jueves, 20 de marzo de 2008

UN POLITICO COMO LOS QUE NOS HACEN FALTA



10 de Febrero de 1818. Nacimiento de Guillermo Prieto.

Escritor, novelista, poeta, cronista, periodista, ensayista y político liberal, ocupó diversos cargos en el gobierno; fue amigo de muchos presidentes y perseguido de otros tantos entre las épocas de la guerra de Texas y el Imperio de Maximiliano. Fue secretario particular de Valentín Gómez Farías y de Anastasio Bustamante, sucesivamente. Fue ministro de Hacienda con Juan Álvarez, Mariano Arista y Benito Juárez. Y ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de José María Iglesias.
Un hombre congruente y vertical. Le salvó la vida a Benito Juárez y rompió cpn él cuando estuvo en desacuerdo con él por considerar que violaba la ley.

Nació en el corazón mismo de la Ciudad de México, en la calle de Mesones 10, y murió en Tacubaya, en 1897. Pasó su niñez alegremente ahí, en el Molino del Rey, a un lado del Castillo de Chapultepec, ya que su padre, José María Prieto, administraba el molino y la panadería. Pero al morir éste, en 1831, su suerte cambio: su madre, doña Josefa Pradillo perdió el juicio, dejando al niño Guillermo prácticamente desamparado, bajo el techo de dos ancianas costureras que aceptaron tomarlo a resguardo en atención a antiguos favores de la familia.
La adolescencia de Prieto estuvo marcada por las dificultades económicas y la profunda tristeza interior provocada por la locura de la madre. Es muy posible que esta realidad y las vivencias que acercaron a Prieto a la pobreza de la ciudad, lo empujaran a la poesía. Publicó sus primeros versos en 1837, en el calendario de Galván, y ya nunca dejó de producir poesía: popular, amorosa, patriótica. Según algunos, Prieto inaugura, en cierta medida, la poesía mexicana propiamente dicha.
Es en este tiempo cuando trabajó de todo, como mandadero, como aprendiz en la Comisaría, como dependiente en una tienda de ropa y luego como meritorio en la aduana, bajo la protección de Andrés Quintana Roo, quien, al darse cuenta del talento del joven, se convierte en su protector. Fue así como pudo ingresar al Colegio de San Juan de Letrán, y luego participó en la fundación de la Academia de Letrán, en 1836, que también dirigió Quintana Roo.

Comenzó su carrera en el periodismo como colaborador en el legendario Siglo XIX, donde publicara sus muy conocidas y sabrosas crónicas sociales y políticas, los “San Lunes” de Fidel. Pero sus inquietudes y su pasión por la escritura le llevaron a publicar en muchos otros diarios y revistas: El Monitor Republicano, el segundo diario liberal; Don Simplicio, periódico fundado por él junto con Ignacio Ramírez hacia 1845; La Chinaca contra el gobierno conservador y la revista satírica El Monarca contra Maximiliano; y La Orquesta, El Federalista, y El Universal, ya en su madurez.

Empezó su carrera como funcionario, gracias a su oratoria. Sucedió que le tocó pronunciar un discurso ante el presidente Anastasio Bustamante y frente a él hizo una despiadada crítica de su gobierno. Al final del acto un policía le ordena que se presente al día siguiente ante el presidente, y cuando esto pasa, lejos de encontrar una actitud intolerante, Bustamante le pide a Prieto que se exprese con toda franqueza. En premio a su honestidad el presidente le tendió la mano, le dio una cama en su cuarto, le fijó un sueldo como secretario particular y lo nombró redactor del Diario Oficial. Acabó siendo su suegro.
Las cuatro veces en que fue ministro de Hacienda, lo hizo por periodos más bien cortos: 3 meses y medio durante la presidencia del general Arista (del 14 de septiembre de 1852 al 3 de enero de 1853); 2 meses durante la presidencia del general Álvarez tras el fin de la Revolución de Ayutla (6 de octubre de 1855 a 7 de diciembre del mismo año); 6 meses durante la primera presidencia de Juárez (entre el 28 de enero de 1858 y el 5 de agosto del mismo año) y otros 2 meses y medio en el año de 1861 (20 de enero a 5 de abril), bajo mandato de Juárez. En total casi 15 meses de gestión repartidos a lo largo de 9 años.

La primera vez, armó tal barullo y le acarreó tantos y graves problemas a su jefe, el presidente Arista, que tuvo que renunciar: a falta de recursos, decidió, de golpe y porrazo, reducir a la mitad los salarios de toda la burocracia, ejército incluido. Desde entonces le apodaron "El Mediapaga".
Años después, otra vez ministro de Hacienda y acompañando a Juárez en su huida, después del pronunciamiento de Félix Zuloaga, Prieto le salvó la vida en Guadalajara, interponiéndose entre él y un grupo de soldados que pretendían fusilarlo. Ahí fue donde pronunció su famosa frase: “¡Levanten esas armas; los valientes no asesinan!”. Era tan buen orador que con su sola palabra convenció a los soldados, pero él mismo recordaba que ese empeño en hablar bien había tenido su origen en una ocasión en que, todavía niño, frente al presidente Guadalupe Victoria, no había podido balbucear un texto, y se soltó llorando.

Durante las guerras de Reforma y de la Intervención se encargó por largos periodos de la administración de Correos, labor estratégica para la supervivencia de la República. Participó en la rebelión de los "Polkos", en plena intervención, contra Gómez Farías en represalia por sus medidas anticlericales, un episodio del que él mismo se avergonzaba. Y fue electo diputado al Congreso en 20 ocasiones, entre 1848 y 1896, desde que cumplió los 30 años hasta su muerte, y en casi todas las ocasiones formó parte de la Comisión de Hacienda de la Cámara. Fue diputado por los estados de Jalisco, Puebla, Guanajuato, San Luis Potosí, Querétaro, y en nueve ocasiones por el Distrito Federal.

Su voz destacó en la tribuna parlamentaria del Congreso Constituyente de 1857, adonde fue representando a Puebla, e intervino en los debates en 74 ocasiones, una de las cifras más altas de dicha histórica reunión, haciendo observaciones ligadas a temas como la libertad de trabajo, la eliminación de trabas al mercado y al capital (como las alcabalas), así como la completa separación de los negocios de la Iglesia y el Estado.

Prieto fue un abanderado de las ideas liberales más ortodoxas. Pero su vinculación con la economía no se limitó a su incursión en la gestión de la hacienda, sino que además se debe a él el impulso inicial a la naciente ciencia de la economía política; fue autor de un voluminoso estudio de Lecciones elementales de economía política, y en 1871 se le designó para fundar la cátedra de Economía Política en la Escuela de Jurisprudencia de la Ciudad de México.

Rompió con Juárez en 1865 cuando, en plena Intervención francesa, el presidente decidió prolongar su mandato, apoyado en la circunstancia política que exigía el conservar el liderazgo de la República y del ejército liberal, en contra del derecho formal al cargo que asistía al general Jesús González Ortega para sucederlo.
Declarado por Altamirano “el poeta de la patria”, cuando en 1890 el periódico La República convocó a un concurso para ver quien era el poeta más popular, el escrutinio favoreció a Prieto, acumulando más votos que sus dos más cercanos oponentes, Salvador Díaz Mirón y Juan de Dios Peza.

Compuso el himno satírico de los ejércitos liberales “Los cangrejos” a cuyo ritmo entraron las tropas de González Ortega a la ciudad de México en 1861.Murió a los 79 años la mañana del 2 de marzo de 1897, acompañado por su segunda esposa doña Emilia Golard, sus hijos y sus nietos. Dejó en herencia una biblioteca que consta de 4 931 volúmenes. Presidió el entierro Porfirio Díaz y todo su gabinete, y sus restos reposan desde entonces en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

La escuela de Prieto fue la vida misma, fue un claro autodidacta. Ya viejo, en carta a un amigo historiador, Agustín Rivera, le confiesa que no domina el latín, herramienta intelectual generalizada en los círculos académicos de su tiempo.

Sus esfuerzos por poner orden en las finanzas públicas de la convulsionada república, tendieron siempre a aplicar los principios de la doctrina liberal. No obstante, más de una ocasión Prieto habría de enfrentar la dolorosa necesidad de rechazar la ortodoxia liberal por las realidades de la constante penuria fiscal. Como escribió en sus Memorias en relación con su aceptación por vez primera del ministerio de Hacienda por recomendación del presidente Arista: “¿Quién es quien pretende la marcha recta y segura de un pasajero sobre cubierta cuando el buque lucha con la borrasca?”. El mérito de Prieto y su generación fue evitar el naufragio total, en medio de la borrasca, y así se lo escribió a su amigo y compadre Melchor Ocampo en ocasión de aquella primera estancia en el ministerio: "Mi conflicto es grande porque no hallo partido qué tomar. ¿Puedo dar espera a las tropas que van en camino para Guadalajara? ¿Dejo sin un centavo a los diputados y senadores que se reúnen el quince y tienen en su mano la revolución? ¿A la guarnición, a la policía, a los presidios, a todo el mundo lo mantengo con esperanzas? Pues bien, me dirás, ¿no tiene renta alguna el gobierno? Respuesta: las aduanas del sur las ocupan los revolucionarios; las del norte producen bien poco y sus rendimientos se dedican a pagos urgentísimos militares. La aduana de Veracruz hundida entre consignaciones... ¿Y las contribuciones? Están hipotecadas hasta enero por mis antecesores; y el tabaco, etcétera, y todo está así..."

A pesar de ser quien opera las Leyes de Reforma en lo referente a la desamortización de los bienes del clero, era de esos liberales "moderados" partidarios de libre comercio, la república representativa, el federalismo y la libertad pero sin comprometer sus creencias cristianas. Se consideraba "el más religioso de todos los liberales", puros o moderados. Decía que era ante todo adorador de un Dios de amor y de bondad, y cristiano "hasta las cachas" (prueba de ello son las 31 poesías religiosas que están incluidas en el tomo xix de sus Obras completas), pero condenaba a los que hacían mundana la religión, traficaban y comerciaban con ella a título de cristianos, y a esos los consideraba malos mexicanos, gachupinados, extranjerados y traidores, afirmando que "me derraman la bilis, los detesto".

En Prieto, la política –y la historia- parece entonces cuestión de principios absolutos, de blanco y negro, nunca de gris. De Juárez canta: “Bronce, vuélvete carne; que palpite una vez más la encarnación potente... que hizo verdad la dignidad humana” (1891); del conservador Juan Nepomuceno Almonte, espeta: “¡Traidor!... ¡humillación de hombre!... ¡vil criminal!... ¡reptil del cieno!...” (1867). Prieto fue, pues, un cruzado de la causa liberal, pero en sus trabajos históricos, principalmente en sus Lecciones de Historia Patria, publicadas cuando contaba ya con 68 años de edad, sus personajes no parecen hombres de carne y hueso, sino héroes o villanos al ciento por ciento.

Como dato curioso habría que agregar que durante años, la efigie de don Guillermo apareció en el frasco del “Jarabe del Abuelo”, “jarabe de ajolote” que podía conseguirse en algunas tiendas naturistas.Y fue autor de una oración que, con plena aprobación y gusto del Excmo. Sr. Arzobispo Dr. Don Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, hacía rezar a sus nietos:

Creador del sol y de las plantas,De las aves y del hombre,Todo luz, amor, bondadesY verdad y perfeccionesHazme buen niño, obediente,Con Papá, que día y nocheSe afana por sustentarnosY honra darnos con su nombreHazme de mamá contento,Y a ser amante disponmeCon todos mis hermanitosSin causarles sinsaboresNi oprimirlos, ni envidiarlos,Ni procurar que se enojen, Hazme dulce con los criados,Dadivoso con los pobres.Servicial con los enfermosY atento con mis mayores,Pon la verdad en mis labiosPues tú que todo conoces.No diciéndote mentiras,Espero que me perdones,Y así de Dios bendecido,Sin enojos ni rencores,Alegres serán mis díasTranquilas serán mis nochesAmén (Dígase un padre nuestro).

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