política y el vaivén de estudiar, combatir y volver a los estudios. Una vez terminada la revolución, Ignacio Manuel retomó sus estudios de jurisprudencia, pero hubo de dejarlos de nuevo en 1857, cuando volvió a estallar la guerra en México, esta vez la de Reforma, que inició la división ideológica clásica del siglo XIX, entre conservadores y liberales.En 1859 se tituló como abogado y, una vez victoriosos los liberales, fue elegido diputado al Congreso de la Unión, donde se reveló como uno de los mejores oradores de su tiempo, y el más radical, al grado que se opuso a la amnistía decretada por Juárez en 1861. En ese entonces condenaba todo intento conciliatorio entre liberales y conservadores: "La historia de México –afirmaba- es una serie de amnistías y lo que ha perdido al país es esa declaración de que todos somos hermanos... Ya basta de transacciones y de generosidad estéril, ¡Justicia y no clemencia!".
En 1863 se incorporó a la lucha republicana contra la invasión francesa y luego combatió contra el imperio de Maximiliano. En 1865 fue nombrado coronel por el presidente Juárez y tuvo importantes triunfos militares. En 1867 participó en el Sitio de Querétaro, donde fue un verdadero héroe y tras derrotar a las imperiales fuerzas de Maximiliano, tuvo un encuentro con él, del que hace un retrato en su Diario.Al triunfo de la República se retiró para siempre del las armas: alguna vez declaró que le agradaba la carrera militar y que lo inspiraba el ideal renacentista del “hombre de armas y letras”, así que en 1867 dijo que “mi misión con la espada ha terminado” y se dedicó a las letras y a la política.
Fue diputado al Congreso de la Unión en tres períodos, durante los cuales abogó por la instrucción primaria gratuita, laica y obligatoria. Fue también Procurador General de la República, fiscal, magistrado y presidente de la Suprema Corte, así como oficial mayor del Ministerio de Fomento, en cuyo carácter impulsó la creación de observadores astronómicos y meteorológicos y la reconstrucción de las vías telegráficas.
Sin embargo, su labor más importante fue la que desarrolló en pro de la cultura y las letras. Maestro de dos generaciones de pensadores y escritores, organizador de las famosas “Veladas Literarias” en su casa de calle de los Héroes, Altamirano se preocupó porque la literatura mexicana tuviera un carácter verdaderamente nacional, y que llegara a ser un elemento activo para la integración cultural del país. Y esto no quiere decir que despreciara la cultura de otras partes, Altamirano fue quizá el primer mexicano que exploró la literatura inglesa, alemana, norteamericana e hispanoamericana, que en su tiempo eran desconocidas por la mayoría de los hombres de letras.En 1869 fundó con Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto la revista El Renacimiento, un hito en la historia de la literatura mexicana, pues desde aquellas páginas el maestro se propuso reunir a los escritores de todos los credos para contribuir a la gran obra de reconstrucción nacional. Para esas alturas ya había dejado atrás su radicalismo intolerante. Pensaba que había que apagar rencores entre los mexicanos. Olvidar, perdonar y conciliar, ya que México había pagado su cuota de sangre y era hora de ponerle fin a la guerra civil disolviendo las facciones y creando una literatura verdaderamente nacional. Entonces hizo una exhortación a los intelectuales de todos los bandos, y fue así como logró que escribieran ahí románticos, neoclásicos y eclécticos, conservadores y liberales, juaristas y progresistas, obispos y librepensadores, figuras consagradas y novatos de las letras, bohemios poetas, sesudos ensayistas, solemnes historiadores y hombres de ciencia.
Al terminarse el ciclo de esta revista creó los periódicos El Federalista (1871), La Tribuna (1875) y La República (1880), periódico consagrado a defender los intereses de las clases trabajadoras. Fundó también, y presidió, la Sociedad de Librepensadores y la primera Asociación Mutualista de Escritores.Fue profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela de Comercio, la de Jurisprudencia, la Nacional de Profesores y muchas más, por lo cual recibió el título de Maestro y creó el Liceo de Puebla y la Escuela Normal de Profesores de México.Cultivó la novela y la poesía, el cuento y el relato, la crítica, la historia, el ensayo, la crónica, la biografía y los estudios bibliográficos. Algunas de sus obras: Rimas (1871), donde tradujo la belleza del paisaje mexicano; Clemencia (1868), considerada como la primer novela mexicana moderna; La Navidad en las Montañas (1871), y El Zarco (1901), publicada póstumamente, que cuenta las aventuras de un bandido, miembro de la banda de "Los Plateados", y Atenea (1935, inconclusa). Los dos volúmenes de Paisajes y Leyendas (1884-1949) reúnen sus trabajos del género costumbrista, como crónicas y retratos.
En sus últimos años trabajó en el servicio diplomático mexicano, desempeñándose como cónsul en Barcelona y París, adonde recibió a un joven inquieto al que inició en los misterios de la masonería: Francisco I. Madero.

Se ha procurado averiguar el comportamiento de Altamirano durante los últimos años de su vida, y lo que para algunos fue un exilio, por su oposición al régimen de Porfirio Díaz. El hecho es que en momentos en que ya se vislumbraba la traición de Díaz al movimiento liberal y su pacto de conciliación con el clero y el partido conservador, mientras el futuro dictador trataba de someter a todos los masones a su control y resucitaba el rito escocés antiguo y aceptado, que había apoyado a los conservadores y a Maximiliano, Altamirano encabezó un movimiento disidente y creó la masonería del rito escocés "reformado".

Para esas alturas el Rito Yorkino había desaparecido, y como persistía el Rito Nacional Mexicano, autor de las Leyes de Reforma y de la Constitución del 57, que había sido apoyo de las presidencias tanto de Juárez como de Sebastián Lerdo de Tejada, es decir opositor a Díaz, éste empezó a maniobrar para debilitarlo y desaparecerlo.

En 1878 mientras un incondicional de Díaz, Alfredo Chavero, era designado dirigente del Supremo Consejo del rito escocés, Altamirano resultó electo Gran Maestro de la Gran Logia Valle de México, según Richard E. Chism como resultado de "una conspiración" anti-porfirista. El hecho es que pronto esa Gran Logia se rebeló contra el Supremo Consejo Escocés y con ella Altamirano constituyó el llamado "Supremo Consejo del Gran Oriente de México" que se alió con lo que quedaba del Rito Nacional, y que por tanto se declaraba nacionalista y no se sometía ninguna potestad extranjera. Este supremo consejo disidente llegó a controlar hacia 1884 120 logias y obtuvo el reconocimiento de autoridades masónicas de España, Rumania, Túnez, Francia, Luisiana y Brasil.
Altamirano explicó las razones de su disidencia alegando que quería organizar a la masonería conforme a su verdadero espíritu y denunciando que la masonería escocesa constituía un "cuerpo jerárquico muy semejante a la aristocracia nobiliaria o parecida a la iglesia católica romana". Estableció que no se requiriera posición económica para la admisión a sus filas, sino únicamente la aptitud intelectual y moral; y desechar los honores aristocráticos a los masones de altos grados por humillantes y por ser "contrarios a nuestro carácter republicano y democrático". El regaño iba dirigido al Supremo Consejo de Chavero para que lo entendiera su jefe, el presidente Díaz.
Otras disposiciones observadas por los "reformadores" fueron la admisión de mujeres en sus logias y su rechazo a una disposición impulsada por Díaz que acercaba simbólicamente la masonería a la religión católica y la alejaba del liberalismo: las tenidas debían de ser presididas por la Biblia en lugar de la Constitución de 1857.

El prestigio de Altamirano fortaleció el movimiento disidente, pronto se le sumaron liberales de gran prestigio como los generales Ramón Corona y Sóstenes Rocha, Juan de Dios Peza y Porfirio Parra, pero al Rito Escocés porfirista lo respaldaban los masones de los Estados Unidos y pronto asumió el control de toda la masonería mexicana.
Es decir, que tan temprano como en 1884 Altamirano fue opositor de la masonería escocesa porfirista y por ende de don Porfirio, por lo que pudo haber sido forzado a exiliarse en Europa. De este modo, mientras Díaz se consolidaba como jefe máximo de la política y de la masonería, a Altamirano, cuyo liderazgo era fundamental en los trabajos para fortalecer el rito escocés "reformado", le dio el "nombramiento" de embajador en España y lo sacó del país. Además, el dirigente del Rito Nacional, Francisco de P. Gochicoa, fue metido a la cárcel, y Corona y Rocha, fueron asesinados.

El hecho es que en 1892, estando Altamirano en Europa, le apareció una tuberculosis pulmonar y buscando el sitio adecuado para intentar un poco de alivio, en compañía de su esposa, Altamirano llegó a San Remo, ciudad italiana famosa por su clima mediterráneo, y ahí murió el lunes 13 de febrero de 1893, a la edad de 59 años, cumpliéndose así una de sus frases favoritas: "En 13 nací, en 13 me casé, en 13 he de morir".

No dejó ninguna fortuna ni deudas, y dispuso su cremación: "No quiero que me dejen en tierra extranjera; y como el medio más seguro para volver a la patria es la cremación de mi cadáver, después que yo muera, imponga usted –dijo a su yerno Joaquín Casasús– su voluntad y mi deseo, y lleve a la patria mis cenizas".
En San Remo existía un horno crematorio que había sido construido bajo los auspicios de una sociedad de librepensadores masones, "obligándose todos ellos a que sus cadáveres fueran cremados" contraviniendo las disposiciones de la iglesia católica, que condenaba el hecho. Hasta entonces ningún cadáver había sido cremado en dicho horno, por lo que las autoridades de la ciudad, atendiendo la solicitud de Casasús y aprovechando al mismo tiempo la ocasión de hacerlo funcionar por primera vez, dieron todas las facilidades a los dolientes, que vieron satisfechos cómo el maestro, muerto ya, daba una última lección en esa tierra extraña. Un homenaje sencillo, pero significativo, recibió el maestro por parte de aquellos hombres innovadores, como él, cuando el señor Bernardo Calvino, al frente de una numerosa comitiva, depositó sobre su féretro una corona de flores y dijo a Casasús:
"Hemos sabido que el señor Altamirano, cuya muerte lamentan ustedes, era un viejo liberal, un patriota distinguido y un hombre de letras eminente, y hemos querido, los miembros de la Sociedad de Librepensadores de San Remo, venir a presentarle el testimonio de nuestra simpatía y de nuestra admiración y a acompañarlo al cementerio para ser testigos de la cremación de su cadáver. Va a dar un ejemplo él a esta ciudad, digno de ser imitado, y es muy justo que tomemos participación en esta que juzgamos importantísima ceremonia".
Las cenizas del maestro Altamirano fueron depositadas en una caja pequeña y llevadas por Casasús a París, luego a Nueva York, después a Veracruz y, finalmente, a la ciudad de México, "...para depositarlas –escribió Casasús– primero en el monumento que a su padre [de Altamirano]... levantaron los hijos de don José M. Iglesias, y luego en la capilla que la gratitud de mi mujer [Catalina Altamirano] levantara para él".
El 13 de noviembre de 1934, al cumplirse el centenario de su nacimiento, sus cenizas fueron depositadas en la Rotonda de los Hombres Ilustres. En su honor, la cabecera del municipio de Pungarabato se llama Ciudad Altamirano.

A la postre de aquél esfuerzo disidente de Altamirano surgieron en 1909 las logias demasones que impulsaron primero, la candidatura de Bernardo Reyes, y luego, el movimiento anti-reeleccionista de Madero.

UN POLITICO COMO LOS QUE NOS HACEN FALTA



10 de Febrero de 1818. Nacimiento de Guillermo Prieto.

Escritor, novelista, poeta, cronista, periodista, ensayista y político liberal, ocupó diversos cargos en el gobierno; fue amigo de muchos presidentes y perseguido de otros tantos entre las épocas de la guerra de Texas y el Imperio de Maximiliano. Fue secretario particular de Valentín Gómez Farías y de Anastasio Bustamante, sucesivamente. Fue ministro de Hacienda con Juan Álvarez, Mariano Arista y Benito Juárez. Y ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de José María Iglesias.
Un hombre congruente y vertical. Le salvó la vida a Benito Juárez y rompió cpn él cuando estuvo en desacuerdo con él por considerar que violaba la ley.

Nació en el corazón mismo de la Ciudad de México, en la calle de Mesones 10, y murió en Tacubaya, en 1897. Pasó su niñez alegremente ahí, en el Molino del Rey, a un lado del Castillo de Chapultepec, ya que su padre, José María Prieto, administraba el molino y la panadería. Pero al morir éste, en 1831, su suerte cambio: su madre, doña Josefa Pradillo perdió el juicio, dejando al niño Guillermo prácticamente desamparado, bajo el techo de dos ancianas costureras que aceptaron tomarlo a resguardo en atención a antiguos favores de la familia.
La adolescencia de Prieto estuvo marcada por las dificultades económicas y la profunda tristeza interior provocada por la locura de la madre. Es muy posible que esta realidad y las vivencias que acercaron a Prieto a la pobreza de la ciudad, lo empujaran a la poesía. Publicó sus primeros versos en 1837, en el calendario de Galván, y ya nunca dejó de producir poesía: popular, amorosa, patriótica. Según algunos, Prieto inaugura, en cierta medida, la poesía mexicana propiamente dicha.
Es en este tiempo cuando trabajó de todo, como mandadero, como aprendiz en la Comisaría, como dependiente en una tienda de ropa y luego como meritorio en la aduana, bajo la protección de Andrés Quintana Roo, quien, al darse cuenta del talento del joven, se convierte en su protector. Fue así como pudo ingresar al Colegio de San Juan de Letrán, y luego participó en la fundación de la Academia de Letrán, en 1836, que también dirigió Quintana Roo.

Comenzó su carrera en el periodismo como colaborador en el legendario Siglo XIX, donde publicara sus muy conocidas y sabrosas crónicas sociales y políticas, los “San Lunes” de Fidel. Pero sus inquietudes y su pasión por la escritura le llevaron a publicar en muchos otros diarios y revistas: El Monitor Republicano, el segundo diario liberal; Don Simplicio, periódico fundado por él junto con Ignacio Ramírez hacia 1845; La Chinaca contra el gobierno conservador y la revista satírica El Monarca contra Maximiliano; y La Orquesta, El Federalista, y El Universal, ya en su madurez.

Empezó su carrera como funcionario, gracias a su oratoria. Sucedió que le tocó pronunciar un discurso ante el presidente Anastasio Bustamante y frente a él hizo una despiadada crítica de su gobierno. Al final del acto un policía le ordena que se presente al día siguiente ante el presidente, y cuando esto pasa, lejos de encontrar una actitud intolerante, Bustamante le pide a Prieto que se exprese con toda franqueza. En premio a su honestidad el presidente le tendió la mano, le dio una cama en su cuarto, le fijó un sueldo como secretario particular y lo nombró redactor del Diario Oficial. Acabó siendo su suegro.
Las cuatro veces en que fue ministro de Hacienda, lo hizo por periodos más bien cortos: 3 meses y medio durante la presidencia del general Arista (del 14 de septiembre de 1852 al 3 de enero de 1853); 2 meses durante la presidencia del general Álvarez tras el fin de la Revolución de Ayutla (6 de octubre de 1855 a 7 de diciembre del mismo año); 6 meses durante la primera presidencia de Juárez (entre el 28 de enero de 1858 y el 5 de agosto del mismo año) y otros 2 meses y medio en el año de 1861 (20 de enero a 5 de abril), bajo mandato de Juárez. En total casi 15 meses de gestión repartidos a lo largo de 9 años.

La primera vez, armó tal barullo y le acarreó tantos y graves problemas a su jefe, el presidente Arista, que tuvo que renunciar: a falta de recursos, decidió, de golpe y porrazo, reducir a la mitad los salarios de toda la burocracia, ejército incluido. Desde entonces le apodaron "El Mediapaga".
Años después, otra vez ministro de Hacienda y acompañando a Juárez en su huida, después del pronunciamiento de Félix Zuloaga, Prieto le salvó la vida en Guadalajara, interponiéndose entre él y un grupo de soldados que pretendían fusilarlo. Ahí fue donde pronunció su famosa frase: “¡Levanten esas armas; los valientes no asesinan!”. Era tan buen orador que con su sola palabra convenció a los soldados, pero él mismo recordaba que ese empeño en hablar bien había tenido su origen en una ocasión en que, todavía niño, frente al presidente Guadalupe Victoria, no había podido balbucear un texto, y se soltó llorando.

Durante las guerras de Reforma y de la Intervención se encargó por largos periodos de la administración de Correos, labor estratégica para la supervivencia de la República. Participó en la rebelión de los "Polkos", en plena intervención, contra Gómez Farías en represalia por sus medidas anticlericales, un episodio del que él mismo se avergonzaba. Y fue electo diputado al Congreso en 20 ocasiones, entre 1848 y 1896, desde que cumplió los 30 años hasta su muerte, y en casi todas las ocasiones formó parte de la Comisión de Hacienda de la Cámara. Fue diputado por los estados de Jalisco, Puebla, Guanajuato, San Luis Potosí, Querétaro, y en nueve ocasiones por el Distrito Federal.

Su voz destacó en la tribuna parlamentaria del Congreso Constituyente de 1857, adonde fue representando a Puebla, e intervino en los debates en 74 ocasiones, una de las cifras más altas de dicha histórica reunión, haciendo observaciones ligadas a temas como la libertad de trabajo, la eliminación de trabas al mercado y al capital (como las alcabalas), así como la completa separación de los negocios de la Iglesia y el Estado.

Prieto fue un abanderado de las ideas liberales más ortodoxas. Pero su vinculación con la economía no se limitó a su incursión en la gestión de la hacienda, sino que además se debe a él el impulso inicial a la naciente ciencia de la economía política; fue autor de un voluminoso estudio de Lecciones elementales de economía política, y en 1871 se le designó para fundar la cátedra de Economía Política en la Escuela de Jurisprudencia de la Ciudad de México.

Rompió con Juárez en 1865 cuando, en plena Intervención francesa, el presidente decidió prolongar su mandato, apoyado en la circunstancia política que exigía el conservar el liderazgo de la República y del ejército liberal, en contra del derecho formal al cargo que asistía al general Jesús González Ortega para sucederlo.
Declarado por Altamirano “el poeta de la patria”, cuando en 1890 el periódico La República convocó a un concurso para ver quien era el poeta más popular, el escrutinio favoreció a Prieto, acumulando más votos que sus dos más cercanos oponentes, Salvador Díaz Mirón y Juan de Dios Peza.

Compuso el himno satírico de los ejércitos liberales “Los cangrejos” a cuyo ritmo entraron las tropas de González Ortega a la ciudad de México en 1861.Murió a los 79 años la mañana del 2 de marzo de 1897, acompañado por su segunda esposa doña Emilia Golard, sus hijos y sus nietos. Dejó en herencia una biblioteca que consta de 4 931 volúmenes. Presidió el entierro Porfirio Díaz y todo su gabinete, y sus restos reposan desde entonces en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

La escuela de Prieto fue la vida misma, fue un claro autodidacta. Ya viejo, en carta a un amigo historiador, Agustín Rivera, le confiesa que no domina el latín, herramienta intelectual generalizada en los círculos académicos de su tiempo.

Sus esfuerzos por poner orden en las finanzas públicas de la convulsionada república, tendieron siempre a aplicar los principios de la doctrina liberal. No obstante, más de una ocasión Prieto habría de enfrentar la dolorosa necesidad de rechazar la ortodoxia liberal por las realidades de la constante penuria fiscal. Como escribió en sus Memorias en relación con su aceptación por vez primera del ministerio de Hacienda por recomendación del presidente Arista: “¿Quién es quien pretende la marcha recta y segura de un pasajero sobre cubierta cuando el buque lucha con la borrasca?”. El mérito de Prieto y su generación fue evitar el naufragio total, en medio de la borrasca, y así se lo escribió a su amigo y compadre Melchor Ocampo en ocasión de aquella primera estancia en el ministerio: "Mi conflicto es grande porque no hallo partido qué tomar. ¿Puedo dar espera a las tropas que van en camino para Guadalajara? ¿Dejo sin un centavo a los diputados y senadores que se reúnen el quince y tienen en su mano la revolución? ¿A la guarnición, a la policía, a los presidios, a todo el mundo lo mantengo con esperanzas? Pues bien, me dirás, ¿no tiene renta alguna el gobierno? Respuesta: las aduanas del sur las ocupan los revolucionarios; las del norte producen bien poco y sus rendimientos se dedican a pagos urgentísimos militares. La aduana de Veracruz hundida entre consignaciones... ¿Y las contribuciones? Están hipotecadas hasta enero por mis antecesores; y el tabaco, etcétera, y todo está así..."

A pesar de ser quien opera las Leyes de Reforma en lo referente a la desamortización de los bienes del clero, era de esos liberales "moderados" partidarios de libre comercio, la república representativa, el federalismo y la libertad pero sin comprometer sus creencias cristianas. Se consideraba "el más religioso de todos los liberales", puros o moderados. Decía que era ante todo adorador de un Dios de amor y de bondad, y cristiano "hasta las cachas" (prueba de ello son las 31 poesías religiosas que están incluidas en el tomo xix de sus Obras completas), pero condenaba a los que hacían mundana la religión, traficaban y comerciaban con ella a título de cristianos, y a esos los consideraba malos mexicanos, gachupinados, extranjerados y traidores, afirmando que "me derraman la bilis, los detesto".

En Prieto, la política –y la historia- parece entonces cuestión de principios absolutos, de blanco y negro, nunca de gris. De Juárez canta: “Bronce, vuélvete carne; que palpite una vez más la encarnación potente... que hizo verdad la dignidad humana” (1891); del conservador Juan Nepomuceno Almonte, espeta: “¡Traidor!... ¡humillación de hombre!... ¡vil criminal!... ¡reptil del cieno!...” (1867). Prieto fue, pues, un cruzado de la causa liberal, pero en sus trabajos históricos, principalmente en sus Lecciones de Historia Patria, publicadas cuando contaba ya con 68 años de edad, sus personajes no parecen hombres de carne y hueso, sino héroes o villanos al ciento por ciento.

Como dato curioso habría que agregar que durante años, la efigie de don Guillermo apareció en el frasco del “Jarabe del Abuelo”, “jarabe de ajolote” que podía conseguirse en algunas tiendas naturistas.Y fue autor de una oración que, con plena aprobación y gusto del Excmo. Sr. Arzobispo Dr. Don Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, hacía rezar a sus nietos:

Creador del sol y de las plantas,De las aves y del hombre,Todo luz, amor, bondadesY verdad y perfeccionesHazme buen niño, obediente,Con Papá, que día y nocheSe afana por sustentarnosY honra darnos con su nombreHazme de mamá contento,Y a ser amante disponmeCon todos mis hermanitosSin causarles sinsaboresNi oprimirlos, ni envidiarlos,Ni procurar que se enojen, Hazme dulce con los criados,Dadivoso con los pobres.Servicial con los enfermosY atento con mis mayores,Pon la verdad en mis labiosPues tú que todo conoces.No diciéndote mentiras,Espero que me perdones,Y así de Dios bendecido,Sin enojos ni rencores,Alegres serán mis díasTranquilas serán mis nochesAmén (Dígase un padre nuestro).

EL QUE DISPUTO LA JEFATURA A MORELOS


2 de febrero de 1832, Muerte de Ignacio López Rayón.

Fue de los primeros que se unió a Miguel Hidalgo en el movimiento de Independencia y encabezó el movimiento de independencia a la muerte del cura, disputándoselo a Morelos hasta la muerte de éste.

Nació en Tlapujahua, Michoacán, en 1773. Estudió en la universidad nicolaíta y más tarde se recibió de abogado en el Colegio de San Ildefonso. Tenía una brillante posición social y no dudó en sacrificarla por abrazar la causa de la Independencia.

En 1810, cuando Hidalgo se dirigía de Valladolid hacia la Ciudad de México, Rayón se le presentó ante él en Maravatío, para ofrecerle sus servicios, y el cura lo hace inmediatamente su secretario. Su primera ocupación fue redactar un comunicado, firmado por Hidalgo, convocando a los jefes insurgentes a una junta que tendría por objeto "reglamentar la revolución".

Fue nombrado además por Hidalgo, cuando creó el gobierno insurgente revolucionario, ministro de Estado y del despacho, y con ese carácter firmó junto con el cura el decreto de abolición de la esclavitud en México y derogación de tributos (29 de noviembre de 1810), y otro de un carácter agrarista, otorgando el goce exclusivo de las tierras de comunidad para los indios (5 de diciembre de 1810), entre otros pronunciamientos.

A fin de propagar las ideas revolucionarias de Hidalgo, López Rayón hizo que el doctor Francisco Severo Maldonado publicara el primer periódico insurgente: El Despertador Americano, órgano del movimiento de Independencia.
De él fue también la iniciativa de enviar un "agente diplomático", a Pascasio Ortiz de Letona, a los Estados Unidos, para negociar una alianza ofensiva y defensiva, arreglar tratados de libre comercio y adquirir pertrechos de guerra para hacer la independencia, y constituir a México en federación.

Estuvo presente en las batallas de Monte de las Cruces, Aculco y Puente de Calderón en donde, a riesgo incluso de su vida, logró salvar 500 mil pesos de los recursos de los insurgentes. Y cuando Allende y los demás jefes insurgentes se confabularon para arrebatarle a Hidalgo el mando supremo de la revolución, que se le había dado desde las juntas secretas de San Miguel y Querétaro, Rayón fue el único que defendió a Hidalgo y propuso que se dividiera el mando en militar y político, para que el cura quedara con el primero y un general con el segundo. Se culpaba a Hidalgo de las derrotas sufridas y en esa ocasión Allende y los demás jefes hasta llegaron a amenazar con asesinar al cura si no renunciaba al mando en favor de Allende.

Desaparecidos Hidalgo y Allende, López Rayón tomó el mando insurgente. El decía que éste se lo dio el propio Hidalgo, quien después de la derrota en Puente de Calderón, el 14 de marzo de 1811 ordenó la celebración de una junta en Saltillo, Coahuila con el objeto de nombrar a un jefe del Ejército que mantuviera encendida la llama de la rebelión, mientras Allende e Hidalgo marchaban a la frontera, con rumbo a los Estados Unidos para obtener su apoyo.
Decía López Rayón que en esa junta se eligió para el cargo a Abasolo y Joaquín Arias, por ser militares de carrera; pero que como no aceptaron, la responsabilidad recayó en él, en López Rayón, a quien se nombró además Jefe Supremo de la revolución. Esta versión que dio Rayón, y su cargo, los aceptaron algunos jefes insurgentes, pero la rechazaron otros tantos, calificando dicha junta de "ilegítima", en virtud de que Hidalgo siempre había sometido la elección de los cargos a plebiscito entre todas sus tropas.

Con el carácter pues de jefe del movimiento, al saberse la captura de los jefes Insurgentes en Baján, López Rayón se mantuvo en pie de lucha en Coahuila y luego en Zacatecas, estableciéndose finalmente en Michoacán. Se dice que a pesar de haber recibido una orden firmada por Allende, preso, de que entregara el mando a los realistas, se negó y continuó dirigiendo la revolución.

Intentó negociar la paz con el Virrey Calleja pero éste le respondió en forma despectiva y altanera, negándose a reconocerles beligerancia, y para resolver las discrepancias entre los insurgentes convocó a otra junta en Zitácuaro, la que tomó el nombre de Suprema Junta Nacional o Congreso Americano (19 de agosto de 1811), y en ella fue elegido Presidente, con Sixto Verduzco y José María Liceaga como vocales.

Contaba con el apoyo de la sociedad secreta "Los Guadalupes", que era aristocratizante y monarquista.

Como él mismo era monarquista, tuvo diferencias de fondo con Morelos. Mientras éste –al igual que Hidalgo- luchaba por un gobierno democrático y republicano, López Rayón planteaba la defensa de la monarquía española y el respeto de los derechos de Fernando VII como soberano de la Nueva España.
A pesar de esto, Morelos se sometió a la Junta, y poco después se incorporó a ella como un vocal más, distribuyéndose el mando entre los cuatro integrantes.

De 1811 a 1813 el gobierno colegiado presidido por Rayón tuvo el control del movimiento, si bien el único que realmente sostenía la guerra era Morelos. En ese contexto, López Rayón escribió el borrador de la primera Constitución de la Nación mexicana, pero Morelos la cuestionó. El quería una República y no una monarquía como proponía Rayón. Entonces escribió a su vez "Los Sentimientos de la Nación" y alrededor de estos hombres se formaron dos grupos antagónicos que pelearon por el control. Resultado de esto, Rayón desconoció a Liceaga y Verduzco, y estos, a su vez, lo desconocieron a él.
Morelos medió entonces y propuso sustituir la Junta por un Congreso con más integrantes representantes populares y en 1813 convocó al Congreso de Apatzingán.

Además de ser autor de la primera Constitución nacional, ese Congreso le dio todo el mando a Morelos y lo nombró Generalísimo. Sin embargo, Morelos sólo retuvo ese rango por escasos 3 meses, merced a las intrigas de los monarquistas, quienes en enero de 1814 recuperaron el control y de manera secreta lo desposeyeron de todo mando. Lo culpaban del estancamiento en que había caído el movimiento y de la destrucción del ejército insurgente, debido a las espectaculares derrotas de diciembre de 1813, en Valladolid, y enero de 1814, en Puruarán.

De este modo Morelos solamente retuvo el cargo de diputado del Congreso y en lo sucesivo no volvería a tener mando de armas. En cambio, el Congreso designó al diputado López Rayón comandante en jefe de las provincias de Oaxaca, Puebla, Veracruz y México, o sea, de todas aquéllas que habían sido liberadas por las fuerzas armadas del Sur. Y como las discrepancias continuaran también entre los propios integrantes del Congreso, resultado de las mismas, poco después, éste se dividió en dos. El que lideraba Rayón se trasladó a Cóporo, Michoacán, mientras otra parte de los jefes insurgentes se refugiaron en Jaujilla, también en Michoacán.

Este desacuerdo le trajo serias dificultades a López Rayón al grado de ser perseguido por los propios insurgentes. Asediado además por los generales realistas Iturbide y Llano, sostuvo un sitio de muchos meses, pero declarado traidor por negarse a reconocer la junta establecida de Jaujilla, según parece, fue el mismo Nicolás Bravo quien logró aprehenderlo y además, propició su entrega a los realistas.

A pesar de que éstos lo sentenciaron a muerte, no es ejecutado, sino que permanece en prisión hasta el 15 de noviembre de 1820 cuando es liberado con otros presos políticos.
Conducido a la ciudad de México, López Rayón es procesado y sentenciado a muerte, sin embargo, su ejecución fue aplazada y permanece en prisión de 1817 a 1820.

Ya libre, en 1821, don Ignacio López Rayón se adhirió al Plan de Iguala. Y realizada la Independencia, se le nombró Tesorero en el gobierno de San Luis Potosí. Alcanzó el grado de General de División, y también fue diputado, Comandante General de Jalisco y Presidente del Tribunal Militar.

Murió el 2 de febrero de 1832. Fue declarado Benemérito de la Patria y su nombre se encuentra inscrito en la Cámara de Diputados, con letras de oro.