miércoles, 25 de mayo de 2011

MEJOR CARDENISMO QUE ALEMANISMO PERO EN 1952 LA IZQUIERDA VOLVIO A PERDER


Cárdenas y Alemán, la pugna de dos proyectos contrarios.

Miguel Henríquez y Cárdenas, en la campaña de 1952.




















Continuando con nuestro análisis, decíamos que el proyecto revolucionario de nación fracasó porque no hubo organización social que lo sostuviera. Y también porque Lázaro Cárdenas no lo quiso defender. Sencillamente se negó a que su sucesor fuera elegido en un clima de verdadera competencia; lo que es más, le cerró el paso a Múgica que lo único que le pedía era imparcialidad para que no prevaleciera la consigna en el partido revolucionario y que éste escogiera a su candidato mediante debates y una consulta, y luego el pueblo pudiera elegir a su Presidente, libremente. Porque hay que decir que la política de “unidad nacional” que se implementó a partir de 1940 no fue traición al cardenismo, fue evolución del cardenismo. Y así lo explicó claramente Vicente Lombardo en el Consejo Nacional de la CTM, el 23 de febrero de 1939, donde se proclamó la candidatura de Manuel Avila Camacho: “La CTM… desea que se siga la misma política de Cárdenas. Nuestro voto, que acabamos de proclamar, así lo indica; porque es necesario continuar la obra de Cárdenas, buscando un hombre identificado con Cárdenas, que continuará la obra del gobierno actual”. Y todavía, años después, así respondió a quienes hablaban de una desviación y un cambio de rumbo en la sucesión del 40: “Yo no creo que el general Cárdenas haya retrocedido después de haber ayudado y apoyado la candidatura de Avila Camacho... Si Avila Camacho cometió errores, algunos de ellos muy graves, eso no quiere decir que él tuviera el propósito de deshacer la obra de Cárdenas”.
El caso es que frente a todos esos errores y desviaciones que se cometieron después de su gobierno Cárdenas permaneció callado. Se le llegó a poner el mote de “La Esfinge de Jiquilpan” precisamente porque no emitía ni un gesto… Hasta 1951, en el último tramo del gobierno de Miguel Alemán, cuando aparentemente hizo un intento correctivo.
Lo que pasó es que nada más dejó la presidencia Cárdenas empezaron los ataques a su obra y las rectificaciones, pero con Alemán las cosas llegaron al colmo. El desmantelamiento del modelo cardenista fue sistemático, y del Estado de Bienestar pasamos al Estado populista autoritario (Octavio Paz lo llamaba “el Ogro Filantrópico”), una deformación del proyecto revolucionario de nación. Lo peor es que no fue para mejorar. Y no me refiero nada más a la persecución del sindicalismo, el entreguismo con los Estados Unidos y las medidas contrarrevolucionarias como el amparo agrario y el intento de devolver el petróleo a los extranjeros en concesiones simuladas. El gobierno alemanista no fue sólo de un serio retroceso social sino que económicamente acabó siendo un desastre. Para visualizar sus desequilibrios baste decir que mientras el crecimiento promedio del PIB (el que mide el valor de la producción nacional generada en un año) fue en el sexenio cardenista de 5.6% y en el de Alemán de 6.8%, el crecimiento del PIB per cápita (es decir la relación que hay entre el PIB y el número de habitantes) se movió a la inversa: con Cárdenas fue de casi un 3% anual mientras con Alemán cayó a 2.5%. Sin contar con la inflación, que después de 1940 se desató (en el período cardenista la inflación promedio fue de 6% y de 36.7% en todo el sexenio, y en el alemanista fue de casi 10% en promedio, alcanzando un 47.3% en el sexenio) y con la depreciación del peso con respecto al dólar, que igualmente se disparó (en el alemanismo hubo una variación en el tipo de cambio de un 78.4% mientras en el cardenismo fue de 50%). Y también están otros datos: el del salario por ejemplo, que salvo 1952 en que se hizo un esfuerzo para evitar riesgos mayores por las elecciones, cayó año con año entre 1940 y 1951; y el del equilibrio entre importaciones y exportaciones, que se extravía a partir de 1940 y ya no ve mejores épocas: mientras que en el sexenio cardenista las exportaciones alcanzaban para cubrir todo el gasto de importaciones y dejar un superávit, en el de Alemán esto ya no ocurre y por primera vez arroja un déficit.
Solían justificarse los alemanistas diciendo que había que generar riqueza, antes que repartirla. Fue así como se inauguró el tráfico de influencias como modus vivendi de los funcionarios; otro fue la colusión en actividades del narcotráfico, que alcanzó al círculo más cercano del entonces Presidente. Y hubo una especie de nuevo reparto de tierra pero para favorecer a los llamados “agricultores nylon”, amigos y parientes de los poderosos que recrearon el latifundismo. Como Alemán había llegado al poder en medio de acusaciones de fraude una de sus primeras acciones fue acudir a la Embajada norteamericana en busca de apoyo a cambio de concederles participación en todos los asuntos de su administración. Y por si fuera poco, para sostener el modelo se implantó la militarización: proliferaron las policías y los actos de represión, se creó el delito de “disolución social” para perseguir a los opositores y se canceló de plano la democracia.
Es en ese contexto que, al fin, Cárdenas parece reaccionar. Dice Cuauhtémoc que no es cierto, que su padre nunca actuó después de dejar la presidencia, pero yo prefiero pensar como muchos que el “Tata” sí intentó rectificar su error y actuar en 1952, y que por eso empujó a su amigo el general Miguel Henríquez Guzmán a organizar la oposición al gobierno y jugar como candidato presidencial. José Muñoz Cota recordaba cómo Cárdenas lo había incitado a sumarse a Henríquez diciéndole que había que salvar a la Revolución, e igual hizo con Múgica, y Graciano Sánchez, y García Barragán, y Martino… El hecho es que todo el cardenismo y la izquierda de entonces se alinearon en el henriquismo y la alianza progresista revive mediante un programa unitario y una planilla de candidatos comunes al Congreso bajo la promesa de ir juntos, también, con un sólo candidato presidencial que por su popularidad no puede ser otro que el propio Henríquez.
La Plataforma de la Coalición de Partidos Independientes, como se llamó a la alianza de los partidos Popular, Comunista, Constitucionalista, de la Revolución y la Federación de Partidos del Pueblo, es otro de esos documentos básicos del proyecto de nación progresista. Y planteaba lo mismo que los anteriores, entre otras cosas: 1.- Defensa de la soberanía y de la independencia de México. 2.- Restitución del orden constitucional y fortalecimiento de la democracia. 3.- Subordinación de la política económica a la necesidad de organizar la economía nacional en forma que garantice los intereses del país, eleve el nivel de vida del pueblo y evite los monopolios. 4.- Control de nuestras reservas de petróleo. 5.- Restauración del Artículo 27 y ampliación de la Reforma Agraria. 6.- Implantación de un verdadero salario mínimo capaz de satisfacer las necesidades de los trabajadores y sus familias, y garantía de los derechos de la clase obrera. 7.- Preferencia por las obras públicas que tengan como objeto dotar de servicios básicos a la población de colonias y barrios populares. 8.- Baja de los impuestos a los pequeños comerciantes e industriales. 9.- Establecimiento del seguro del niño con participación pública y privada a fin de garantizar la educación desde el jardín de niños hasta la universidad. 10.- Manejo de las relaciones con EEUU con espíritu de amistad y respeto recíproco y ensanche de nuestras relaciones con los países de AL para lograr la mejor protección de los intereses comunes.
Fue este pues, en esencia, el esfuerzo más serio desde 1940 por rectificar el error del cardenismo de haber cedido el mando a los “centristas” y para restaurar el proyecto de nación de avance de nuestro país, sólo que la alianza progresista se desbarató aún antes de celebrarse las elecciones. Lombardo alegó estar “mejor posicionado” que Henríquez, saboteó su candidatura unitaria y acabó trabajando para hacer triunfar al PRI. Y el intento fracasó ahogado en sangre. Unos dicen que porque Henríquez no quiso levantarse en armas, y otros porque Cárdenas negoció. El hecho es que a partir de ahí el PRI consolidó el modelo populista clientelar que sacrificó la democracia. Y el modelo funcionó más o menos mientras hubo un cierto desarrollo. Esto es, por otros 30 años.

Publicado en Unomasuno el 17 de mayo de 2011.

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