lunes, 18 de mayo de 2009

23 de febrero 1889


Nace Cándido Aguilar, militar revolucionario y líder opositor al PRI.

Nació en el rancho La Palma, en el municipio de Córdoba, Ver. el 23 de febrero de 1889.

Lector de Regeneración y decidido demócrata, fue precursor de la Revolución.

Se adelantó a Francisco I. Madero, al levantarse en armas el 14 de julio de 1910, proclamando el "Plan revolucionario de San Ricardo", donde invitaba a los veracruzanos a tomar las armas contra el gobierno de Porfirio Díaz. San Ricardo era un rancho propiedad de su padre. Lo firmó con otros miembros del Partido Antireeleccionista, entre otros Enrique Bordes Rangel, Vicente Escobedo, Severino Herrera, Pedro y Clemente Gabay.
Meses después, cuando estalló la lucha maderista, volvió a desempeñar un papel importante. El 19 de noviembre de 1910, corta las líneas telegráficas de Paso del Macho, Ver., y posteriormente se dirige a la población de San Juan de la Punta, dando así inicio al movimiento revolucionario en ese estado.
Luego participó en la toma de Córdoba el 11 de mayo de 1911, como parte de las fuerzas de Gabriel Gavira y cuando se proclamó presidente provisional Francisco I. Madero le concedió el grado de general brigadier el 15 de mayo.
Durante el gobierno maderista combatió al movimiento felicista, a los rebeldes zapatistas en Morelos y a los orozquistas en Coahuila.
Al iniciarse la Decena Trágica quedó a las órdenes de Victoriano Huerta para atacar la Ciudadela. Al sobrevenir el desenlace logró escapar a Guatemala, y de ahí a Estados Unidos, desde donde se internó al país para aliarse al constitucionalismo, en Mayo de 1913. Al principio combatió en el Norte. En junio enfrenta a tropas huertistas en Zacatecas comandando un reducido numero de hombres, y en julio del mismo año libra feroz combate contra tropas federales que defendían la plaza de Torreón, Coah, pero luego Carranza lo envió a su terruño, designándolo Comandante militar de Veracruz.
Al frente de la Primera División de Oriente del Ejército Constitucionalista tomó, entre otras plazas, Ozuluama, Tantoyuca, Tamiahua y Tuxpan. Y establece el primer gobierno constitucionalista de Veracruz, puesto que ocupó hasta 1916.
Expide importantes y Revolucionarias leyes en el estado: la Primera Ley del Trabajo en toda la República y la Ley referente a Navíos, según la cual, los tripulantes de barcos mercantes Mexicanos debían ser Nacionales. También promulga la primera medida de carácter reivindicatoria sobre petróleo de aquella etapa, el decreto del 3 de agosto de 1914 estableciendo la obligación de revisar los contratos otorgados a las compañías extranjeras tanto por Huerta como por Díaz.
Era tal la soberbia entonces de los dueños de las compañías y del propio gobierno norteamericano, protector franco de éstas, que a fines de de 1913, cuando las fuerzas navales norteamericanas se encontraban "vigilando" nuestras costas en apoyo de Huerta, su comandante en jefe, el almirante Fletcher, tuvo la osadía de enviar la siguiente nota-ultimátum al general Aguilar: "Tengo instrucciones de mi gobierno de comunicarle a usted que si al término de 24 horas no abandona la zona petrolera, enviaré tropas de desembarco de los EE.UU. para garantizar la vida e intereses de los ciudadanos norteamericanos y de otras nacionalidades".
A lo cual Aguilar respondió diciendo: "Me refiero a su insolente nota de hoy... De llevar a cabo la amenaza de desembarcar tropas de los EE.UU. en territorio mexicano, me veré obligado a combatirlas e incendiar los pozos, y pasar por las armas a todos los norteamericano que se encuentren en la región".
Obsta decir que ante tal perspectiva, Fletcher dio marcha atrás, pero las presiones no cesaron. Entonces Aguilar secuestró a las familias de los extranjeros para forzarlos a negociar, por lo que fue llamado por Carranza para hacerle corte marcial, pero logró ser perdonado.

El 25 de febrero de 1916 es nombrado nuevamente gobernador y comandante militar del estado de Veracruz y se le otorga el grado de general de división, desempeñando ese mismo año el puesto de secretario de Relaciones Exteriores en el gabinete del presidente Carranza. Ocupó ese cargo de marzo a noviembre de 1916, y de Febrero a Noviembre de 1918, y abogó y abanderó la neutralidad del Gobierno de México en la Guerra de 1914.
Durante el Congreso Constituyente fue Diputado por Veracruz y fue su primer Vicepresidente. Y luego fue nuevamente Gobernador de Veracruz.
A la muerte de Carranza se vio en la imperiosa necesidad de abandonar el país, pues además de formar parte de su familia –era su yerno- no reconoció el Plan de Agua Prieta de Obregon, que se negaba a que Carranza impusiera a su sucesor. Partió para Estados Unidos pero más tarde regresó a México, y para 1923 se adhirió al movimiento delahuertista, operando como jefe militar del movimiento en el Sureste.
Exiliado de nuevo, regresó al país en 1939, gracias a la amnistía concedida por Lázaro Cárdenas. Ese mismo año se desempeño como senador de la republica por el estado de Veracruz y su última participación política fue en la campaña de Miguel Henríquez Guzmán, en 1952.
En 1946 el Presidente Miguel Alemán lo invitó a su gobierno nombrándolo vocal ejecutivo de la Comisión de Asuntos Campesinos de la Presidencia, pero renunció dos años después porque, dijo, no veía interés en el gobierno de resolver los problemas agrarios. Luego presentó a Alemán un proyecto para crear la Legión de Honor Mexicana para ayudar a los veteranos de la Revolución a tener un retiro justo, y fue nombrado Comandante de la misma.
Aguilar conocía a Alemán desde niño, había sido muy amigo de su padre el general Miguel Alemán y presumía que hasta lo había cargado en brazos, pero no por eso dudó nunca en defender sus ideas y en criticarlo por algunas de sus acciones corruptas y su intervención en las contiendas electorales.
Así fue cuando se enteró de que Alemán quería reelegirse, se opuso terminantemente. Y cuando tuvo noticias de un acuerdo secreto entre los gobiernos mexicano y estadounidense para un plan de asistencia militar que implicaba el sometimiento de nuestra soberanía, lo fue a buscar y en persona protestó contra ese hecho. Igual, cuando se hicieron públicos los trafiques de la camarilla alemanista, le dirigió una carta criticando la tolerancia presidencial con sus amigos y el que éstos aprovecharan el poder para enriquecerse.
Ya acercándose las elecciones le pidió públicamente a Alemán que no impusiera a su sucesor y respetara el voto, para que pasara a la historia como el "Padre de la Democracia".
En enero de 1951 lanzó un manifiesto denunciando la situación que vivía el país, y empieza a organizar el Partido de la Revolución (PR) que buscaba rescatar los ideales revolucionarios. El partido se constituyó el 4 de abril de ese año, pero a pesar de acreditar los requisitos de ley, Alemán impide su registro, lo que públicamente denunció Aguilar, acusando al entonces presidente de ejercer "represalia personal" en su contra.
A fines de ese año, el PR lo proclamó candidato presidencial, pero no era ese su interés, sino apoyar el esfuerzo de Miguel Henríquez y Lázaro Cárdenas para tratar de unir a las fuerzas revolucionarias y progresistas en lo que pudo ser la primera alianza de la izquierda contra Adolfo Ruiz Cortines, candidato del PRI.
Para lograrlo intervino personalmente ante Vicente Lombardo y logró una comida en la que los tres candidatos opositores (Lombardo, Henríquez y él mismo) acordaron los términos de la alianza. Pero todo fracasó porque Lombardo negoció con Alemán y Ruiz Cortines y rompió el acuerdo.
A pesar de eso, Aguilar declinó su candidatura y se dedicó a trabajar a favor del General Henríquez Guzmán acusando a Lombardo de traidor y divisionista para favorecer al PRI.
Luego de consumado el fraude electoral, Alemán lo manda encarcelar en Fortín de las Flores bajo cargos de disolución social y es forzado a abandonar el país. Su última declaración pública, antes de partir, fue que él sólo reconocía que el legítimo Presidente electo era Henríquez Guzmán y no Ruiz Cortines, y que no pensaba cambiar de opinión. Se hablaba de una revolución popular.
Regresó pocos días antes de la toma de posesión de Ruiz Cortines, pero ya no volvió a participar en política, se retiró a la vida privada.

El 5 de agosto de 1954 se le concede el retiro por edad límite y muere en la ciudad de México el 20 de marzo de 1960.

31 de Marzo de 1926




Muerte del Gral. Angel Flores, militar revolucionario y candidato opositor a Plutarco Elías Calles en 1924.

Militar revolucionario y Gobernador del Estado de Sinaloa. Ángel Flores nació el 2 de octubre de 1883 en el pueblo de San Pedro, actualmente perteneciente al municipio de Navolato, Sinaloa.
Se sabe que durante los primeros años de su juventud fue grumete en el vapor «Altata» y que fue marinero en barcos de matrícula extranjera, en los que navegó por mares de todo el mundo. Quizá en esa etapa de su vida, plena de aventuras, haya adquirido el hábito de fumar en pipa, ganándose el mote de «El Cachimba», sobrenombre que lo identificó entre sus compañeros de armas años más tarde. Después de radicar algunos años en la ciudad de San Francisco California, Estados Unidos, Ángel Flores regresó a México y vivió en el puerto de Mazatlán donde trabajó en los muelles como estibador.
En 1909, participó activamente en las huestes mazatlecas que apoyaron la campaña política de José Ferrel Félix, candidato de los antiporfiristas a gobernador de Sinaloa, quien tuvo como contrincante a Diego Redo, rico hacendado de Culiacán, apoyado por el poderoso Secretario de Hacienda José Yves Limantour.
Se incorporó al movimiento armado de 1910, en Siqueros, Mazatlán. El formó su propia tropa con amigos y se unió a la guerrilla de Pomposo Acosta. Luchó por los postulados antirreleccionistas de don Francisco I. Madero, y al triunfo de la revolución volvió a su antigua ocupación en el muelle de Mazatlán.
Cuando el presidente Madero fue asesinado en febrero de 1913, se volvipo constitucionalista, uniéndose a las fuerzas rebeldes de Juan Carrasco y convirtiéndose en su lugarteniente.
En el Cuerpo del Ejército del Noroeste, comandado por el general Álvaro Obregón, Flores escaló velozmente grados militares por méritos en campaña. Durante el largo asedio al puerto de Mazatlán se distinguió por su valentía y bravura en los combates, lo que le valió obtener en sólo un año el grado de general brigadier. Para entonces, fines de 1914, comandaba el Sexto Batallón de Sinaloa.
En los días de la Convención de Aguascalientes tomó partido por Venustiano Carranza, y enfrentados carrancistas y villistas, combatió con éxito a las tropas del Centauro del Norte en Sinaloa y en Sonora. En 1915 participó en dos acciones de guerra que confirmaron su valía como militar: la ocupación de la Plaza de Navojoa, el 23 de enero de 1915, desde donde dirigió con valentía y decisión la defensa de la plaza cuando fue sitiada por los villistas, resistiendo varios meses el asedio, así como los ataques de los días 18 y 19 de abril, hasta que los atacantes declinaron en sus propósitos. Igualmente, a fines de noviembre de 1915, destacó en el sitio de Hermosillo, Sonora, cuando salió al frente de su columna y derrotó a las fuerzas atacantes dirigidas personalmente por Francisco Villa.
Tenía 9 heridas en el cuerpo que se hizo defendiendo a la Revolución.
De regreso a Sinaloa, fue designado gobernador y comandante militar, nombramientos que le otorgó Carranza como titular del Poder Ejecutivo de la Nación, tomando posesión de ambos cargos desde el primero de mayo hasta el 22 de octubre de 1916.
Compitió luego por la gubernatura constitucional contra el general Ramón F. Iturbe, pero fue derrotado por éste y abandonó la entidad, trasladándose a Navojoa.
En 1919, la XXVIII Legislatura del Congreso del Estado le autorizó un contrato de concesión para la implantación de la industria harinera en Sinaloa. Y un año después se adhirió al Plan de Agua Prieta, siendo factor importante para el triunfo de esta revuelta que puso fin al gobierno carrancista.
Como recompensa por sus servicios, alcanzó el grado de General de División, y fue designado además jefe militar de la División del Noroeste.
En ese mismo año, 1920, es nominado como candidato a Gobernador del Estado de Sinaloa, resultando electo. Tomó posesión del cargo el 27 de septiembre de 1920 en el teatro Apolo, en Culiacán.
Durante su período gubernamental (1920_1924), se dedicó a la reconstrucción económica de la entidad. Se opuso a los despojos agraristas y apoyó la agricultura. Fue el pionero de la irrigación en Sinaloa, pues se le acredita la construcción del canal «Rosales».
Tenía una visión distinta a los callistas del problema de la tierra. Creía que el objetivo no era tanto el reparto, pues sobraban tierras, sino hacer producir la tierra. Decía que había que impulsar la irrigación y darle facilidades a los propietarios de tierras y se oponía decididamente al agrarismo, al que consideraba instrumento de los líderes para sojuzgar a los campesinos a costa de la productividad.
Enemigo de la ostentación, no cabía en el bando de los vencedores, los sonorenses, y pronto tomó distancia de ellos. Poseía un espíritu recto y una gran popularidad por lo que en 1922, para alejarlo de la política, fue comisionado por el presidente Álvaro Obregón para realizar un viaje de varios meses por países europeos y asiáticos.
A su regreso, en 1923, inconforme con el curso gubernamental y derrotada la rebelión delahuertista, fue el único que se mantuvo como opositor del general Plutarco Elías Calles, candidato del obregonismo.
El 23 de agosto de 1923 lanzaron su candidatura a la Presidencia de la República grupos liberales, como el Sindicato Nacional de Agricultores, e hizo su campaña política en 16 estados de la República, cosechando simpatías y adeptos. Al principio se negaba a ser candidato, pero finalmente lo convencieron y se proclamó candidato del "verdadero pueblo", el "pueblo que paga y que produce lo que otros aprovechan y consumen", por lo que fue acusado de "derechista".
En cada lugar a donde llegaba para hacer su gira, era recibido a tiros por el Ejército. En Guadalajara le pusieron una bomba bajo el balcón donde iba a hablar. Y en Irapuato le hicieron disparos soldados vestidos de civiles.
Asqueada por los excesos del obregonismo y temerosa de la demagogia callista, según Vasconcelos la gente votó por Flores, pero las elecciones fueron una farsa. Carros blindados del Ejército con ametralladoras patrullaron las principales ciudades, tratando de amedrentar a los ciudadanos. El cómputo lo hizo el gobierno a su antojo y según las cifras oficiales apenas si obtuvo una docena de votos.
Al perder las elecciones, se retiró de la vida pública, pobre y decepcionado de la política, pero se dice que abrigando el plan secreto de levantarse en armas.
Murió sorpresivamente en la ciudad de Culiacán el 31 de marzo de 1926, en una habitación de la planta alta del edificio ubicado en la esquina de las calles de Rosales y Andrade, donde estuvo el hotel Granada. Algunos cronistas e historiadores han afirmado que murió envenenado con arsénico.
En febrero de 1929 así lo denunció públicamente el licenciado Gilberto Valenzuela quien fuera ministro de Gobernación de Calles, asegurando que tenía pruebas de que de la casa de Calles salieron quienes fueron a Sinaloa a matar con veneno al general Flores, porque "le tenía un miedo cerval".
De acuerdo a lo narrado por el mayor Santiago Gaxiola, jefe de ayudantes del general Flores, se tuvo que recurrir al auxilio de la caridad pública para sepultar a quien había sido el mejor soldado de la Revolución, según confesión del general Álvaro Obregón.
Para ese propósito, se colocaron sábanas de manta en un lugar céntrico de la ciudad donde la gente depositó monedas y billetes. Fue inhumado en el panteón civil de Culiacán. Muchos años después sus restos fueron depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres de Sinaloa.

4 de Marzo de 1929


Creación del Partido Nacional Revolucionario

Los priístas festejaron su aniversario, reclamaron su crédito histórico en la preservación de las instituciones nacionales y censuraron a quienes dicen que su posible triunfo en los comicios de este año significaría un regreso.
La verdad es ue su tradición los condena. Iniciaron con un fraude contra sí mismos.
La asamblea del PNR arrancó el 1 de marzo de 1929, se iba a discutir su programa, estatutos, sus principios, y desde luego la candidatura presidencial. El candidato favorito, el más popular era el obregonista Aarón Sáenz. Todo Querétaro estaba tapizado de su propaganda. Pero faltaba la consigna de Calles, y ésta llegó y de un día para otro cambió el voto de los delegados. El saenzismo se volvió minoría. El 2 de marzo la propaganda saenzista fue sustituida por la de Pascual Ortiz Rubio y la asamblea se declaró ortizrubista. Esto provocó que Sáenz y sus partidarios se retiraran y el levantamiento escobarista que estalló el 3 de marzo.
Pero faltaba la elección nacional y a la candidatura de Ortiz Rubio se opuso la de José Vasconcelos. Toda la campaña vasconcelista fue una sucesión de eventos represivos (disolución violenta de mítines, asesinato y persecución de partidarios, sabotaje de reuniones, etc.). Y al final, se declaró el triunfo de Ortiz Rubio, el primer fraude del PRI. Todavía algunos meses después de consumado el fraude, el 14 de febrero de 1930 se produjo la matanza de Topilejo contra partidarios de Vasconcelos.

Recordar que con el PRI, antes PRM y antes PNR nació: la cuota obligatoria de la burocracia para sostener el partido. La cláusula de exclusión de los sindicatos. El dedazo, el tapado y el sobre lacrado. Los acarreados, la cargada, en fin... la tradición antidemocrática del porfirismo, institucionalizada. Dos libros para conocer ese período, el de Gonzalo N. Santos, sus "Memorias", y el de Mario Guerra Leal, "La Grilla".

Otra fecha es el 6 de julio de 1940, la sucesión de Lázaro Cárdenas. El general Juan Andreu Almazán amenazaba la hegemonía del PRM, pero se puso todo en juego para que ganara Manuel Avila Camacho.
Como la ley electoral vigente entonces determinaba que el partido que llegara primero a las casillas era el que se quedaba con el control de éstas, y como los almazanistas realmente se movilizaron para madrugar, grupos de pistoleros bien organizados se hicieron presentes en todo el país a lo largo de la jornada, recuperando por la fuerza los lugares de votación, provocando enfrentamientos a balazos, y finalmente, robándose las urnas.
Recordaba el general Donato Bravo Izquierdo: “A las 10 de la mañana, 90% de las casillas estaban en poder de almazanistas, pero a las 12 del día, los avilacamachistas tenían 90% de las urnas en su poder”.
Cárdenas mismo, cuando intentó votar, se encontró con que la casilla que le correspondía estaba llena de almazanistas. Entonces ordenó su desalojo a Gonzalo N. Santos, y apenas si dio tiempo de limpiar el lugar de sangre con mangueras para que saliera la foto de él votando "democráticamente".

Escribió Santos al respecto:
"Me encaminé a las calles de Juan Escutia, habiendo convenido que yo atacaría la casilla donde estaban los almazanistas. En esta acción había yo concentrado las viejas ‘Thompson’ que empleé en varias luchas contra los cristeros y vino el agarrón. Pronto sobraron muchos sombreros de los almazanistas que defendían la casilla. La Cruz Roja cargó con muertos y heridos, luego que llegaron los bomberos les di instrucciones para que ‘cañonearan’ a manguerazos pisos y paredes hasta que no quedara una sola mancha de sangre... Tan luego como terminó el aseo... llegó el presidente Cárdenas, y solemnemente depositó su voto. Me dijo: ‘Qué limpia está la calle’. Yo le contesté: ‘Donde vota el presidente de la República no debe haber basurero’. Se sonrió, me estrechó la mano y subió a su automóvil.
“Ordené a los improvisados miembros de la casilla que llenaran la nueva ánfora de votos, pues iba a ser inexplicable que en la ‘sagrada urna’ electoral solo hubiera un voto: el del general Cárdenas. Yo les dije a los escrutadores: ‘A vaciar el padrón y rellenar el cajoncito y a la hora de la votación no me discriminen a los muertos pues todos son ciudadanos y tienen derecho a votar’.

El hecho es que ese 7 de julio, el centro de la Ciudad de México se convirtió en un verdadero campo de batalla.
“Los balazos se escuchaban por todas partes –recordaba tiempo después Jesús M. Lozano, reportero del periódico Excélsior-. Los quirófanos y camas repletos de heridos; muchos agonizantes. En el patio, en el suelo, heridos y cadáveres. Espectáculo inenarrable e inolvidable. Sangre, mucha sangre.
“Quienes podían hablar, informaban: ‘Nos balacearon frente a La Nacional’. Otro: ‘A mí en Bellas Artes’; el siguiente: ‘A mí en El Caballito’, y otro más: ‘En La Villa’. Era un abanico de muerte sobre la ciudad” (Excélsior, 4-VII-85).
Sólo en el Distrito Federal hubo ese día, según estimaciones oficiales, 30 muertos que, sumados a los que hubo en la provincia, llegaron a los 200 muertos.
Recordaba Gonzalo N. Santos que después de sus "hazañas", después de haber estado "arrebatando las ánforas, volteando las mesas electorales patas arriba y dispersando a los dirigentes de las casillas a como diera lugar", se dirigió a hablar con Avila Camacho y le contó lo que había hecho, sin omitir detalle ni siquiera de la orden a los miembros de la casilla para que votaran ‘los fieles difuntos’. Don Manuel sonrió francamente y se veía muy contento (...) y dirigiéndose al general Jara, le dijo: ‘Aquí están en la antesala los reporteros de la prensa, hágales usted una declaración, a nombre mío y de usted, de que el senador Santos no ha salido en todo el día del Partido, donde nos ha estado acompañando a mí y a usted’”.

Habida cuenta de las elecciones del 29 y 40, las de 1946 fueron más sofisticadas en las formas. Para empezar se aprobó por los priístas una ley electoral que les daba el control de las elecciones, su organización, calificación y vigilancia. Luego Avila Camacho llamó a todos los precandidatos y les dijo que el candidato era Miguel Alemán, y les pidió retirarse. Al único candidato opositor de ese año, Ezequiel Padilla, se le descalificó de todas las maneras, y después de las elecciones, como él se fue a los Estados Unidos, se compró a sus partidarios. "Fraude con orden" le llamó Padilla.
Las elecciones de 1952 no fueron la excepción. Fueron candidatos Miguel Henríquez por la oposición al PRI, y por éste Adolfo Ruiz Cortines. Infinidad de incidentes para impedir la campaña de la oposición. Les ponían tachuelas en las carreteras para impedir el paso de los carros, inundaban las pistas aéreas para que no pudiera aterrizar Henríquez. En Nayarit el Gobernador ordenó la suspensión de todos los servicios, y en Oaxaca se metió a la cárcel y se impuso cuantiosa multa a los campesinos que se declaraban henriquistas. Desde luego hubo muertos y heridos. El colmo, el ferrocarrilero Francisco Mercado, lo mataron los priístas, se robaron el cuerpo y lo enterraron con honores diciendo que eran un "mártir" priísta. De nada sirvió que los henriquistas mostraran su credencial de militante, ni la foto mostrando a Corona del Rosal y a Jesús Yurén disparando contra la multitud antigobiernista.
Tan pronto se efectuaron las elecciones Alemán habló con Henríquez, le propuso un cargo en el siguiente gobierno, la mayoría del Congreso y recursos para su partido si aceptaba su derrota. No aceptó, y entonces se desató la represión. El 7 de julio, cuando los henriquistas estaban festejando su triunfo en la avenida Juárez, frente a la Alameda, una carga de caballería, tanques y tanquetas, soldados, agentes y todas las policías, arremeten contra la masa inerme dejando un saldo de poco más o menos 500 muertos e infinidad de heridos y detenidos... Y a partir de ahí, la persecución se recrudeció. Se llegó al extremo de proscribir la militancia henriquista. Sr les quitó su registro en 1955.

Luego de esas elecciones, todo marchó sin problemas. El PRI creó dos partidos satélites, el PARM y el PPS, para aparentar democracia, y el PAN no representaba ningún problema porque siempre votaba "a modo" del PRI. Luego crearon los diputados de partido para que entrara una minoría opositora al Congreso, se corrompía a los líderes "opositores" y a los que se negaban se les reprimía y se les encarcelaba.
Por los años 60, en el gobierno de Díaz Ordaz, contaba el general Juan Barragán que siendo candidato del PARM a diputado por San Luis Potosí, perdió la elección. Muy decepcionado regresó de allá, con el acta del cómputo que arrojaba solo 600 votos en su favor, y fue a mostrársela a Luis Echeverría, en ese entonces secretario de Gobernación, el que cuando tuvo el documento enfrente, al tiempo que sacaba la pluma y le añadía un cero, tranquilamente le dijo: “Está usted equivocado mi general; no ha visto bien, usted tiene 6 mil votos, no 600”. Y lo hizo diputado.
Mario Guerra Leal, relata en sus memorias que le propuso a López Mateos crear el Partido Nacional Anticomunista, obviamente para ayudarlo. Le gustó la idea y le fijó un subsidio.
Poco después, dice que formó otro partido, el Demócrata Cristiano, a petición del entonces secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, quien temía que los sinarquistas crearan un partido con ese nombre que fuera de verdadera oposición.
Y dice que luego, cuando Díaz Ordaz fue destapado candidato, en 1963, lo volvió a llamar y le pidió ser candidato para obligar al PAN a lanzar candidato y contrarrestar al del Frente Electoral del Pueblo, que era izquierdista.
“Yo no tengo la edad que exige la Constitución, y además mi mamá era guatemalteca", le advirtió.
"Los impedimentos de que me habla no tienen nada que ver, nadie se va a ocupar de averiguar eso, y por otra parte, no va usted a ser presidente, a menos que piense ganarme", y soltó la risa.
Sólo unas cuantas anécdotas.

5 de febrero 1917

ANIVERSARIO DE LA CONSTITUCION
Su antecedente, el Plan de Guadalupe. El 26 de marzo de 1913, cuando se discutía el contenido del “Plan de Guadalupe”, encabezando a un grupo de jóvenes oficiales, Francisco J. Múgica le espetó a Venustiano Carranza el carácter exclusivamente político del documento, se le encaró y le preguntó: “¿Dónde están los puntos concretos acerca del problema de la tierra, de los obreros y de la educación?”, es decir, el contenido social, y no simplemente vengar la muerte de Madero o restaurar el orden constitucional. Y luego, cuando el Primer Jefe trató de explicar que más importante era en ese momento conseguir el derrocamiento de Huerta, argumentando que una revolución del corte de la que le pedía necesitaba, al menos, de una guerra de dos a cinco años, pues “los terratenientes, el clero y los industriales son más fuertes y vigorosos que el gobierno usurpador”, Múgica le respondió: “¡Hay aquí, señor, suficiente valor y juventud para dilapidarla, no sólo cinco años, sino diez si es preciso, para llegar al triunfo!”.
Al final, no se aprobaría el proyecto de Plan elaborado por Carranza; se haría otro, que redactaron entre Múgica y Aldo Baroni, y este sí fue firmado por todos los oficiales presentes, con la promesa de don Venustiano de formular el programa social al triunfo de la causa.
Fueron las adiciones al Plan que Carranza adicionó en Veracruz al texto original. Porque esa fue la condición que le puso el grupo Sonorense, que empezaba a formarse, para apoyar la revolución constitucionalista.
Carranza dijo textualmente, en su famoso discurso pronunciado en Hermosillo el 24 de septiembre de 1913: “El Plan de Guadalupe es un llamado patriótico a todas las clases sociales, sin ofertas ni demandas... Pero sepa el pueblo de México que, terminada la lucha armada a que convoca el Plan de Guadalupe, tendrá que principiar formidable y majestuosa la lucha social, la lucha de clases; queramos o no queramos nosotros mismos y opónganse las fuerzas que se opongan, las nuevas ideas sociales tendrán que imponerse en nuestras masas... No es el sufragio efectivo... es algo más grande y más sagrado: es establecer la justicia, es buscar la igualdad, es la desaparición de los poderosos... Tendremos que removerlo todo. Crear una nueva Constitución cuya acción benéfica sobre las masas nada ni nadie pueda evitar”.
Esto era un vuelco en las metas de revolución iniciada por Madero, hecha en nombre del sufragio efectivo, y una reivindicación de la revolución magonista.
De hecho todos los que impulsaron estas adiciones al Plan de Guadalupe primero y que integraron la corriente radical del Constituyente después, fueron miembros del Partido Liberal Mexicano o por lo menos lectores de Regeneración. A ellos se deben los primeros repartos agrarios, las primeras leyes del trabajo, la cláusula social del “Pacto de Torreón” entre Francisco Villa y Venustiano Carranza, las iniciativas avanzadas de la Convención de Aguascalientes, así como las decisivas adiciones que se le hicieron al propio “Plan de Guadalupe” en diciembre de 1914, que derivaron, a la postre, en varios decretos y leyes carrancistas y en la incorporación de muchas de las causas que animaron el magonismo, del programa del PLM, en la Constitución del 1917.
Ni un solo día de la contienda dejaron de insistir en lo mismo. Por eso, cuando estuvo comisionado en Tamaulipas, Múgica fue el ejecutor, junto con Lucio Blanco, del primer reparto agrario en el norte del país. Y por eso en 1938 fue el principal impulsor, si no es que el autor real de la expropiación petrolera.

Esa fue también la causa del conocido el antagonismo entre Carranza y Alvaro Obregón, y la división del Constituyente en liberales “renovadores” y socialistas “radicales” o “izquierdistas”. Obregón fue el primer caudillo de la izquierda. Para hacer evidente su liderazgo, y aunque no participó en la redacción de los artículos constitucionales, Obregón fue muy obvio en hacer ostentación de su apoyo personal al grupo “radical”, haciendo frecuentes y estratégicas visitas a Querétaro durante el Constituyente.
Su vínculo más directo con los diputados era el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), formado en 1916 por él mismo y por un grupo de civiles y militares. Y se asegura que fue Obregón, incluso, el autor de ese nombre: que recomendó lo de “liberal” para crear una cierta afinidad con la época de Benito Juárez y para identificarlo con el movimiento magonista, el del Partido Liberal Mexicano.
Los "radicales" eran los diputados sonorenses Luis G. Monzón, Juan de Dios Bojórquez y Rafael Martínez de Escobar, para informar del curso que seguían las discusiones. Y en cuanto a la presencia de Obregón en Querétaro, se sabe que viajó a ese estado por lo menos en tres ocasiones: cuando se discutió el contenido del artículo 3º, el 5º y el 27.
“Sin la influencia de Obregón –llegó a decir Bojórquez- y sin su apoyo decidido a los diputados radicales de Querétaro, otra hubiese sido la suerte de la Constitución. No hubiéramos tenido ni artículo 27, ni artículo 123, ni 115 ni 130. Es decir, se habría perdido lo fundamental de las reformas revolucionarias”.
El fuego entre unos y otros se abrió el primer día de las sesiones y duró hasta el último día del Congreso. Quisieron evitar la aprobación de las credenciales de los "renovadores", entre ellos las de Félix F. Palavicini y José Natividad Macías, pretendiendo excluirlos del Constituyente acusándolos de tibieza durante el cuartelazo contra Madero. Pero los apoyó Carranza y se quedaron.
La lucha fue dura. A causa de ella, fue cesado el ministro de Gobernación, por obregonista, Jesús Acuña, y hasta amenazó con renunciar el propio Obregón, en protesta. Sin embargo, Carranza rechazó.
Luego, cuando trascendió una carta que Obregón había enviado a los diputados, recomendándoles una actitud “intransigente” con respecto al artículo 3º, el presidente del Congreso, Luis Manuel Rojas, lo acusó de conspirar contra el Primer Jefe y contra la Revolución.
Obregón le respondió casi de inmediato a Rojas, negando los cargos, y se dio un conato de debate entre Obregón y Carranza, el primero cuestionando el papel de los “renovadores” durante el cuartelazo contra Madero, y el segundo, defendiéndolos, que finalmente y por fortuna, no pasó a mayores en ese momento.
Se ha dicho simplistamente que la Constitución fue la primera socialista o socialdemócrata y que los artículos más avanzados fueron obra del grupo radical.
Pero la lucha era entre dos visiones de liberalismo: una, representativa del criterio anglosajón en la política, que nos venía de la Reforma, y otra, ligada como hemos visto, a la experiencia revolucionaria francesa, incluidos los movimientos más radicales del período 1830-1871, cuyos antecedentes son a veces afiliados a un socialismo incipiente y hasta romántico.
Y tampoco es cierto que los artículos avanzados sean sólo de los "radicales".
No hay que olvidar que la iniciativa de protección a los obreros fue en buena medida obra de un “moderado”, de José Natividad Macías, uno de los más allegados a Carranza. Y fue Alfonso Cravioto, otro “renovador”, quien llegó a identificarse a sí mismo, y a los de su grupo, como “liberales por muchas influencias socialistas”.
Y Múgica, el verdadero inspirador de los artículos sociales, no pertenecía a ninguno de los dos grupos. Ni recibía instrucciones de Carranza, ni perteneció al grupo llamado “jacobino” que seguía las consignas de Alvaro Obregón.

Algo interesante y que casi no se sabe, es que en un momento dado, ambos quisieron sacarlo de los debates del Constituyente, pero acabaron dando marcha atrás.
En el caso de Carranza, según cuenta Magdalena Mondragón, enviándole una orden, en plenas sesiones, para que se fuera a Tabasco “a hacerse cargo de la entidad”, a lo que Múgica respondió encarando al Primer Jefe, poniendo a su amigo Jacinto B. Treviño por testigo, diciéndole: “Recibí su orden para que me traslade al estado de Tabasco. Como militar, inmediatamente cumpliré. He querido despedirme de usted antes de salir de Querétaro e invité al compañero Treviño, porque quiero que sea testigo de que yo le manifiesto a usted que la verdadera razón para alejarme del Congreso es que usted teme que yo derrote su proyecto de Constitución”. Con lo que provoca que Carranza, rompiendo el oficio con la orden de traslado, rectifique aseverando: “Puede usted volver a ocupar su curul, general”.
En el caso de Obregón, era tal su animadversión hacia Múgica, que le envió un telegrama también durante las sesiones, el 22 de noviembre de 1916, amenazándolo con procesarlo por “chismes” que le habían llegado, de que había “insultado públicamente a autoridades civiles y militares de Michoacán”. La respuesta inmediata de Múgica fue una reclamación. Le escribió a Obregón diciéndole no querer “que se juzguen mis actos de hombre serio y de general del Ejército” como chismes, y pidiéndole que se le abriera un proceso “en el que sabré poner las cosas en su debido lugar”. Obregón puso entonces punto final al incidente, enviándole otro telegrama asegurándole que eran “inexactitudes” los informes que previamente había recibido y que consideraba “absolutamente innecesario” abrir una averiguación.
Por el contrario, cuando Rafael Martínez de Escobar, por instrucciones de Obregón, lanzó su ofensiva para expulsar del Constituyente a los diputados llamados “renovadores” (Palavicini, Rojas, Macías, etc., que habían sido miembros de la Cámara maderista y a los que Obregón acusaba de “debilidad” frente al cuartelazo de Victoriano Huerta, pero que Carranza defendía), Múgica reclamó imparcialidad: “Proceder –dice- con entera independencia... porque nosotros, señores, antes del parecer de nuestros caudillos, muy respetables para nosotros y muy dignos de confianza, deben estar sobre todo nuestros principios, debemos ser hombres libres”.
Por eso Félix Palavicini, cabeza del ala carrancista, llamada “moderada”, lo llegó a reconocer como “el verdadero gran líder de la Constitución de 1917”. Y Juan de Dios Bojórquez, del grupo obregonista, dijo que “fue, sin lugar a duda, la figura más conspicua del Congreso... Ninguno lo superó en la tribuna defendiendo los más altos ideales del pueblo”. Y relataba cómo, al término de las sesiones, fue llevado en hombros hasta su domicilio por los constituyentes.

Más que la lucha entre “obregonistas” y “carrancistas”, lo relevante pues, en el Constituyente del 16-17, fue eso: el debate que se suscitó entre unos y otros sobre el cómo hacer realidad el liberalismo. Su discrepancia era en las formas. Una, la de los “clásicos” u “ortodoxos”, planteaba el liberalismo como fin y como medio, llegar a él de manera inmediata, sin que mediara un proceso, de golpe. Más cultos y más ilustrados, curiosamente fueron ellos los que citaron a Marx en sus discursos y los que acuñaron el término de “liberales socialistas” que decíamos arriba, para describirse. La otra corriente, la de los jacobinos o “radicales”, luchaba por el liberalismo como fin, pero planteaba que para llegar a él había que construir primero las condiciones para tenerlo, así fuera con medios no liberales. Partían ellos de la realidad mexicana: una sociedad controlada por el clero y los terratenientes necesitaba arreglar muchas cosas para entrar de lleno al liberalismo, porque de otro modo, las libertades beneficiarían, no a la mayoría ni a los más pobres, sino a una élite, a los privilegiados, a los ricos.
Por eso, el gran debate en el Constituyente no fue el agrario ni el obrero. Fue el del artículo 3º . Y las discusiones de aquellos días son interesantes porque explican en mucho, lo que nos pasó después.
Venustiano Carranza y los “ortodoxos”, defienden la libertad de enseñanza a secas. Francisco J. Múgica, que lleva la voz cantante en el grupo de los “radicales”, se pronuncia categóricamente por la enseñanza controlada por el Estado: “La enseñanza es indudablemente el medio más eficaz para que los que la imparten... engendren, por decirlo así, las ideas fundamentales en el hombre; y, señores diputados, ¿cuáles ideas fundamentales puede el clero imbuir en la mete de los niños?... No señores, haríamos una mala obra, una mala obra de inconscientes si no pusiéramos remedio desde hoy para evitar en lo futuro que nuestros asuntos se resuelvan por medio de las armas, sino que nuestras disensiones intestinas se resuelvan en la tribuna, en los parlamentos, por medio del libro, por medio de la palabra, por medio del derecho” .
Su argumento de fondo es que sin liberales, no puede haber liberalismo: hay que formar liberales pues; y hay que defender al liberalismo, aunque para conseguirlo se empleen medios que no sean ortodoxamente liberales.
José María Truchuelo defendió la posición “radical”, así: “La revolución constitucionalista se ha hecho en nombre del pueblo para combatir a los enemigos del pueblo... El clero, el ejército pretoriano y la aristocracia. El ejército pretoriano... fue destruido, fue desarmado y fue aniquilado por el constitucionalismo, como se extirpa un elemento contrario a las libertades públicas; la nobleza, representada por los científicos, fue también sepultada para siempre... y al clero, ¿qué se le ha hecho señores? Al clero, que aún cuando tenía sus restricciones, abusaba precisamente en nombre de la misma libertad, ahora vamos a permitir que tenga libertinaje, que oponga obstáculos y dentro de poco mate todas las libertades públicas?... Si la libertad no tiene restricciones, ¿a dónde llegamos? A hacer cada quien lo que le parezca... Ese es el concepto de la libertad del clero, de la libertad de instrucción clerical".
El debate fue intenso, apasionado. A veces hasta rudo. Desfilaron por la tribuna Luis G. Monzón, quien propuso que más que laica la educación debía de ser “racional”. Luis Manuel Rojas, que fungía como presidente de la asamblea y a la vez era la más alta autoridad masónica en ese momento, quien subrayó el carácter mayoritariamente católico del pueblo mexicano y se pronunció en contra del “jacobinismo”.

Al final, la mayoría votó por la tesis de Múgica. 99 en pro, contra 58. Y lo mismo fue con respecto a los artículos 5º, 27, 123 y 130, asignaturas que había dejado pendientes el Constituyente de 1857.