sábado, 29 de octubre de 2011

LOS PARTIDOS Y SUS METODOS PARA DECIDIR CANDIDATURAS


Están ya prácticamente decididos los métodos con los cuales las tres principales fuerzas políticas habrán de determinar a sus candidatos presidenciales.

No significa esto, empero, que ya esté amarrado ninguno de los prospectos pues, a pesar de que las encuestas ya evidencian a quienes se perfilan como punteros, los procesos, y por ende los métodos, parecen estar hechos, no para confirmar esa tendencia, sino para revertirla.
¿Por qué digo esto? Pues porque los precandidatos que están ahora en desventaja son quienes resultan los más favorecidos por los absurdos requerimientos de una ley electoral concebida para limitar la competencia y enrarecer la democracia, mientras que los favoritos se ven atados a limitaciones y requerimientos que se prestan a todo lo turbio y nebuloso. Y, desde luego, al riesgo de ser desplazados por imponderables que más se antojan inventados que reales.
Me refiero, concretamente, a que el alargamiento, por ejemplo, de los tiempos para precampañas y a la vez la reducción de los tiempos para campañas no abonan en nada a la funcionalidad de nuestra democracia sino antes bien favorecen las intrigas palaciegas, es decir las maniobras cupulares o los recursos meramente efectistas de aquellos que los sepan utilizar o tengan en su favor a los medios, que evidentemente no son los más populares o aquellos que suman las preferencias ciudadanas espontáneas como muy olímpicamente proclama el neo-tapado de Los Pinos, el ocurrente señor Cordero, para quien México necesita “un presidente de adeveras y no al más popular”, una joya que pudo haber dicho Jorge de la Vega Domínguez o Fidel Velásquez o Rodolfo Sánchez Taboada, el mismo discurso con el que los viejos priístas encubrían la manipulación de las elecciones. Sí, porque si algo ha frenado la democracia de este país es, precisamente, un sistema creado para llevar al poder no sólo a los menos populares sino incluso a los más impopulares. Algo imposible en una democracia de adeveras, adonde sería inconcebible que ganara unas elecciones alguien que no cuente con el favor popular, única condición en realidad para acceder legítimamente a un cargo público.
En todo caso, lo que es cada vez más evidente es la simulación del proceso panista, la burda reedición de los viejos modos priístas, que ni los propios priístas se atreven ahora usar. Y el fracaso a que se encamina. Porque recuerda mucho el fracaso del “dedazo” en la elección del dirigente nacional del PAN, hace un año, cuando toda la maquinaria gubernamental se puso en juego para favorecer al candidato de Los Pinos, a Roberto Gil, y al final fue imposible impedir el acceso de quien no lo era, de Gustavo Madero. Algo muy similar se perfila que va a pasar con la selección del candidato presidencial del PAN. A pesar de todas las mañas y artimañas que se emplean para asegurar la candidatura para el neo-tapado, el proceso cerrado con el que se pretende favorecer al señor Cordero, éste seguramente se quedará a un lado del camino y quien se impondrá finalmente será la señora Josefina Vázquez Mota, la única posibilidad en realidad que tienen los panistas no digo para ganar -que eso sí se ve cuesta arriba- sino para hacer siquiera un papel decoroso en las elecciones del 2012.
Por lo que toca al PRI, no deja de ser sorprendente el buscapiés aliancista lanzado por Manlio Fabio Beltrones –el detractor mayor de las alianzas- contra quien dentro de su partido no se ve fácil de superar por la vía de la popularidad; un buscapiés que ha llevado hasta a pensar a algunos -tanto en el PAN como en las filas de la izquierda- en la repetición del esquema que llevó a Mario López Valdés a la gubernatura de Sinaloa. El sólo hecho de que se piense en Beltrones como el Malova nacional deja mucho que desear, y aunque se ve difícil que los priístas repitan los errores que les hicieron perder varias gubernaturas entre 2010 y 2011, y la presidencia en 2006, la posibilidad está al parecer abierta e involucra hasta al propio inquilino de Los Pinos, de quien se dice, en abono de la esperanza aliancista, que hará todo con tal de evitar regresarle el poder al PRI.
Queda el proceso de selección del candidato de las izquierdas, adonde está pendiente una encuesta para dirimir si este será Andrés Manuel López Obrador o Marcelo Ebrard. Lo interesante del proceso radica, más que en la aceptación de AMLO a someterse a la prueba de la popularidad, en los estratagemas que emplean sus detractores para sustituir esta, eludirla o minimizarla, con argumentos tales como que más que popularidad lo que debe inclinar la balanza es “el potencial”, sea lo que sea lo que esto signifique.
Lo que sí es un hecho es que, como sucede con Enrique Peña y Josefina Vázquez, el único desfavorecido por este enredijo en que la ley ha convertido los procesos de selección de los partidos, es justamente AMLO, quien en todas las encuestas aparece como el más popular.
Hablábamos en ocasión anterior de la experiencia vivida por los socialistas franceses, y el acierto que tuvieron de abrir su selección a la ciudadanía de la manera que lo hicieron, no de manera discriminada sino acotada a los que manifestaran su filiación izquierdista, proceso que movilizó a casi 3 millones de electores y que le ha reportado al Partido Socialista y a su candidato, Francoise Hollande, la posibilidad de convertirse en ganadores de la elección del año que viene, cuando hace unos meses todo parecía llevarlos al fracaso.
Bueno, pues ahora está el caso de Argentina, adonde Cristina Fernández ganó apenas antier con un apabullante 53% en un escenario adonde desde por lo menos hace dos años ella llevaba el liderazgo en las encuestas y el resultado era absolutamente predecible.
Para uno de los muchos analistas mexicanos partidarios de las alianzas –o de las coaliciones, como ahora se le llama a las alianzas- este hecho serviría para concluir que la oposición argentina cometió un grave error al no unirse en contra de la señora viuda de Krishner; y sin embargo, en el país sudamericano este debate se dio, y lo perdieron de calle los aliancistas a pesar de contar con la simpatía de los grandes medios y algunas de las principales empresas del país.
Es que en efecto, allá por el mes de marzo Mauricio Macri, líder de la agrupación derechista Propuesta Republicana, ante la evidencia de la inminente reelección sin problemas de la candidata oficialista, propuso lo que a todas luces parecía lo más sensato: generar el armado de un "gran acuerdo nacional" para tener un solo candidato de la oposición y un gobierno de coalición. Y a ese llamado se sumó de inmediato Eduardo Duhalde, ex presidente de Argentino y candidato en esta ocasión por una fracción del Partido Justicialista. Y hasta evocaron la convocatoria que hizo hace 40 años Juan Domingo Perón, que él bautizó como “La hora de los Pueblos”, cuando llamó al encuentro del peronismo con su oponente histórico, el radicalismo, para derrotar a la dictadura. Encuentro, por cierto, que no se dio.
Lo que pasó, en el caso de la convocatoria de Macri, fue que tampoco se dio. En unos cuantos días logró consensos pero en contra y uno a uno la rechazaron la Unión Cívica Radical, Proyecto Sur, la Coalición Cívica y sectores del Peronismo Federal, entre otros partidos. El candidato por la UCR, Ricardo Alfonsín, catalogó la idea de plano como "una irresponsabilidad con el electorado". Y argumentó: "Frente a la eventual construcción de un frente electoral que reúna incluso a quienes piensan de manera diferente, ratifico mi convicción acerca de la necesidad de fortalecer el frente con quienes compartimos identidades y visiones programáticas". Y el líder de Proyecto Sur, Fernando Solanas, también la descartó subrayando que su sector está “tratando de defender la identidad frente al bipartidismo”.
Dirán, repito, nuestros analistas pro-aliancistas: “pero perdieron. Ganó apabullantemente la señora Krishner”.
Sí, pero eso es la democracia. Ganar o perder con votos. Y en Argentina Cristina tendrá, por lo menos, una oposición perdedora pero definida. Así de simple.


Publicado en Unomasuno el 25 de octubre de 2011.

CARDENAS Y LA BELISARIO DOMINGUEZ, ¿PREMIO A QUE?



Se ha puesto a discusión -y por cierto que se ha alargado demasiado-, la entrega de la medalla Belisario Domínguez, por parte del Senado de la República, correspondiente a este año.

Se dice que se ha postergado la fecha de su entrega porque el más probablemente señalado para recibirla es el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y entregársela como debería de haber sido, en la fecha del sacrificio del senador Belisario Domínguez, es decir el 7 de octubre, pudiera haberse prestado a malas interpretaciones toda vez que las elecciones en Michoacán –tierra del ingeniero y tierra de todos los Cárdenas- se celebrarán hasta noviembre; por tanto, no sería “políticamente correcto” dársela antes de esa fecha.
Curiosidades o absurdos de nuestra política. El hecho es que este impasse que han abierto los senadores da oportunidad de reflexionar acerca de la medalla y de las razones que debieran motivar su entrega.
Creada en 1953 -no podría ser otra la fecha- para, supuestamente, honrar a quienes en su vida y trayectoria podría considerarse cercanos al ejemplo de sacrificio de Domínguez (el chiapaneco que sin reparar en riesgos tuvo la osadía de pronunciar un discurso crítico contra el Presidente en turno que le costó la vida en 1913) la verdad es que, salvo honrosas excepciones que se pueden contar con los dedos, el premio ha sido más bien al sometimiento al poder, a la obsequiosidad con el poderoso en turno, a la complicidad abyecta cuando no de plano a la renuncia a la rebeldía y a la traición a los principios. Y me explico.
Decía arriba que no podía ser otra la fecha de creación de la medalla -1953- porque, para empezar, la motivación que tuvo Adolfo Ruiz Cortines para hacerlo fue premiar a los revolucionarios vivos que se alinearon de su lado, y a los opositores dóciles, después del fraude electoral del 52 por la necesidad de legitimación que tenía, de recibir reconocimiento vaya, de figuras de aparente peso moral o al menos de buena fama pública. Luego entonces no fue creada la medalla Belisario Domínguez para premiar el valor civil o el compromiso con la democracia pues. Y basta echar un vistazo a los galardonados para probarlo.
Salvo los profesores Rosaura Zapata, creadora de los jardines de niños en México, y Erasmo Castellanos Quinto, un maestro de la Preparatoria de la UNAM, todos los que fueron honrados en el gobierno ruizcortinista fueron personajes que, independientemente de sus méritos, tuvieron una característica: no eran críticos del régimen sino que se alinearon justificando el fraude y desde luego que sirvieron en algún momento al PRI y a sus gobiernos: Esteban Baca Calderón, Gerardo Murillo el “Dr. Atl”, Roque Estrada y Antonio Díaz Soto y Gama.
En el gobierno lopezmateísta igual, salvo María Hernández Zarco, la mujer que imprimió el discurso del senador Domínguez, se trató de personajes a modo del gobierno: Heriberto Jara, ex presidente del PRI pero además alguien que a pesar de caracterizarse por sus posiciones supuestamente “rebeldes” siempre se mostró solícito con el gobierno, lo que resultó muy útil en un momento en que a Adolfo López Mateos le interesaba aparentar cercanía con la izquierda; Isidro Fabela, con méritos seguramente pero ni más ni menos que mentor del entonces Presidente; y José Inocente Lugo, Aurelio Manrique y Adrián Aguirre Benavides, todos ex funcionarios públicos, opositores arrepentidos y finalmente miembros del partido oficial.
Lo que quiero decir, que conste, no es que muchos de estos personajes no hayan sido merecedores de reconocimiento sino que la característica por la que se los dieron fue, sobre todo, su posición “políticamente correcta”. Ni uno que representara una voz disidente, discordante de la oficial. Así funcionaba el PRI y ni modo.
Los años siguientes, salvo, otra vez, contadas excepciones, la medalla fue el premio a la lealtad priísta aunque el colmo fue cuando se la otorgaron a Pablo Macías Valenzuela, ex gobernador de Sinaloa ligado al narcotráfico, implicado en varios crímenes políticos (entre otros el del gobernador Loaiza en 1944) pero resulta que uno, también, de los que le allanaron el camino al poder a Miguel Alemán y a Adolfo Ruiz Cortines y por ende uno de los autores de la represión contra la oposición en 1952, así que el sistema se la debía. Y peor aún, a Fidel Velásquez, de quien para qué recordar su biografía.
Es que la utilización política de la medalla ha sido característica de la misma desde su existencia, independientemente de los partidos.
Significativa por ejemplo, su entrega en 1989 a Raúl Castellano, en un momento como ahora, en el que Carlos Salinas deseaba congraciarse con la izquierda y más aun ser legitimado por esta, o aparecerlo al menos, en especial por el cardenismo. Así que nadie mejor que Castellano, quien había sido secretario particular de Lázaro Cárdenas, para aparecer en la foto al lado del “presidente espurio” y sus palabras de reconocimiento. Lo peor es que a pesar de que en ese momento el hijo del general reclamaba para sí la presidencia legítima, Castellano se prestó al juego.
Otro caso por el estilo fue el de Ignacio Ramos Praslow, ex henriquista “que tuvo el coraje de rectificar a tiempo” solía decir, renegado de la oposición, el cual una vez que la abandonó recibió en premio, antes de la medalla, varios cargos burocráticos y ya no dejó de alabar al gobierno.
Lo malo es que en la alternancia las cosas no han ido mejor. Otra vez, salvo contadas excepciones, el precio al parecer para recibir la medalla es el de formar parte del feliz mundo oficial, y de su visión. En los gobiernos panistas, adonde la consigna presidencial ya no domina más que en su bancada, se ha llegado al colmo de “conceder” la gracia un año a un partido y otro a otro para otorgar la medalla como cuota a quien disponga cada fracción. Lo que ha llevado a extremos como considerar que Carlos Castillo Peraza tiene algo que ver con la hazaña de Belisario Domínguez. O Jesús Kumate, a los que se les otorgó la medalla sólo porque fueron la propuesta del partido al que le tocaba hacerla.
En fin, que he dicho otras veces que México necesita un ejercicio de memoria histórica, de limpia histórica diría mejor. Y esto, los premios y reconocimientos, forman parte de la limpia, así que sería deseable revaluarlos.
Sí, porque las estatuas y los reconocimientos que nos heredó el PRI –y que mantiene intocados el PAN- no corresponden del todo a la verdad histórica, y no voy a repetir la consabida frase de que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla sino porque el desconocimiento de pasado casi siempre conlleva una gran dosis de inconsciencia social. Y por ende, de manipulación oficial o partidista.
No por nada hoy quienes más entusiastas se muestran en otorgarle la medalla del Senado al ingeniero Cárdenas, son los priístas. Ellos fueron quienes inclinaron la balanza a favor del fundador del PRD.
Otros nombres de izquierda se quedaron en el camino: doña Rosario Ibarra de Piedra y la maestra Ifigenia Martínez, con la diferencia con respecto a Cárdenas de que ambas luchadoras nunca han reconocido la presidencia de Calderón.
En fin, que como algunos senadores dicen, tal parece que el hijo del “Tata” va en caballo de hacienda para recibir la medalla, claro, siempre y cuando se le entregue después de los comicios michoacanos para no levantar suspicacias.
Independientemente de sus méritos, ojalá que no sea para aparecer en la foto con Calderón como hace 6 años lo hizo con Fox, para hacer gala de su cercanía con el poder y de su lejanía de la izquierda real, la definida.

Publicado en Unomasuno el 18 de octubre de 2011.

FRANCIA, LA IZQUIERDA Y SUS METODOS PARA DECIDIR CANDIDATURAS



Apenas antier acaba de celebrarse la primera vuelta de las elecciones primarias del Partido Socialista francés para designar a su abanderado para las elecciones presidenciales del 2012. Un éxito, porque independientemente de que todavía tendrán que resolverse en una segunda vuelta, movilizaron a poco más de 2 millones de ciudadanos, superando todas las expectativas y dándole a los izquierdistas galos nuevo impulso y posibilidades reales de competir contra quien hasta ayer parecía imbatible: el presidente Sarkosy. Es decir, que las primarias resultaron en todo un plebiscito contra el gobierno conservador.

El tema es interesante porque se da en un momento en el que está todavía por decidirse el método con el cual la izquierda mexicana va a designar a su abanderado para el año que viene.
La designación será entre dos: Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, y éste último ha propuesto que sea mediante encuesta, no sólo hecha entre simpatizantes sino abierta a todos los ciudadanos.
Lo que él dice es que tiene que ser el “universo” de todo el electorado -desde luego sin excluir ni a panistas ni a priístas- porque ellos son los que van a elegir en 2012. Con lo que coincide Jesús Ortega, dirigente del grupo “Demócratas de izquierda” afín al Jefe de Gobierno, para quien el candidato de las izquierdas “debe de ser el mejor posicionado entre los electores posibles, puesto que –afirma- “se trata de ganar la elección presidencial no una candidatura interna”.
Había otras opiniones, como la de Cuauhtémoc Cárdenas, quien de plano rechazó la encuesta asegurando que es un método “insuficiente” el cual, en todo caso, podría ser complementario de otros, como una asamblea de delegados o bien una elección abierta, tal como lo prevén los estatutos del PRD, y su propuesta fue secundada por algunas corrientes perredistas, por algunos petistas y también por militantes del Movimiento Ciudadano, sólo que la posibilidad de una elección abierta ha sido descalificada más que nada por lo riesgosa. Según Manuel Camacho, Coordinador del DIA, el historial del PRD ha demostrado que ese mecanismo no es totalmente confiable. Además, subraya, como tanto AMLO como Ebrard han asegurado estar de acuerdo en la encuesta, nadie debe estar pensando en otra cosa. Y como al parecer, efectivamente, no ha habido mayores resistencias, y de hecho el XIII Congreso Nacional del PRD lo que aprobó fue “la celebración de diversas encuestas abiertas a la ciudadanía” como método para elegir a su candidato presidencial, este al parecer será el camino.
La discusión pues, se centra ahora en el formato y metodología de las encuestas y en quienes habrán de ser los encuestados: ¿deben ser todos los ciudadanos como propone Ebrard o deben ser sólo aquellos identificados con la izquierda, abriéndose en todo caso a los ciudadanos independientes, es decir aquellos sin voto comprometido?
Contra todos los pronósticos de los opinadores oficialistas e incluso de algunos de la propia izquierda, AMLO ha dicho que no tiene reparo alguno en someterse a las encuestas. Sólo ha pedido que se hagan bien y que sean confiables. Su propuesta concreta es que sean hechas entre los militantes del PRD, PT y Movimiento Ciudadano junto con los “ciudadanos verdaderamente independientes”, o sea aquellos que no tienen preferencia predeterminada. Esto ha motivado que algunos le reclamen que prácticamente quiere una “elección cerrada”, que apenas convocaría a un 10% o 15% cuando lo que se requiere es conquistar más votos, además de que llevaría implícito un mensaje “discriminador”, de que el resto del electorado no le preocupa, lo que se reflejaría fatalmente en el resultado electoral.
A ese respecto, la dirigencia de la corriente perredista IDN ha aclarado que no se trata de excluir sino de hacer de la encuesta un instrumento de decisión confiable y se ha pronunciado por ponerle “candados”, acotarla de algún modo para evitar que influyan quienes puedan tener un voto interesado, los priístas y los panistas sobre todo, pero otros argumentan que técnicamente no tendría sentido hacer una encuesta donde se descontara a quienes digan que simpatizan con el PAN, el PRI o que no simpatizan con nadie pues el candidato presidencial de la izquierda debe aspirar a contar con el apoyo de la ciudadanía y no sólo del voto duro de los partidos de ese sector.
En fin, que mientras se ponen de acuerdo, vale la pena echar un vistazo a lo que ha pasado en otros lados, que para algo ha de servir.
De entrada decir que ningún partido en ningún país democrático usa las encuestas como método para designar a sus candidatos. Es una innovación totalmente mexicana. La emplearon los gobernadores del TUCOM del PRI hace 6 años para designar a su candidato (que resultó Arturo Montiel) y también las han empleado los panistas para elegir a algunos de sus abanderados estatales.
Y vuelvo al tema de las primarias del Partido Socialista francés porque resulta que allá hubo también mucho debate acerca del método para elegir su candidato, y más después del duro golpe que significó para ellos el caso de Strauss-Kahn, quien se perfilaba como el favorito. Urgía meterle aire fresco, entusiasmo, a un proceso contaminado de antemano pero además marcado por 3 derrotas consecutivas del PS que lo ponían en situación de mucha desventaja.
El problema es que en Francia no existía la cultura de las primarias. Hasta ahora todos los candidatos de todos los partidos habían sido electos en internas limitadas a los militantes, así que cambiar el método era arriesgado. Analizaron las experiencias existentes. Además de los Estados Unidos, las de la izquierda italiana que iniciaron en octubre de 2007 cuando eligieron al alcalde de Roma, Walter Veltroni al frente del Partido Demócrata y las primarias de agosto pasado en Argentina -pioneras en América Latina-, que fueron simultáneas en todos los partidos, abiertas y obligatorias, ambas exitosas, confirmaban al PS francés que ése era el camino.
La idea terminó de prender a fines de 2008 en un PS casi moribundo en medio de acusaciones de fraude contra Martine Aubry por su elección como nueva presidenta del partido frente a Segolène Royal por sólo 42 votos.
Encargado de organizar las primarias, Arnaud Montebourg se reunió varias veces en 2009 con miembros del equipo del presidente Barack Obama para asesorarse. Se trataba de "revalorizar la inventiva política" y se planearon primarias a dos vueltas, una el 9 y otra el 16 de octubre. El resultado hasta ahora es todo un éxito. El PS confiaba en movilizar a 1 millón de votantes, pero al final se rebasaron los 2 millones. Y los analistas califican el experimento como una auténtica “revolución”.
Algo digno de hacer notar es que la decisión de los socialistas franceses de abrirse a todos los simpatizantes de la izquierda fue perfectamente razonada. ¿Qué significaba esto? ¿Abrir las primarias indiscriminadamente a quien quisiera votar? No. Allá pusieron una condicionante a su apertura: para poder participar en estas primarias los votantes debían estar inscritos en el padrón y en el momento de la votación pagar un euro al partido y firmar su adhesión a los valores de la izquierda: "Me identifico con los valores de la izquierda y de la República, en el proyecto de una sociedad de libertad, igualdad, fraternidad, laica, de justicia y progreso solidario", tal era el texto.
Y otro dato interesante es el papel de las encuestas, según las cuales, aún cuando preveían una segunda vuelta, le daban una amplia victoria a Hollande. De hecho, los sondeos previos le otorgaban a éste una ventaja de entre 15 y 18% sobre su más cercana rival, Martine Aubry, pero a la hora de las votaciones el margen fue mucho más estrecho. Los últimos sondeos le pronosticaban 43 a 44% de apoyo a Hollande, seguido de Aubry con apenas 27 a 28%, y el escrutinio reflejó que Hollande se llevó el 39% de las votaciones frente al 31% de Aubry, es decir 8 puntos de diferencia, la mitad de lo que decían las encuestas. Y la sorpresa: 17% para el organizador, Montebourg, a quien apenas le concedían menos de un 10%. Algo ha de significar todo esto. ¿O no?

Publicado en Unomasuno el 11 de octubre de 2011.

PANISMO AMNESICO, PRESIDENCIALISMO RENOVADO


Ruiz Cortines: su estilo le gusta a los panistas


Lo sorprendente no es que haya sucedido. Lo sorprendente es cuánto se le ha ponderado por algunos, como si fuera un logro.

Cuando el PRI perdió la presidencia se creyó que la tradición del “partido presidencial”, es decir el partido dominado por la tutela del gobernante en turno, se había ido con él. Y sin embargo, el saldo de los últimos 11 años de gobiernos panistas ha sido el resucitamiento de ese espíritu, de tal suerte qye hoy, gracias a una alianza evidente entre “El Yunque” y el grupo calderonista, el Partido Acción Nacional da un vuelco en su tradición y en su historia y se alinea al poder presidencial. Me refiero al acto llevado a cabo el domingo en Querétaro en que destacados yunquistas locales se sumaron a la cargada del neo-tapado de Los Pinos, y todo porque se ha extendido la fama de que el señor Ernesto Cordero es el favorecido por el “dedazo”.
¿Nos acordamos de los burdos “destapes” de José López Portillo, de Luis Echeverría y más atrás del de Miguel Alemán en los inicios del PRI? Pues a eso, al parecer, quisieran algunos que regresemos. Y lo peor, insisto, es que además de todo, hasta se aplaude.
Conste que no se trata de que el PAN, partido gobernante, se pelee con sus gobiernos o los confronte actuando como oposición de sí mismo; pero tampoco se trata de reeditar los tiempos en los que las decisiones partidistas, todas, se decidían en Los Pinos o en Palacio Nacional hasta el punto de que los presidentes inventaban a sus sucesores. Que eso es, al parecer, lo que estamos viendo.
Fue Lázaro Cárdenas quien mejoró y consolidó el sistema ideado por Plutarco Elías Calles para garantizarse el control de la política. A él, a Cárdenas, se debe la reestructuración del partido revolucionario en el PRM, es decir en un partido de Estado sometido al liderazgo único del presidente en turno. De tal suerte que el “Tata”, él personalmente, con ayuda de Vicente Lombardo, modificó a su antojo la ideología y el programa del original Partido Nacional Revolucionario y lo volvió el “Frente Popular Mexicano”, un partido a su medida. Exactamente lo mismo que luego de él hicieron, marcar con sus ideas personales la ideología partidista, y decidir las listas de candidatos a senadores y diputados, a gobernadores y hasta a presidentes municipales, sucesivamente, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, etc. Hasta el último presidente priísta, Ernesto Zedillo, que a pesar de lo que se diga, tan dominaba también en el PRI que, con todo y XVII Asamblea –la llamada “asamblea de la rebelión” de 1996-, quitó primero a su artífice Santiago Oñate y luego a Mariano Palacios. Y no sólo eso, sino que hasta impuso a su hombre como el candidato presidencial del PRI en el 2000 a pesar de haber dicho que “se iba a cortar el dedo”.
En ese tiempo los panistas decían y repetían hasta la saciedad que esos modos ya no se valían, que los mexicanos estábamos suficientemente maduros para tener democracia. Pero más o menos a mediados de los 90 llegaron al PAN los llamados “pragmáticos”, y junto con ellos los pan-priístas, y el ideal fundador de Manuel Gómez Morín fue echado al cajón de los trastos viejos.
Preocupante, porque eso es justamente lo que menos necesitamos. Gobernantes todopoderosos, y omnipotentes. Presidentes que ponen y quitan dirigentes de su partido, que designan candidatos y deciden elecciones; pero tampoco disfrazar el viejo presidencialismo de nuevo, como proponen los que ahora nos hablan de un semi-presidencialismo como bandera de oposición.
Y no sólo se trata de la toma del control del PAN por los operadores de Los Pinos, y lo que puede representar, sino de la contradictoria actitud adoptada por quienes ahora se postulan como salvadores del regreso del PRI reeditando sus usos y métodos.
Me refiero al resucitamiento, repito, que estamos viendo de la tradición del “Gran Elector” que aparentemente íbamos a dejar atrás gracias a la alternancia, al irresponsable regocijo con que se asiste al juego truculento con que se maneja la sucesión presidencial desde Los Pinos. Un juego tan cerrado, tan engañoso y mañoso que sólo se equipara al que jugó en su momento Adolfo Ruiz Cortines hace más de medio siglo.
En efecto, en 1957 Ruiz Cortines engañó a todos, manipuló a todos para salirse con la suya de heredar el poder a su delfín Adolfo López Mateos, que sólo por un azar resultó no tan mal presidente pero que llegó a ese cargo de una manera tan burda y antidemocrática que hasta Lázaro Cárdenas externó entonces su famoso mea culpa: “la Revolución –confesó- está en deuda con el pueblo mexicano, pues el peligro de que sectores retardatarios intentaran apoderarse del poder público venía obligando a controlar en cierta forma la libre expresión del voto; pero la madurez que ha alcanzado nuestro pueblo nos impele a reconocer que ha llegado el momento de revisar el pasado y renovar nuestros sistemas electorales”.
Por supuesto que Ruiz Cortines no le hizo ningún caso, y ningún priísta tampoco se sintió apenado por la revelación. Sólo Manuel Gómez Morín criticó el manejo “vertical” del ruizcortinismo y su estilo más solapado pero en la misma tradición anti-democrática de sus antecesores, incluido Cárdenas.
Gómez Morin, fundador del PAN, fue siempre un detractor del sistema presidencialista, al que calificaba de rescoldos del “régimen patriarcal”. El decía que México necesitaba sacudirse de eso, de “los tutores de la vida nacional”, “los mandamases de la onda epirrevolucionaria”, presidentes todopoderosos que copiaban los modos de don Porfirio y que no jugaban más juego que el autoritarismo.
Su ideal del manejo del PAN era una asamblea “sin compromisos previos, sin la simulación de una representación ficticia, sin apetitos personales, animados por el unánime y exclusivo deseo del bien en México. Donde no haya ‘bloques’ ni papeles aprendidos de antemano para recitarse, ni ninguna sombra de coacción intelectual y moral, y menos de otros géneros”.
Soñaba con un partido formado por ciudadanos libres, capaz de romper la tradición del “caudillo”, del gobernante en turno director supremo de la política. Y por eso es muy curioso cómo se argumenta hoy el autoritarismo por quienes, aún dentro del PAN, suponen que para que haya estabilidad en la política es necesario un liderazgo presidencial fuerte, al viejo estilo. Que si “porque no puede gobernarse de otra manera”, que si porque “estorban” las discrepancias dentro del partido gobernante, etc. Cuando no existe país –democrático- en el mundo, adonde las primeras negociaciones que tienen que hacer los gobernantes son, precisamente, con sus partidos. Que por salud nunca apoyan incondicionalmente.
No hay duda, nos falta mucho. Pero ojalá que no tanto.
Contaba José Vasconcelos, santo laico por cierto de los panistas, que después de que le presentó a Alvaro Obregón su renuncia en protesta por los abusos que impunemente cometía un amigo presidencial, se reunió con su equipo y les dijo: "En este régimen estamos destinados al fracaso, no levantaremos cabeza. Sobre mí, sobre ustedes, pesará el estigma de haber sido probos entre los pícaros, aptos entre los ineptos, patriotas entre mercenarios, nobles entre rufianes".
Eso fue en 1923, y casi 100 años después ese sigue siendo el signo denominador de la política.
Lo peor es que hasta en la izquierda hay quien le prende veladoras a Calderón porque cree que la secreta razón por la que apoya a Cordero es porque ya prepara su gran cierre para evitar el regreso del PRI: la madre de las alianzas, un gobierno de coalición amplia, con acuerdos entre todos y desde luego con su bendición para inclinar la balanza electoral. ¡El colmo del gran-electoralismo!

ûblicado en Unomasuno el 4 de octubre de 2011.

LAS PUNTADAS DE CORDERO Y EL SUEÑO DE SER PRESIDENTE

Cuentan las crónicas que hace unos días, en una reunión con diputados panistas en Morelia, el “neo-tapado” del calderonismo, todavía en funciones de secretario de Hacienda, resumió en estas palabras la situación del país: “Que ¡todo está a toda madre!”. Ponderaba de ese modo los avances económicos alcanzados según él durante los dos regímenes panistas, de los cuales, de llegar a ser Presidente como sueña, él pretende ser continuador.

La cuestión es que alguien que dice una cosa así en un país como México o es un inconsciente o peor, un demagogo. Porque con ese tipo de discurso -muy parecido por cierto al que proclamaban los “científicos” porfirianos poco antes de las elecciones de 1910-, lo único que queda en evidencia es el divorcio que existe no solamente entre la realidad y los funcionarios del gobierno sino entre estos y la mayoría de la sociedad.
Lo que pasa, dice el señor Cordero, es que estamos muy bien pero la gente no se da cuenta, la percepción de los mexicanos “es peor” y –así lo dijo textualmente- somos más exigentes de lo que las cifras muestran.
No es por cierto la primera vez que tiene este tipo de puntadas, según esto aconsejado por los mercadólogos como estrategia para posicionarse. Empezando con su revelación de que con 6 mil pesos de salario una familia vive muy bien, que le alcanza para coche y hasta para pagar escuela privada; y siguiendo con su casi slogan de que en términos de justicia social “estamos mejor que hace 10 años” el “neo-tapado” presume su cinismo.
Yo no sé si efectivamente este señor haga ese tipo de declaraciones para llamar la atención, lo que sí es que su talento en todo caso no da más que para eso puesto que se ha visto ya que le queda muy grande el asiento que ocuparon personajes como Antonio Ortiz Mena y Eduardo Suárez, por mencionar sólo a dos de los más notables secretarios de Hacienda que ha tenido este país.
Y me refiero a lo que la realidad arroja: los resultados del Censo de Población y Vivienda 2010, por ejemplo, no dejan lugar a dudas: el gobierno de Calderón, y en general los gobiernos del PAN, han sido un verdadero fracaso en lo que a lo social se refiere. Es falso que hayan generado mayor equidad, y en cambio han resultado un tremendo fiasco para el país; lo cual, conviene aclararlo, no significa que sus antecesores priístas hayan sido mejores. Pero el tema hoy es el PAN y las supuestas bondades que le sirven al señor Cordero de plataforma para hacer realidad su sueño de ser Presidente.
Hablemos de educación: los resultados de las administraciones panistas son desastrosos de acuerdo con los resultados del propio Censo que en el año 2000 mostraban que el grado promedio de escolaridad era de 7.5 años cursados; que en los resultados del Conteo de Población y Vivienda de 2005 mostraban un magro avance de 0.6 grados, pero que ahora, considerando el periodo 2005-2010, manifiestan un “espectacular” crecimiento de otro 0.5 grados de escolaridad, para llegar al “impresionante” promedio de 8.6 grados, dato que no impresiona en realidad a nadie puesto que implica que en promedio los mexicanos no hemos concluido ni la secundaria.
Y en materia de salud las cosas no van mejor, a pesar de la proclama presidencial que decretó que José Angel Córdova había sido durante su desempeño “el mejor secretario de Salud que ha tenido México”: además de la desarticulación y fractura de un sistema nacional de salud que ofrece servicios de distinta calidad, en función de la institución que presta los servicios, incrementando con ello la desigualdad siempre en contra de los más pobres, los magros avances conseguidos son evidentes.
La meta sexenal era llegar a un 100% en cobertura del llamado Seguro Popular, y sin embargo, los datos del Censo muestran que aún con la propaganda oficial, únicamente el 64.8% de los mexicanos cuenta con lo que oficialmente es denominado como “derechohabiencia”, es decir, solo dos terceras partes de la población, lo que en números absolutos implica que están sin cobertura cerca de 40 millones de personas, una magnitud casi similar a la población total, sumadas, del DF, Estado de México, Morelos, Tlaxcala, Aguascalientes, Guanajuato Puebla, Querétaro, Hidalgo y Colima.
Y ya hablando de cuestiones económicas, ¿cuáles son concretamente las cartas credenciales con las cuales se presenta y nos quieren vender al “neo-tapado” del calderonismo? Bueno, para no ir más lejos, está el Indice de Libertad Económica. Según este documento presentado recientemente por el Instituto Fraser, México retrocedió en los últimos 5 años en la capacidad para hacer que la economía fluya, al pasar del lugar 58 que ocupaba en 2006 al 75 este año. Pero lo peor no es eso sino que su conclusión es que el crecimiento de México durante los últimos 30 años ha sido mediocre, muy por debajo de sus posibilidades e insuficiente para aumentar los niveles de bienestar de los mexicanos. “México –sostiene el documento- ha crecido a una tasa promedio de 2.6% entre 1980 y 2012, mientras que otras economías que se consideraban menos desarrolladas lo han hecho a tasas promedio mayores a 6%”. Es decir, que no hay diferencia entre los últimos gobiernos del PRI y los dos del PAN y, contra lo que dice el señor Cordero, no hay ninguna mejoría en los últimos 10 años con respecto a los anteriores.
Como puede verse por estos y otros datos los avances han sido raquíticos, lo que en cualquier país democrático llevaría, como consecuencia lógica, a una crisis del gobierno, por descrédito; pero aquí tal parece que es razón suficiente para que algunos se sientan presidenciables y además, con posibilidades reales de ganar.
Lo más curioso es que apenas antier Felipe Calderón reprochó a su partido y a sus militantes su alejamiento de la ética en el ejercicio de la política.
En un país adonde la asociación de la moral con la política se ha prestado a hipocresía y a la doble moral, o adonde simplemente es vista como algo iluso o hasta “impolítico”, esta declaración sorprende, sobre todo por el contexto en el que se da.
Recordamos a Gonzalo N. Santos respondiendo que “la moral es un árbol que da moras” cada vez que le cuestionaban sus métodos; pero también a los gobernadores panistas, persignándose con una mano frente a los vicios y los errores del PRI, y con la otra dando concesiones a amigos y parientes para hacer negocios a costa del gobierno.
A los panistas les gusta mucho hablar de moral, pero también de populismo. A todo aquél que quieren descalificar lo califican de “populista”. Y sin embargo, se les olvida, o más bien quisieran que olvidáramos, que uno de los rasgos distintivos del populismo real es que se desarrolla por las facciones inmovilistas básicamente para obtener legitimidad de los sectores populares y preservar las cosas como están; en síntesis, para evitar cambiar. Es, pues, la fachada de una estrategia política estrechamente articulada a la económica para favorecer el control de un grupo poderoso. Una especie de movilización política a fin de desmovilizar a los sectores de clase que pueden formular demandas y hacer cambios.
En pocas palabras, el populismo activa y al mismo tiempo incorpora, subordina y coopta al aparato estatal sectores de clase estratégicos, haciendo más controlables sus demandas y encausándolas en un proceso de desradicalización que no es otra cosa que la deshabilitación de toda posibilidad de cambio. Exactamente lo que ha hecho el PAN en el México de la alternancia, del 2000 para acá.
Dicen que no tiene que ver donde se estudia. Sin embargo, y lejos de satanizar la educación privada y mucho menos generalizar, ya estamos viendo que no es lo mismo ser alumno de Jesús Silva Herzog (padre) o de Narciso Bassols que de Javier Beristáin o Pedro Aspe. ¡Claro que hay diferencia!


Publicado en Unomasuno el 27 de septiembre de 2011.

DEL “NIÑO VERDE” Y DEL CINISMO EN LA POLITICA

Una de las causas del descrédito de la política es el cinismo de nuestros políticos.
Que no se conforman con hacer sus picardías sino que además, cuando se les exhibe, se presentan como si fueran víctimas o sencillamente hacen como que no pasa nada.
Casos de políticos exhibidos en sus miserias y debilidades, sobran. Basta echar un vistazo a nuestras Cámaras y a las dirigencias de los partidos para constatarlo. Tenemos de todo: acusados de narcotráfico, de peculado, de tráfico de influencias, hasta de violación. Pero eso sí, a diario los vemos pontificando y aconsejando, opinando sobre el “bien” del país y “defendiendo” la ética y la decencia.
A favor tienen la corta memoria de los ciudadanos y la impunidad que prevalece.
Y es el caso del llamado “Niño Verde”, que dejó de ser presidente nacional de su partido, el PVEM, luego de permanecer en el cargo por más de 10 años, cuando sucedió… a su padre.
Desde luego que para sucederlo a él se perfilan sus hombres de mayor confianza, al no existir por de pronto nietos. Pero además, tanto el padre, Jorge González Torres, como su junior Jorge Emilio, tienen asegurado que serán consejeros nacionales de “su” partido. Y se dice que el segundo tendría amarrada ya una senaduría vía plurinominal, que sería la segunda, por cierto. Esta obtenida, se dice, gracias a las negociaciones con el PRI para una eventual alianza en el 2012.
¿Es que ya se olvidaron los escándalos del consabido “niño” en el pasado, su por demás ridícula excusa de que lo “chamaquearon” cuando se exhibieron evidencias de sus trafiques? Pues por lo visto sí.
Y lo más lamentable es que no es un caso aislado, pues todo es posible en un país adonde las carreras políticas se deciden por intereses ajenos a los de los realmente interesados, llámense agremiados de un sindicato o votantes; adonde la vigencia o no de un político se da en función de las conveniencias del poderoso en turno o de las alianzas que necesita para sostenerse en el cargo o para hacerse fuerte.
Recuerdo la autobiografía de Mario Guerra Leal, un joven idealista, que inició su carrera en un partido de oposición hace 50 años, defendiendo presos políticos, luchando contra el fraude y la corrupción, soñando con un mejor país... y terminó sirviendo los intereses del gobierno, a sueldo por la secretaría de Gobernación, armando y creando movimientos y partidos dizque “de oposición”, para aparentar “democracia” y hacerle el trabajo sucio al PRI. Su libro se llama “La Grilla”, y si resulta aleccionadora la lectura de las “Memorias” de Gonzalo N. Santos para entender la psicología de ciertos priístas, esta obra de Guerra Leal resulta igualmente indispensable para entender los alcances de lo que algunos entienden por “oposición” y que no es mas que un negocio de unos cuantos vivales.
Me vienen a la memoria otros casos. Nuestros “próceres” del obrerismo, los “padres” del sindicalismo mexicano, por ejemplo. Luis N. Morones, el fundador de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) y del Partido Laborista que tuvo una gran fuerza en los años 20; y Vicente Lombardo Toledano, el fundador nada menos que de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y del partido Popular Socialista (PPS) que por años se ostentó como “la izquierda constructiva”, “civilizada”, en realidad palero del PRI.
Este último señor, cuyo nombre por cierto podemos leer en letras de oro en los muros del Congreso, no solamente fue un oportunista que un día fue callista y otro anti-callista, que de anti-comunista furibundo pasó a peón del comunismo internacional (él fue uno de los instrumentos en 1929 para romper relaciones con la URSS cuando esa asociación le estorbaba al gobierno de entonces, y luego el responsable de la aplicación acá de las consignas de la Internacional Comunista de acuerdo con Lázaro Cárdenas), sino que además de todo fue agente de la KGB y hasta nombre en clave poseía: “Sh”, según los archivos del Kremlin.
Por lo que se refiere a Morones, además de corromper el sindicalismo (de él es obra la llamada “cláusula de exclusión”, por la cual sólo podían ser miembros de un sindicato los militantes del partido oficial), prácticamente fue el amo de México durante por lo menos un sexenio –el de Plutarco Elías Calles-, al grado de que hasta se dice que tuvo que ver con el asesinato de varios enemigos del propio Calles y aún de Alvaro Obregón, con quien acabó enfrentado por el poder, abiertamente, y hasta señalado por su muerte.
Según Antonio Rios Zertuche, jefe de la policía encargado de investigar el crimen de Obregón, él tenía las pruebas que implicaban a Morones y a varios incondicionales suyos pero se las robaron, así que nunca lo pudo demostrar en realidad. Sin embargo, años antes fue tan obvia la participación de Morones en los asesinatos y secuestros de varios diputados y senadores, cuando se necesitaba aprobar los Tratados de Bucareli y estos le estorbaban, que sólo lo salvó de la cárcel su amistad con los jefes sonorenses.
En fin, que sobran las páginas de cinismo en nuestra política. Precisamente Gonzalo N. Santos contaba cómo el día de las elecciones de 1940, por órdenes del jefe de prensa de Los Pinos, Agustín Arroyo Ch, tomó a sangre y fuego la casilla donde debía votar el Presidente de ese entonces, nada menos que Lázaro Cárdenas, quien no había podido hacerlo porque estaba llena de almazanistas, es decir, de opositores, y el señor consideró que eso no le iba bien a su investidura. Pues bien, relata Santos que arrasó con los almazanistas, que sustituyó a los directivos de la casilla con pistoleros y que apenas le dio tiempo de limpiar a manguerazgos el lugar de sangre, cuando llegó sonriente Cárdenas a votar en una urna donde el único voto que había era el suyo, por lo que tuvo que rellenarlo con votos falsos, ordenando así a sus corifeos, en el papel de “escrutadores”: “A vaciar el padrón y rellenar el cajoncito y a la hora de la votación no me discriminen a los muertos pues todos son ciudadanos y tienen derecho a votar”.
Todavía relata Santos que cuando se presentó en las oficinas del PRM y les contó sus “hazañas” a los generales Avila Camacho y Heriberto Jara, candidato presidencial el primero y presidente del partido el segundo, “con todas sus letras... sin omitir detalle ni siquiera de la orden a los miembros de la casilla para que votaran ‘los fieles difuntos”, don Manuel -que luego sería conocido como “el presidente caballero”- instruyó muerto de risa al general Jara: “Aquí están en la antesala los reporteros de la prensa, hágales usted una declaración, a nombre mío y de usted, de que el senador Santos no ha salido en todo el día del Partido, donde nos ha estado acompañando a mí y a usted’”.
Esa es la escuela de nuestros políticos. Aunque lo que inquieta ahora, lo que más molesta específicamente en el caso del “Niño Verde” es que se supone que ahora vivimos otros tiempos. O al menos eso se dice.
Lo peor es que es más que sabido que si el Partido Verde sobrevive y su ”niño” regresa una vez más al Senado será, no gracias al voto de los electores, sino a las maniobras que implican sus alianzas con el PRI, partido que cada 3 años le asegura su sobrevivencia política y, claro, el jugoso presupuesto oficial, por el sólo hecho de usar su membrete.
La pregunta que queda hacer es: ¿qué tanto hemos cambiado y qué tanto estamos dispuestos a cambiar?


Publicado en Unomasuno el 20 de septiembre de 2011.

DISCURSOS ENGAÑOSOS, PREGUNTAS A LOS PRECANDIDATOS

Hay dos discursos que han sido el eje de las precampañas adelantadas que arrancaron casi desde que inició el actual gobierno. Uno es ese que afirma que vivimos “mejores tiempos” que los de los años priístas, que “gracias al PAN” ahora “sí tenemos” democracia, transparencia, libertades, lucha contra la pobreza, combate al narco, etc., etc. Y otro es ese que asegura exactamente lo contrario, que los tiempos que vivimos son los peores que hemos tenido y que por eso es preferible volver a los estilos con que nos gobernaban los priístas, porque ellos sí que sabían hacer las cosas bien, con democracia y transparencia, con eficacia y sensibilidad social y sin el flagelo de la violencia y la inseguridad.

La verdad es que ambos discursos son mentira pura, obviamente propaganda, pues en el fondo lo que tienden es a idealizar tanto a panistas como a priístas como si no fueran lo mismo y cuando, por otro lado, todo esto que se dice no es sino reflejo de la frivolidad y superficialidad con la que hoy se hace política y se pretenden construir “prestigios” y ganar votos, tan frívola y superficialmente como que cuando no se habla de las gracias o la belleza de las novias o las esposas se nos ofertan paraísos engañosos mediante propuestas huecas y baratas que no llegan al meollo de lo que realmente necesita el país.
¿O qué de veras hay quien pueda pensar que la “guerra del narco” fue el mayor acierto de este gobierno, que gracias a ella ahora sí se ha acabado con la impunidad y la colusión de autoridades y narcotraficantes y que resultado de ella algún día vamos a tener una gran tranquilidad? Y ya yéndonos atrás, ¿a poco hay quien pueda decir en serio que estábamos mejor en los años del PRI, cuando se tomaban las decisiones sin discusión alguna, cuando el Presidente en turno tenía a bien meter la mano en todo, en los partidos, en el Congreso, en la economía, en la seguridad, en los negocios, sin que nadie pudiera decirle nada?
Lo peor es que hay quienes se quieren pasar de listos y aparentando “más seriedad” nos ofertan las propuestas que sólo le sirven a los políticos como si fueran las propuestas ciudadanas, y por ende las que nos interesan a nosotros los ciudadanos.
Tal es el caso de la “genial” oferta que se ha venido publicitando mucho últimamente de pasar del sistema presidencialista al parlamentario y crear un jefe de gobierno o de gabinete para que gobierne junto al Presidente de la República -obvio, de un partido uno y de otro partido el otro- y hacer lo que se llama un gobierno de coalición, en realidad un gobierno de acuerdos en la cúpula, entre partidos, para repartirse el pastel por encima incluso de los votos.
Reconociendo la necesidad de una Reforma del Estado de verdad pero también que hay un saldo social negativo de los últimos 25 años por lo menos, resultado del abandono de un proyecto nacional o de la ausencia de uno nuevo, como se le quiera ver, yo pienso que deberíamos estarle formulando una serie de preguntas a quienes se dicen precandidatos con el objeto de clarificar cuáles son las soluciones que ellos proponen en caso de ser Presidentes de la República, que nos permitan trascender la frivolidad y la mera mercadotecnia en la contienda del 2012 pero también para evitar que prevalezcan los temas de los políticos sobre los temas que realmente preocupan a la sociedad. Y se me ocurren entre otras, por ejemplo, las siguientes preguntas:
¿Considera usted que el actual modelo económico es el adecuado y que hay que continuarlo, o bien que ha fracasado y por lo tanto que es necesario un modelo alternativo? En caso de esto último, ¿cuál modelo propone y qué prioridad otorga usted en el mismo a la inversión privada nacional y extranjera?
¿Estaría dispuesto a proponer y/o apoyar iniciativas para ampliar la incidencia de los ciudadanos en las decisiones del gobierno y que le den mayor poder a la gente sobre sus representantes? ¿Se sometería usted a un ejercicio de consulta para la revocación del mandato?
¿Cuál es su propuesta para asegurar que los servicios de salud y educación lleguen al mayor número, para darle viabilidad al seguro social y a las pensiones, así como para garantizarle un lugar en las universidades públicas a todos nuestros jóvenes? ¿Considera mantener los programas sociales del actual gobierno o bien impulsar una nueva política social? En este último caso, ¿cuáles serían sus criterios de operación y aplicación y cual sería su plan financiero para sostenerla?
¿Está usted de acuerdo con la reforma laboral impulsada por el actual gobierno o bien tiene una propuesta diferente? ¿De qué manera se propone preservar y aún ampliar los derechos de los trabajadores, aparejado esto a políticas de impulso al empleo y fomento al salario remunerador, y cuáles serían estas últimas?
¿Estaría usted de acuerdo con que continuara la estrategia actual en matera de seguridad o tiene un plan distinto, que a la vez que garantice la seguridad de los ciudadanos y el combate efectivo al crimen organizado, respete la ley y preserve los derechos humanos?
¿Estaría usted de acuerdo en que se continuara la actual política energética, la apertura indiscriminada para la explotación de nuestros recursos a inversionistas extranjeros, aún en áreas estratégicas, o tiene una propuesta alternativa al respecto? ¿Cuál es esa propuesta y de qué manera la vincula con la necesidad de modernizar nuestra industria e impulsar el desarrollo del país? ¿Tiene un plan específico para PEMEX y considera políticas de apoyo a las energías alternativas?
¿Estaría usted de acuerdo en que continuara el régimen de privilegios fiscales para los grandes capitales y la preservación de los monopolios o tiene una propuesta de reforma fiscal alterna? En caso de tenerla, ¿de que manera la piensa plantear como herramienta de redistribución de la riqueza y de justicia, así como de sostenimiento del Estado?
¿Está usted de acuerdo con el planteamiento de que estamos mejor que hace 10 años, o bien piensa que es necesario un cambio en las políticas gubernamentales? De ser así, ¿qué piensa hacer para reducir efectivamente la pobreza y para elevar el nivel de vida de la mayoría sin desalentar la inversión privada y sin olvidarse de las clases medias?
¿Cree usted que los problemas de México se arreglarían sólo con un cambio de régimen político, mediante un pacto entre los partidos, o es necesario ir más allá y hacer cambios más profundos en materia económica y social? En caso de ser así, ¿cómo los diferenciaría de las políticas populistas de antaño y cómo piensa hacerlos realidad en un marco de democracia ampliada? ¿Qué lugar le da usted en sus prioridades programáticas al combate a la corrupción y al tema de la austeridad y la transparencia en el desempeño del gobierno?
¿Qué piensa usted hacer para contribuir a mejorar efectivamente nuestra democracia, para asegurar la credibilidad en las elecciones y en las instituciones derivadas de estas? ¿Cree que el IFE funciona adecuadamente o es necesaria una reforma del mismo que garantice su plena representatividad ciudadana? ¿Cree que los partidos deban seguir siendo los que decidan su integración, o bien qué opina de que los consejeros del IFE fueran electos de manera directa por los ciudadanos?
¿Sería usted promotor de la idea de que el Procurador General de la República y el Presidente de la Suprema Corte fueran electos de manera directa por los ciudadanos?
Y finalmente ¿estaría usted dispuesto a apoyar la realización de un nuevo Congreso Constituyente, como la base para un Nuevo Pacto Social, o cree que basta con hacer alianzas partidistas y legislativas en el marco legal actual
Esperamos las respuestas.

Publicado en Unomasuno el 13 de septiembre de 2011.

ALGO DE HISTORIA Y DE LOS ESTILOS DEL VIEJO PRI

Expresidentes priístas... Echeverría, López Portillo, De la Madrid.
Ha sido por lo menos curiosa la actitud de los panistas ahora que tienen el poder. Se la pasan criticando a los priístas pero se la pasan igual, tratando de gobernar como ellos, imitando sus modos, sus estilos, aprovechando los vicios del viejo régimen para apuntalarse y asegurar su continuidad en el poder con discursos como ese que trata de convencernos de que en el priato “todo era corrupción”, que imperaba el amiguismo y el compadrazgo. Y lo peor es que dicho por señores como el titular de la secretaría de Hacienda, que sólo se explica que esté en ese sitial por su amistad con el Presidente en turno.

Eso no significa, como sugieren mañosamente los priístas, que lo que pasó antes haya estado mejor. ¿Quién era José López Portillo antes de llegar a la secretaría de Hacienda? ¿Qué méritos tenían para haber llegado al gabinete personajes como Rosa Luz Alegría, Eduardo Pesqueira, Esteban Moctezuma y, ya en el colmo, “el Negro” Durazo? La verdad es que todos ellos fueron creaciones presidenciales sin más mérito que la amistad o el parentesco, la mayoría de las veces sin tener siquiera experiencia en las responsabilidades que se les encomendaron. Pero que no nos vengan los panistas con que ellos son mejores, porque habría que recordarles algunos casos que ejemplifican muy bien que el amiguismo, la improvisación y el nepotismo, pero más aún la corrupción y la antidemocracia si bien no llegaron con los gobiernos del PAN bastante que han sido aprovechados y hasta estimulados por ellos. ¿Así que con qué cara se escandalizan hoy de los Moreira quienes han engendrado a las Gómez del Campo, a los Vicencio Tovar y a los Gómez Mont?
En fin, que esto viene a relación por el manejo que se está dando a la sucesión presidencial desde Los Pinos y al discurso –insisto- con el que se pretende arropar a quien a todas luces aparece como el “tapado” presidencial, que por un lado perora contra el regreso al pasado y por otro se beneficia y construye sus posibilidades exactamente igual como se construía a los ungidos por el “gran dedo” en los criticados gobiernos del PRI.
Me refiero a la manera como llegó a la presidencia Luis Echeverría, por ejemplo, una carrera hecha en los pasillos de Palacio, mediante un servilismo y una abyección que ha sido motivo de infinidad de anécdotas; o José López Portillo, cuyo único mérito fue ser amigo de la infancia de Echeverría; y un poco más atrás Miguel Alemán, encumbrado en un momento en el que las figuras populares eran militares pero como el Presidente en turno pensaba que su deber era “interpretar” lo que quería el pueblo y como según él el pueblo no quería más militares, decidió orientar su dedo hacia los civiles y organizar las elecciones para que esa interpretación se convirtiera en hecho.
Efectivamente, igual que ahora, en 1945 Manuel Avila Camacho tenía su favorito, dicen quienes lo conocieron que profesaba una auténtica “debilidad” por su joven secretario de Gobernación, pero como además le gustaba jugar el juego de la democracia, para imponerlo antidemocráticamente montó toda una simulación. Dejó que se manifestaran los intereses políticos de varios aspirantes, hombres de la talla de Javier Rojo Gómez, Miguel Henríquez Guzmán, Jesús Agustín Castro y Ezequiel Padilla; alentó incuso las aspiraciones de alguno de ellos, dejó hasta que integraran sus grupos de apoyo, sólo que llegado el momento de la gran decisión los mandó llamar uno por uno y los hizo recular.
Desde luego que los Lozano, los Lujambio y los Cordero distan mucho de las biografías y el talento de aquellos personajes, pero los vicios y las mañas son los mismos. Contaba José C. Valadés que para asegurar su decisión el señor Avila Camacho simplemente llamó a los presidenciables y le hizo saber que el candidato era Alemán. Así lo hizo con Henríquez, con Rojo Gómez, con Agustín Castro y con Padilla desde luego, pero éste último de plano se negó a declinar y se lanzó a una campaña desigual que acabó en fraude y con la obvia imposición del señalado por la voluntad presidencial.
Por cierto que Avila Camacho hizo en su quinto informe profesión de fe democrática y ofreció: “Todos aquellos que, dentro de los términos legales, aspiren a contender en la lid de las próximas elecciones, gozarán, sean quienes fueren, de las garantías que ha de impartir el Ejecutivo a los ciudadanos para que su voluntad se defina nítidamente”. Parte del ritual, claro, y una prueba más de lo confiable que en este país ha sido la palabra presidencial sobre todo en cuanto a elecciones se refiere.
Y así podríamos seguir nuestro recuento, que incluye a don Francisco I. Madero, nada menos que el “apóstol de la democracia”, quien siendo Presidente no sólo impuso como Vicepresidente a un amigo sino que se empeñó en que llegaran a los gobiernos de los estados puros revolucionarios y no titubeó en meter las manos en las elecciones de aquellos años. Contaba Eduardo Correa que con motivo de las elecciones en Michoacán, habiendo ganado la gubernatura el Partido Católico, el jefe de la zona militar, el general Casso López, le dio el triunfo al candidato maderista, y cuando los líderes católicos acudieron a protestar ante el Presidente éste les contestó tranquilamente que la revolución tenía que ganar en Michoacán pero que reconocía que ellos debían tener alguna participación, por lo que sacando de la bolsa de su saco la planilla de diputados tachó algunos nombres y en su lugar puso el de los católicos.
Al menos Madero lo hacía abiertamente. Porque hay de estilos a estilos. Y si de hipocresía y engaños se trata, el maestro fue sin duda Adolfo Ruiz Cortines, quien podía jactarse de que engañó a todos en el juego de su sucesión. Fue tan cínico que le hizo creer a Gilberto Flores Muñoz que él sería el elegido, y cuando no pasó esto y Flores le fue a reclamar, simplemente le dijo: “La perdimos, ‘pollo’ –así lo llamaba-, la perdimos”. Y a Adolfo López Mateos igual. Según Luis Spota el entonces secretario del Trabajo le había platicado cómo supo que era el elegido: “Aproximadamente como un mes antes del destape –le confesó- en un acuerdo presidencial, don Adolfo (Ruiz Cortines) súbitamente me preguntó mi edad. Al yo decirle que 48 años, movió la cabeza negativamente expresando: ‘Muy joven, señor licenciado. Habrá que esperar; ya ve, yo llegué a los 62’. Me sentí descartado y procuré resignarme. Al mes me citó en Los Pinos y sin mayor preámbulo me informó que al día siguiente iba yo a ser destapado… Mi sorpresa fue mayúscula… ¿Por qué –le dije- hace un mes me descartó usted? ‘Me faltaba una prueba –me contestó-: sus reacciones a la adversidad, pero, además, no era conveniente que usted se enterara con tanta anticipación’”.
¡Así se hacían los Presidentes en la era del PRI! Y cuando uno recuerda esto no puede menos que concluir en que hay un dejo ruizcortiniano en lo que pasa hoy. Es tan parecido, que entre algunos panistas existe la certidumbre de que Felipe Calderón optará finalmente por apoyar a un candidato ajeno a su partido y en la izquierda hay quien se hace cruces esperando que salga de sus filas ese favorecido. No por nada, a sabiendas de sus prácticas, el ex priísta Juan José Rodríguez Prats, quien es hoy ideólogo del PAN, escribió a manera de conclusión en su biografía de Ruiz Cortines: “Fue un político que le imprimió a su carrera la devoción por los principios morales”. Sí claro, de la moral del viejo PRI que es, claramente, la moral de algunos panistas, ya que para nadie es un secreto que entre la clase política actual más de uno quisiera emular a aquellos viejos políticos. Y los tiene como ejemplo.
Es decir, que efectivamente con estos métodos es muy posible que a cualquiera se le encumbre como Presidente. Que, como dice Andrés Manuel López Obrador, “hasta una vaca gane”. Porque si es malo el método, peor aún es a quien puede acabar por beneficiar. Pues al menos en los años del PRI había entre los priístas mucha gente de talento, brillante, políticos que entendían lo que era la política, pero ahora, a lo más a que podemos aspirar es a que de los panistas llegue el menos mediano. Basta ver su pasarela.

Publicado en Unomasuno el 6 de septiembre de 2011.

¿GOBIERNO DE COALICION O GOBIERNO DE CAMBIO?

Santa Anna, inauguró los gobiernos de coalición en México


Maximiliano: otro buen ejemplo de gobierno de coalición




















Muy feliz debe estar el senador Manlio Fabio Beltrones por este inesperado cuanto gratuito relanzamiento de su candidatura que no viene, por cierto, de las filas de su partido.

Cuando ya casi nadie se acordaba de su propuesta de reforma del Estado la adoptó, y nada menos que desde la izquierda, Marcelo Ebrard; y ahora un grupo de intelectuales y políticos de amplio signo asumen su promoción, planteándola incluso como criterio de calificación de todos los aspirantes presidenciales. Es decir, que lo que ellos pretenden es que en base a su posición frente a ciertos arreglos al régimen político se califique la aptitud para gobernar de quienes están siendo señalados como posibles candidatos. Algo en lo que, desde luego, lleva ventaja el senador priísta.
Dirán misa los promoventes. Que “la reforma del Estado no es monopolio de nadie”, que “ellos también tienen años luchando por ella”. El caso es que la mayoría con quien la identificamos es con Beltrones y nadie le puede escatimar a éste, por cierto, el mérito de haber sido tenaz impulsor desde hace varios años de temas como la creación de la figura de un jefe de gabinete o de gobierno, la ratificación por el Congreso de los integrantes del gabinete y la posibilidad de tener un gobierno de coalición.
El problema, más allá de la discusión -que la amerita- acerca de las bondades o no de estos planteamientos, es que ninguno de ellos incide en lo que en verdad nos importa a nosotros, los ciudadanos. Y no tanto porque sean malos sino porque si bien es claro que los ciudadanos no tenemos por qué entrarle al juego de los políticos tampoco deberían hacerlo quienes aspiran a representarnos pues le estarían haciendo el caldo gordo a quienes lo único que están buscando es un lugar en el reparto, participación del poder, pero no cambiar al país que es lo que se realmente se necesita; al grado de que con una reforma del Estado como la que se propone lo único que se garantiza es que ellos, los políticos, hagan lo que quieren, y con mucha mayor facilidad.
Y no solo eso, sino que con todo lo que de atractivo tiene esta propuesta para los partidos nunca ha sido una solución para el país. Lo que pasa es que ya hemos tenido experiencias de gobiernos compartidos, me refiero a que desde la Constitución de 1824 se establecía que sería Presidente el que ganara más votos y Vicepresidente el que le siguiera en preferencias, y el resultado fue desastroso porque no garantizó ni los acuerdos ni la estabilidad. Lo que es más, consciente de esto el primer promotor de los gobiernos de coalición fue nada menos que Antonio López de Santa Anna. Si hay un buen ejemplo de un gobierno pactista son los suyos, en los que llegó a tener juntos en su gabinete a Lucas Alamán y a Antonio de Haro y Tamariz, ideólogos del Partido Conservador, y a Valentín Gómez Farías y Miguel Lerdo de Tejada, ideólogos del Partido Liberal puro. Pero ni así evitó el fracaso.
Como también fracasó Maximiliano de Habsburgo, otro promotor de los gobiernos de coalición. Basta recordar que uno de los objetivos de Maximiliano, una vez instalado aquí, fue tener un gobierno que incluyera a liberales y conservadores y para ese efecto dedicó buena parte de sus energías (hasta a Juárez le llegó a proponer un puesto), y nunca se cansó de alardear de sus “golpes de estado”, así les llamaba, que daba en cada provincia que visitaba, quitando funcionarios “cangrejos” para suplirlos con liberales.
Pues bien, Santa Anna y Maximiliano fracasaron a pesar de sus intentos conciliatorios, de sus pactos y sus acuerdos, porque el problema de la gobernabilidad en México nunca ha sido de reparto del poder sino de legitimidad. De democracia pues. Por eso el 99% de las crisis de este país han tenido como detonador el origen de nuestros gobernantes. Y eso, está visto, no se resuelve con alianzas. Vaya, si el actual gobierno no ha podido cuajar acuerdos no es porque no se puedan hacer (el caso es que los hizo, tanto con el PRI como con el PRD) sino por su falta de legitimidad para sostenerlos. Y mientras no contemos con instituciones que aseguren la democracia pero que además generen credibilidad en las elecciones y en las instituciones derivadas de estas de tal suerte que los gobernantes lleguen con toda la fuerza política, legal y moral, ningún modelo funcionará sea del partido que sea.
Eso, en cuanto a los temas que le preocupan a los políticos. Porque los temas que le interesan a la sociedad, insisto, no son los mismos. Y es que en un país como México, con las condiciones que actualmente tenemos, antes que pensar en el reparto del poder tendríamos que pensar en el reparto de la riqueza. Antes que en la tranquilidad de los políticos tendríamos que trabajar en la tranquilidad de los ciudadanos y asegurar la estabilización del país. O, en todo caso, hacer un reparto del poder sí, pero hacia abajo, no en la cúpula, que es lo que ha venido planteando desde hace años Beltrones.
Hablo de democracia directa. Ese es el tema: compartir el poder sí, pero con la gente. Apertura de los partidos, apertura del gobierno, mecanismos compensatorios no entre poderes y partidos sino entre los políticos y la sociedad: referéndum, plebiscito, iniciativa ciudadana, candidaturas independientes, revocación del mandato. Lo que en cualquier democracia que se precie forma parte del catálogo de conquistas populares que permiten relegitimar permanentemente el sistema de representación, de tal suerte que con presidencialismo o con parlamentarismo -lo mismo da- la legitimidad de quienes llegan al poder esté asegurada, pero sobre todo y más que eso que los ciudadanos vamos a tener sobre ellos el control real para mantenerlos o quitarlos en caso de fallarnos. Tal es en síntesis la reforma del Estado que se necesita, si en verdad queremos cambiar nuestra suerte. ¿O es que alguien puede creer que a la gente le preocupa si tenemos un Presidente o un jefe de Gobierno y uno de Estado? ¿De verdad alguien cree que la gente pueda estar más interesada en debatir acerca del presidencialismo y el parlamentarismo que por aquello que afecta sus bolsillos y se refleja en sus mesas?
El hecho es que hay temas mucho más sensibles al ciudadano común que debieran ser parte de un cuestionamiento que presentarle a los presidenciables para efectivamente saber a qué atenernos con ellos. Hablo, concretamente, del tema del empleo y los salarios, que impone la urgencia de elevar el nivel de vida y asegurar el acceso de todos a los servicios de salud y educación; pero también de la necesidad de reducir la brecha de la desigualdad mediante un proyecto de cambio alternativo que sea además incluyente, que respete el derecho y se base en el consenso democrático; que atienda al reclamo de seguridad y paz poniendo fin a la política de uso y abuso del Ejército y con pleno respeto a las libertades civiles y a los derechos humanos; que garantice que esos cambios para una distribución más justa y para atender de manera especial a quienes se encuentran en pobreza o extrema pobreza se harán sin excluir a nadie, sin que nadie sea menos, o más, o sienta que no tuvo la misma oportunidad de otros; y no permita ningún tipo de influencia política en las investigaciones judiciales del Estado. Temas a partir de las cuales sí que se podría armar muy bien un gobierno de acuerdos, de unidad, pero no en abstracto sino en interés del pueblo.
Por otro lado, y con todo el respeto que me merecen los promoventes del cuestionario para los presidenciables, yo creo que lo que dicen que es un problema de nuestro actual modelo no lo es tanto. Me refiero a que dicen ellos que el hecho de no tener acuerdos políticos o mayorías “estables” ha dañado la gobernabilidad y sin embargo ha sido eso precisamente lo que ha impedido que sea mayor el atraco por parte de algunos partidos y aun del propio gobierno; lo que nos ha salvado de que se entreguen todavía más al extranjero nuestros recursos energéticos, por ejemplo, o de que se entierren nuestras conquistas obreras mediante reformas antihistóricas y engañosas.
El cuestionamiento pues, que se hace del actual régimen político ha acabado por ser es su mayor virtud porque ha funcionado como un contrapeso real. Y eso es lo que se necesita cuando quienes se supone que nos representan en realidad no lo hacen, o no lo hacen bien.
En fin, que el debate en torno a si necesitamos un gobierno de coalición o uno de cambios apenas empieza. Y nosotros, los ciudadanos, tenemos la palabra.
Si nos dejan.

Pubicado en Unomasuno el 30 de agosto de 2011.

UN CHURCHILL MEXICANO

Trivializada por la evocación oportunista y tan poco afortunada de hace unos meses de Felipe Calderón la figura de Winston Churchill traída al presente mexicano, empero, debiera ser motivo serio de reflexión. Y de ejemplo para nuestros políticos, tan dados a externar sus supuestas admiraciones como una suerte de “fetichismo” pero tan poco dados a estudiarlas ya no digo para imitarlas, ni siquiera para entenderlas.
Es que Churchill no sólo era un buen político ni sólo un gran estadista, que ambas cosas las fue. Era ante todo un historiador de excepción, de esos que escribía acerca de la historia pero además la hacía, porque la estudiaba y la conocía, aprendía de ella y la usaba para lo que debe usarse: para comprender el presente y construir el futuro.
La historia narrada por Churchill sobre el tiempo que le tocó vivir está lejos de ser convencional por eso, por cuanto fue él un partícipe en ella. Sus libros son, por lo mismo, memorias y a la vez crónica de hechos históricos, por lo que Arthur Balfour opinó sobre ellos que eran "una brillante autobiografía, disfrazada como una historia del mundo". Y Churchill mismo llegó a decir: "La historia será amable conmigo, porque tengo intención de escribirla". Un abismo de distancia con nuestros políticos, tan lejanos del conocimiento del pasado como irresponsables y medianos en la lectura de los retos del presente.
Churchill era por lo demás uno de esos políticos que hoy llamarían “chapulines”: antidogmático, casado con los principios más no con las tácticas, por lo que fue diputado del Partido Conservador (PC) y luego del Partido Liberal (PL) y más tarde nuevamente del Partido Conservador, sin que nunca a la postre esas veleidades hayan pesado tanto como para cuestionar su eficacia política. Y es que, como él mismo observó con sorna: “cualquiera puede desertar, pero se requiere cierto ingenio para desertar dos veces”.
El hecho es que muy joven, siendo conservador, supo prever el declive de los conservadores, fundó con varios amigos lo que hoy se llamaría una “corriente” dentro del PC, los “hooligans”, y adoptó un discurso francamente liberal hasta que un buen día, simplemente, “caminó” el trecho de una bancada a otra y tomó asiento junto a Lloyd George, líder del PL, de quien a partir de ese momento se convirtió en su colaborador más cercano: “Naturalmente, un hombre como Lloyd George –escribiría años después- tuvo que ejercer una gran influencia sobre mí… Fue el mejor maestro que jamás he conocido en el arte de mandar hacer cosas y de realizarlas por completo… Fue él quien dio al liberalismo ortodoxo la nueva inflexión de una ardiente política social. Todos los grandes planes de seguros han entrado para siempre en la vida del pueblo inglés por él impulsados o creados. Fue él quien lanzó nuestras finanzas por la vía del impuesto progresivo sobre la riqueza como factor igualitario de la vida social”. Y por cierto que el brazo ejecutor de esas ideas fue el propio Churchill como responsable del ministerio de Comercio, desde el cual luchó para que se instaurara un seguro para desempleados y leyes que favorecieron la igualdad de salarios, así como una pensión de protección a la vejez a partir de los 70 años.
Eran tiempos en los que se llegó a decir de él que “era el hombre mas odiado de la Cámara de los Comunes” por sus posiciones radicales, al grado de que fue de los que propugnó más ardientemente una revisión del poder de los Lores (los aristócratas y nobles) y de los grandes monopolios. Y no sólo eso sino que se convirtió en el precursor de una política social más avanzada, francamente de izquierda, al defender el presupuesto de Lloyd George en 1909, caracterizado por gravar a los ricos y favorecer a los pobres. Un escándalo en esos años.
Por eso hay que tener mucho cuidado al hacer la evocación de Churchill –y más al intentar trasplantarla a nuestra realidad y a nuestros días- porque no hubo uno sino varios Churchill: el radical que encuadra más bien en lo que la derecha calificaría como “un peligro”, pero también el Churchill posterior, ministro de Hacienda del gobierno conservador, cuando se caracterizó por lo contrario, por su política anti-popular y represiva (etapa, por cierto, que calificaría después como el “mayor error de su carrera”). Y desde luego el Churchill visionario y estratega de la primera mitad de los 40, colocándose ya muy por encima de los partidos.
Efectivamente, cuando estuvo en desacuerdo con la alianza de los liberales con los laboristas Churchill no dudó en volver sobre sus pasos y regresar a las filas del PC para enfrentarlos… aunque curiosamente acabaría combatiendo también la política conservadora. Y además formando él mismo un gobierno de coalición con los laboristas, en el que sería el capítulo más brillante de su vida: me refiero al trecho que va (1933-1945) de su denodada lucha parlamentaria contra la política “de apaciguamiento” británica hasta el momento en que la realidad lo lanzó al cargo del Primer Ministro y a la vez que jefe de la resistencia inglesa se tornó en patrocinador de la resistencia francesa e inspirador de la victoria aliada sobre Adolfo Hitler y el nazismo.
Tenía 66 años cuando tomó las riendas del gobierno y prácticamente de la guerra europea, y su mayor valor, su terquedad, se convirtió en una divisa.
La verdad es que el desenlace de la Segunda Guerra Mundial hubiera sido seguramente otro muy distinto sin la acción de Churchill. Basta recordar que en un principio no sólo enfrentó el desprecio y la incomprensión de su propio partido en su país sino que tuvo que enfrentar, también, el escepticismo de los pacifistas en casi todo el mundo, en especial los norteamericanos que dominaban el Congreso y la administración Roosevelt, hasta el punto de que incluso el embajador Joseph Kennedy le hacía la contra en su propia casa. Así, mientras el poderío de Hitler crecía y todo mundo abogaba por “la neutralidad”, sólo Churchill era la voz discordante. Y afortunadamente no cejó. Con su buena retórica y su encanto finalmente pudo persuadir a Roosevelt de que era solamente cuestión de tiempo antes de que el problema europeo se convirtiera en el problema norteamericano y esto hizo la diferencia en la batalla de Gran Bretaña contra Hitler, que pronto se convirtió en la batalla aliada contra Hitler.
Hoy vemos sus discursos como ejemplo de elocuencia y de un valor sin igual y sin embargo en su momento fueron considerados por la mayoría como meros arranques de un hombre radical y obtuso, enfrentado a los “realistas” y a su visión, la de “la moderación” y el arreglo “negociado” de los problemas. La “doctrina razonable” de la “gente razonable” en Gran Bretaña y en los Estados Unidos y la antítesis de la beligerancia y de la intransigencia, las opiniones con las cuales Churchill era habitualmente asociado.
En todo caso, Churchill no fue un pacifista ingenuo pero tampoco un belicista. Su gran lección es la que sostuvo siempre como una premisa: que nada es fatal si se sabe actuar a tiempo y además se persiste. El siempre pensó que se pudo evitar la guerra, y ese fue su mayor reproche, siempre, a sus contemporáneos. De ahí que calificara la segunda guerra como “la guerra innecesaria”, que las naciones libres -Gran Bretaña y Francia sobre todo- hubieran podido evitar si hubieran reaccionado con firmeza ante las primeras provocaciones de Hitler.
Como ocurre siempre con los argumentos contrafactuales es imposible saber si estaba en lo cierto, pero al leer sus discursos y sus libros de antes y después de la guerra resulta fácil entenderlo.
Churchill pudo llegar a tal conclusión, fue capaz de prever lo que venía y anticiparse a sus contemporáneos para revertir una historia que aparecía como fatal precisamente porque conocía muy bien la historia. "No dejéis el pasado en el pasado, porque pondréis en riesgo vuestro futuro", solía repetir a menudo. Y esa es quizá la mayor diferencia de Churchill con los mediocres políticos actuales de casi todos los partidos. Que él supo entender que como político no sólo hacía política, que no sólo actuaba sobre la coyuntura ni sobre el momento sino que estaba haciendo historia.
Cuando ve uno hoy el descrédito en que ha caído la política, los movimientos mundiales masivos de reclamo a los políticos, no puede uno menos que pensar en qué distinto sería México (y el mundo) con políticos de ese tipo.

Publicado en Unomasuno el 23 de agosto de 2011.

martes, 16 de agosto de 2011

ATRAPADOS EN LAS ENCUESTAS

La guerra sucia de 1994
Las trajo a la toma de decisiones Carlos Salinas. Dice Enrique Márquez en su libro “Por qué perdió Camacho” que las empleaba para todo: “(José) Córdoba fue el principal promotor de la ‘cultura de la encuesta política’ en México. Durante el sexenio montó, en Los Pinos, un equipo altamente especializado que trabajaba día tras día en los sondeos. Pero no era el único: prácticamente todos los miembros del gabinete salinista tenían su propio ‘comando de opinión’, y llegaron a tomar decisiones muy importantes basados en los porcentajes, en los círculos cortados como pastel y en las barras de vivos colores que tanto les fascinaban. Todo, porque el presidente Salinas tenía gran confianza en las encuestas”.

Existe la leyenda hasta de aquella encuesta usada para presionar a Luis Donaldo Colosio en los ominosos días que precedieron al 23 de marzo de 1994, aparentemente mostrando que, de seguir él como candidato, el PRI iba a perder inevitablemente la elección. Nadie vio nunca esa encuesta, o nadie reconoce haberla visto, el hecho es que fue muy útil para generar incertidumbre en torno no sólo a la relación entre Salinas y Colosio sino a las posibilidades presidenciales de éste último y alimentar desde luego la guerra sucia en contra de su campaña.
Y la consecuencia de eso es que hoy se les emplea, igual, para casi todo. Y tenemos a nuestros políticos atados por la obsesión de las encuestas, los focus, los muestreos, los sondeos, etc., haciendo depender acciones y decisiones fundamentales de lo que supuestamente dice la “opinión pública” pero que en realidad se reduce a lo que quieren ellos que se diga o, en el mejor de los casos, a lo que dicen las empresas encuestadoras.
No es casual la suspicacia que despiertan. En el 2000 por ejemplo, solamente una encuesta pública le concedía el triunfo a Vicente Fox, prácticamente todas le daban amplia ventaja al candidato priísta Francisco Labastida y el resultado fue el que sabemos: más de 6 puntos de diferencia a favor de Fox.
6 años después las encuestas fueron nuevamente parte de la estrategia de los partidos para orientar la percepción de los ciudadanos, usadas como armas de propaganda electoral e instrumentos importantes de la guerra sucia que se montó contra la candidatura de AMLO. Salvo GEA-ISA y Ulises Beltrán el último mes de las campañas todas mostraban clara tendencia favorable al candidato de la “Alianza por el Bien de Todos” y lo que siguió fue ese sorprendente giro de último minuto en el conteo del IFE que revirtió su ventaja y la convirtió en ventaja para el candidato del PAN sin que nadie haya podido explicar bien a bien la voltereta de los resultados cuando se tenían el 97.70% de las casillas contabilizadas. Existen trabajos no partidistas ampliamente documentados al respecto. El de José Antonio Crespo y el de Sergio Aguayo, por ejemplo. Pero lo que no puede soslayarse es que ese fue el verdadero motivo de la confrontación nacional que desembocó en el plantón del Paseo de la Reforma: la negativa esclarecer las dudas. Y lo más curioso es que los dueños de las empresas encuestadoras que apoyaron la percepción de triunfo de Felipe Calderón, Jesús Reyes Heroles y Guillermo Valdés Castellanos, acabaron en el gabinete calderonista, en lo que claramente aparecía como un pago de facturas. O por lo menos no abona a la transparencia de esas elecciones.
Lo peor es que no han cambiado mucho las cosas. Habría que ver lo que pasó este año y el pasado en los procesos locales. En Guerrero por ejemplo, adonde las empresas Demotecnia y Consulta Mitofsky daban el triunfo a Manuel Añorve cuando el triunfo del candidato del PRD-PT-Convergencia fue por casi 14 puntos. Y aun así, todavía el día de las elecciones, al mediodía, la directora de Demotecnia, María De las Heras, llegó a comentar a través de twitter que la jornada iba para largo, sugiriendo una contienda cerrada, cuando a esa hora estaba clara ya la tendencia a favor de Angel Aguirre.
Y Oaxaca en el 2010 por el estilo. La misma De las Heras tuvo que reconocer en Twitter que había fallado su predicción de que el candidato priísta Eviel Pérez ganaría en Oaxaca. “Los 525 mil votos de Eviel sí los vi pero nunca los + de 600 mil de Cué” dijo. Y cuando le pidieron una explicación sobre el “error” lo atribuyó al voto de los municipios de “usos y costumbres”. El dato mayor es que esos eran los municipios que había visitado AMLO pero De las Heras no los contabilizó. Un error de 130 mil votos no es poca cosa. Es más del 20% del resultado que realmente tuvo Gabino Cué y no es justificable porque era sabido que AMLO había hecho campaña con Cué en esos municipios mientras que el PRI no lo hizo. Es decir, que literalmente se contabilizó mal la opinión de la gente más humilde, donde AMLO tiene su principal apoyo y así, en esas condiciones, un “error” de 20% simplemente se convierte en un burdo engaño al dar la idea de un resultado que realmente no tiene posibilidad de ser.
Igual que en Sinaloa, adonde ninguna encuesta le daba el triunfo a Mario López Valdés, y sin embargo lo obtuvo con el 52% de los votos, poco menos de 6 puntos por arriba del candidato que se daba como “seguro ganador”, obviamente el del PRI. Y en Puebla, adonde la percepción de la “inevitable” derrota del candidato aliancista Rafael Moreno Valle era abrumadora, cuando mucho algunas encuestadoras le concedían el “empate técnico” con el candidato del PRI, un ambiente absolutamente falto de ética, adverso a la práctica de la democracia como se desprende del interesante trabajo “Prensa & Poder, Elecciones Puebla 2010” de la Fundación para la Libertad de Expresión, al grado de que Roy Campos se negó a dar a conocer la encuesta de salida a pesar de que sabía que Moreno llevaba la ventaja por varios puntos y acabó ganando por más de 10.
Quizá por eso, durante la última década, la elaboración de encuestas se ha convertido en uno de los negocios más redituables en el mundo de la política. Tan sólo para los comicios de hace un año, en los que hubo jornadas en 15 estados, se calcula en 2 mil millones el monto que gastaron los institutos electorales en encuestas. Aunque su credibilidad –y utilidad real- tiene mucho más que ver con quienes encuestan. Si revisamos la biografía de los dueños de las casas encuestadoras veremos un hilo común: su origen salinista, o en todo caso, para ser más benévolos, priísta: casi todos ellos trabajaron o estuvieron en la nómina bien de Gobernación, bien del CISEN o bien de la oficina de la Presidencia bajo los dos últimos gobiernos del PRI.
Y no es nada más el caso de México. En infinidad de procesos electorales ocurridos en varios países del mundo se han equivocado. En 1970 las encuestadoras inglesas se equivocaron al pronosticar el triunfo laborista, cuando al final triunfaron los conservadores. Ese mismo año se equivocaron en Chile al darle el triunfo al conservador Alessandri sobre el socialista Salvador Allende. En 1984 las encuestas argentinas no apuntaban al triunfo del radical Raúl Alfonsín, quien resultó finalmente ganador. Y en Nicaragua, en 1990, las encuestas decían que ganaría el Frente Sandinista y al final ganó su oponente la señora Violeta Chamorro. Y así hasta nuestros días.
En fin, que se trata de un mal saldo. Y el verdadero problema no es nada de eso pues habría que asumir que si bien hay encuestadoras erradas, también las hay que son serias y acertadas. El punto entonces es: ¿en qué o para qué se les emplea? Y si pueden ser sustento de decisiones fundamentales.
Como por ejemplo para decidir quien es el candidato a la presidencia del DIA, de los partidos de izquierda. Unos dicen que es el método más acertado, y otros dicen que no, precisamente por la experiencia. Lo interesante es que Andrés Manuel López Obrador ha repetido varias veces que lo acepta. A contracorriente de sus detractores que juran que no lo aceptará y que al final renegará de las encuestas él afirma que no teme pasar la prueba de la democracia. ¿Será realmente la encuesta la mejor manera de hacerlo?
Una muestra de lo complejo: según la última encuesta de Mitofsky AMLO tendría hoy una intención del voto de 11.6% y Ebrard del 3.6%. Según la de GEA-ISA AMLO obtendría 10% y Ebrard 11%. El debate apenas empieza.

Publicado en Unomasuno el 16 de Agosto de 2011.