jueves, 21 de julio de 2011

LA IZQUIERDA EN EL 2012: ¿UN LULA MEXICANO U OTRO LOMBARDO?

Vicente Lombardo, en caricatura de los 40.


Lula con Marcelo Ebrard durante su última visita a México.














Es lugar común decir que la historia de la izquierda en México es la historia de sus divisiones y confrontaciones internas. Lo peor es lo que apuntábamos en colaboración anterior, que esas divisiones y confrontaciones no han tenido ninguna razón ideológica sino que simple y sencillamente han sido producto de distintos punto de vista “tácticos”: el de quienes le han apostado al ideal y a la defensa de los principios contra quienes han sostenido que el mejor papel de la izquierda es el de ser “la cola del gobierno”, y se han vendido.

Es la escuela de Vicente Lombardo Toledano, creador del Partido Popular Socialista (PPS), quien sostenía que en México sólo había una izquierda “posible”, la colaboracionista, la contraria a lo “radical”. Y de Rafael Aguilar Talamantes, creador del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), quien antes de tomar una decisión acudía a la Secretaría de Gobernación a recibir línea.
Si se quiere conocer la manera como el régimen priísta corrompía a los líderes opositores, y los desmovilizaba, hay que leer “La Grilla” de Mario Guerra Leal, un joven que apenas dejó la universidad de sumó a las filas del henriquismo, lleno de ideales, pero pronto aprendió los beneficios de jugar a la oposición “correcta” y fue creador y dirigente lo mismo de partidos de izquierda que de derecha, según las instrucciones que recibía de los Presidentes a los que servía.
Además de ese libro, están las biografías, claro, de: Lombardo y Aguilar Talamantes. Del primero se sabe ahora que no sólo servía al gobierno y al PRI sino que era agente de la Unión Soviética –su nombre en clave era “Sh”-, y que hasta logró desplazar al Partido Comunista Mexicano en la estrategia del Kremlin, particularmente durante la etapa cardenista.
Lombardo llegó a decir, allá por 1945, que en México la táctica de la izquierda “consiste en apoyar el régimen de la Revolución independientemente de sus errores y de sus fallas... Creer en la táctica de la lucha de clases sin cuartel, es un error. La táctica revolucionaria es la Unidad Nacional”. Luego, en enero de 1947 llamó a todos los grupos y organizaciones de izquierda a unificarse pero su llamado fracasó porque la mayoría disintió de Lombardo, quien propuso: “La creación de un gran partido popular de las masas progresistas de México… un partido que formará parte del régimen revolucionario... colaborará con el gobierno... Será un organismo más a favor de la Revolución Mexicana”. Y poco después, en un acto al que asistió como invitado el entonces dirigente del PRI, subrayó: “Me alegro que se encuentre entre nosotros mi querido amigo y compañero, el presidente del PRI, general Sánchez Taboada. Y me da gusto poder decir en su presencia que el nuevo partido no es para combatir al PRI. Colaboraremos con el PRI”.
Y cuando surge finalmente ese partido, el PPS, en 1948, todo mundo especuló sobre el origen de los recursos que permitieron su fundación. Se aseguraba que Lombardo lo había hecho con dinero que le dio Miguel Alemán, o bien el expresidente Manuel Avila Camacho. Y esto se vino a confirmar cuando uno de los colaboradores de Lombardo, Víctor Manuel Villaseñor, se retiró de su cargo directivo tan pronto como un año después de la fundación del PPS asegurando decepcionado que el partido recién creado era una farsa, “un cadáver”. Con el tiempo, Villaseñor llegó a revelar: “La mayor parte de los fondos con que se llevaron a cabo los trabajos de formación del partido fueron obtenidos por Lombardo, sin que la dirección política ni la comisión de finanzas llegara nunca a conocer el origen y cuantía de esos recursos, cuyo manejo fue hecho siempre directamente por Lombardo, o a través de Enrique Ramírez y Ramírez... Era versión generalizada de que tales recursos provenían de la presidencia de la República y del general Manuel Avila Camacho”.
Más escandaloso que eso fue su papel de esquirol en las elecciones de 1952, de 1958 y de 1964. En las del 52 dividió a la izquierda fingiendo una candidatura “oposicionista” para favorecer al PRI y en las otras dos ya, de plano, abiertamente apoyó a los candidatos del PRI. Y a pesar de todo eso Lombardo tiene su nombre en letras de oro en la Cámara de Diputados sin que nunca nadie haya denunciado nada de esa “honrosa” trayectoria.
Aguilar Talamantes, por su parte, no tenía empacho en reconocer los patrocinios oficiales que le permitieron crear su partido, el Socialista de los Trabajadores. “Echeverría –declaró hace unos años- dio instrucciones a Víctor Bravo Ahuja, secretario de Educación Pública, para que nos proporcionara 30 mil pesos mensuales. Con esa cantidad, más un auxilio financiero que logramos con Fausto Cantú Peña (director entonces de Inmecafé, preso posteriormente bajo cargos de peculado), el PST pudo sostener su actividad durante un largo periodo.”
Después recibiría apoyos también de José López Portillo y en 1988 traicionaría a Cuauhtémoc Cárdenas a cambio de un acuerdo con Carlos Salinas. Según el propio Agular Talamantes, luego del fraude, él mismo le planteó a Cárdenas que “era un absurdo, una irresponsabilidad política” dejar de reconocer la realidad, y evitar la calificación de Salinas. Y cuenta cómo hasta gestionó la entrevista entre Salinas y el hijo del “Tata” para que suscribieran el tal acuerdo. Cuando finalmente se hizo la calificación de las elecciones, Aguilar Talamantes reconoció tácitamente la derrota de su partido… a cambio de 36 diputados, el mayor número de entre los partidos que apoyaron a Cárdenas.
Pues bien, el fantasma de Lombardo y Aguilar Talamantes recorre hoy las filas de la izquierda. Y otra vez, como en 1952 y como en 1988, prevalecen dentro de sus filas las dos corrientes que históricamente han disputado su control: la de quienes ya dan por descontado el triunfo del PRI y se aprestan a negociar algo en su beneficio a cambio de su derrota asumida de antemano; y la de quienes tienen compromiso con el ideal y están dispuestos a competir. Y a ganar.
Se habla ya hasta de la necesidad de encontrar a un “Lula mexicano” que abandere la lucha de los “realistas”, de los “prácticos”, de los “moderados”. Y se utiliza ese argumento, y el de que necesitamos una izquierda “amplia e incluyente”, es decir “correcta y viable”, desde luego no radical, para justificar la descalificación de AMLO y la contemporización con la derecha mediante alianzas cupulares. Argumentan que en el 2006 AMLO perdió porque “se radicalizó”, porque no supo “incluir”; e independientemente de que quien esto dice ignora las trampas en que se incurrió en esa elección, si revisamos los hechos veremos que lejos de radicalizarse el discurso de AMLO –me refiero al verdadero, no al que inventó la propaganda- fue centrista. Y él lo dijo así claramente no una sino varias veces. Basta releer su Proyecto Alternativo que presentó en 2005. Es decir, que la polarización la provocaron otros. Los que lo llamaron “un peligro para México”, los que lo equipararon con Chávez y con Castro. Y en todo caso, si hubo un error táctico en el 2006 para mí que fue la estrategia de acercarse al “centro”, recurrir a lo que algunos llaman eufemísticamente el discurso “incluyente” de tratar de sumar a todos. Y también el temor a marcar distancia con respecto de quienes, pintándose de “realistas”, siempre han saboteado a la izquierda y seguirán saboteándola sencillamente porque no son de izquierda.
Por eso pienso que es una nueva trampa hablar ahora, desde la izquierda, de que “hay diferencias” y que efectivamente existe moderación por un lado y radicalismo por el otro, cuando lo que puede haber, repito, y eso es lo grave, es mera tentación por negociar la derrota. Como Lombardo, como Aguilar Talamantes.
Yo no sé qué tan izquierdista consideren a Lula los izquierdistas brasileños en el parámetro que de la izquierda se tiene en Brasil y particularmente en su partido el PT; pero aquí se asemeja más a Salinas y a Alemán que a Cárdenas y a Múgica, y eso es digno de tomarse en cuenta, porque ese es, en todo caso, el parámetro que cuenta. ¿O es que se piensa que es mera casualidad que Lula sea es el paradigma invocado por analistas y políticos conservadores y hasta por Felipe Calderón, quien no ha dudado en proclamarlo varias veces como ejemplo de lo que es un “buen gobierno”? Seguiremos en el tema.

Publicado en Unomásuno el 21 de junio de 2011.

No hay comentarios: