miércoles, 2 de marzo de 2011

LAS (¿NUEVAS?) LECCIONES DE LA INSURGENCIA MUSULMANA


Desde finales de los 80 cuando se dio la movilización en los países del Este europeo y la Caída del Muro del Berlín no se producía un fenómeno que despertara tantas expectativas y tanto entusiasmo.


Lo que está pasando ahora mismo en el Medio Oriente está sacudiendo al mundo. Y lo más importante de esta experiencia sobre la que ya mucho se ha hablado son sus enseñanzas. Nada nuevo en realidad. Cosas que ya sabíamos pero habíamos olvidado. Para empezar, que el principio de la soberanía popular –causa de tantas y tantas revoluciones sangrientas- se gana con hechos; que nadie otorga poder al pueblo mas que el propio pueblo y, sobre todo, que efectivamente se pueden cambiar las cosas sin necesidad de recurrir a la violencia.

No soy de los que piensa que la experiencia vivida por el pueblo egipcio, el tunecino o el libio pueda ser trasplantada automáticamente a otros países o que estemos ante una especie de “epidemia” democratizadora, porque cada país tiene su realidad y sus tiempos. Lo que sí creo es que lo que algunos han dado en llamar desde los 80 “la sociedad civil” es algo más que un mero recurso retórico siempre y cuando la gente, el individuo decida salir de su limitado espacio de individualidad y sumarse a otros en pos de un mismo objetivo o un mismo ideal común.

Es que se está tratando de presentar todo esto como algo novedoso, cuando en el fondo nada ha cambiado. Ahora son los celulares, ayer eran los panfletos y la consigna pasada de voz en voz. En resumidas cuentas, conciencia cívica. Ese ha sido, finalmente, el motor que ha animado los grandes cambios. Y la clave, ayer como hoy, es la unión de la gente, el ánimo solidario, la voluntad compartida de cambio. Pues así como hoy se censura la Internet, ayer se cerraban las imprentas. Acciones dictatoriales a cual más de inútiles cuando la gente, los ciudadanos, deciden manifestar abiertamente su rebeldía.

La rebeldía, decía Albert Camus, se concreta en el instante en que un hombre o un pueblo gritan: ¡Ya basta! Ahora bien, ¿qué factores intervienen para traspasar esa frontera? ¿Las contradicciones económicas como sostenía Marx?, ¿las políticas como decían los liberales franceses?, ¿las culturales, las sociales y hasta las religiosas? ¿O una mezcla de todas? El mismo misterio de siempre: ¿Quién sabe realmente qué es lo que prende la mecha?

En Túnez fue sí, la corrupción gubernamental imperante, el alto desempleo y las enormes desigualdades sociales, pero también la autoinmolación de Mohamed Bouazizi, un joven de 26 años que estaba harto de todo eso.

Era un graduado universitario sin trabajo que se puso a vender verduras y frutas sin licencia, y que en protesta por la confiscación policial de su improvisado y honrado medio de subsistencia se roció con gasolina y se prendió fuego. Nadie del gobierno lo escuchó. Murió el 4 de enero a consecuencia de sus graves quemaduras y 5 mil personas asistieron a su funeral al día siguiente. No fue el único en inmolarse, otro joven desempleado de Sidi Bouziz se subió a un poste de electricidad, gritó “¡No a la miseria, no al desempleo!”, tocó los cables y se electrocutó instantáneamente. La televisión y la radio, controladas por el gobierno, silenciaron los hechos. Entonces la consigna corrió como reguero de pólvora por las redes sociales: “¡Fuera los corruptos!”. Y la oleada de protestas se generalizó. El pueblo no disparó un solo tiro. Simplemente se reunió masivamente para protestar en las plazas de las principales ciudades. Y lo mismo pasó en Egipto, adonde a base de manifestaciones en 18 días cayó su presidente de 30 años Hosni Mubarak.

Ahora se sabe que una lectura inspiró estos movimientos. Fue un cómic que lleva por nombre The Montgomery Story que originalmente se publicó en 1958 para difundir las ideas de Martin Luther King acerca de la desobediencia civil pacífica. Dalia Ziada, directora egipcia del American Islamic Congress, fue la encargada de traducirlo al árabe y al farsi y distribuirlo como un mecanismo de concientización e inspiración.

Es una receta vieja eso de la resistencia civil pacífica. Con ella logró Gandhi la independencia india. Y con ella los peronistas argentinos lograron poner fin a la dictadura militar y el regreso de Juan Domingo Perón tras 20 años de exilio.

En México tenemos pocas experiencias en ese sentido y ninguna ha sido exitosa. El primer movimiento de resistencia civil lo hicieron los católicos en 1926 para presionar al gobierno de Plutarco Elías Calles y forzarlo para que diera marcha atrás en la aplicación de las leyes anti-religiosas. Precisamente la llamada Liga Nacional de la Defensa Religiosa convocó en julio de ese año a los mexicanos a “paralizar la vida social y económica del país” mediante una serie de acciones (abstención de compras no indispensables, de ir al cine o al teatro y de usar vehículos privados, entre otras), pero no funcionó, y los católicos acabaron tomando el camino violento, manteniendo al país en guerra hasta 1929.

Años después Miguel Henríquez Guzmán intentó movilizar civilmente a la ciudadanía en protesta por el fraude electoral de 1952. Rechazó los llamados a alzarse en armas y pidió a sus partidarios mantenerse en resistencia pensando que de ese modo podría empujar la transición democrática. Planeó movilizaciones en todo el país, plantones ciudadanos de protesta y una gran marcha hacia la Ciudad de México. Marcha que el Ejército se negaría a reprimir, precipitando con ello la caída del régimen priísta. Sólo que al final se negó a hacerlo, temeroso de que los numerosos radicales infiltrados en su movimiento desbordaran los planes y provocaran enfrentamientos sangrientos.

Más recientemente la resistencia civil se convirtió en estrategia de lucha de los panistas para denunciar los fraudes electorales. Luis H. Alvarez y Manuel Clouthier expresaron así su descontento con los resultados en las elecciones presidenciales en las que participaron. Y se volvió emblemática la ola de manifestaciones civiles de los años 80 en varios estados del país. Cuauhtémoc Cárdenas también planteó un movimiento pacífico contra el fraude de 1988 y en 2006 AMLO encabezó una serie de acciones de resistencia, el plantón de Reforma, el boicot contra ciertos productos y servicios, etc., como medio para presionar un reconteo de votos y luego para manifestar su rechazo al gobierno de Felipe Calderón.

Por eso es válida la reflexión sobre los movimientos del Medio Oriente y sobre las posibilidades de “contagio” a otros países –incluido el nuestro- que algunos proclaman. Sobre todo es interesante analizar la influencia que las redes sociales tuvieron realmente y tienen en todos estos eventos.

Según Kamel Jendoubi, presidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos, ni en Túnez ni en Egipto “Facebook hizo la revolución, la hizo la gente. Muchas manifestaciones se convocaron a través de esta red social, pero la revolución la hicieron los ciudadanos que perdieron el miedo y salieron a las calles a decir ya basta”. Es decir, que el factor central que hizo posible el éxito en ambos casos fue la comunicación, la politización, pero sobre todo la organización de la población. Porque ni siquiera fue el hecho –que también se ha querido resaltar por algunos- de que se tratara de jóvenes los principales protagonistas de las manifestaciones, pues las revoluciones siempre las han hecho los jóvenes. Y habría que decir que no sólo fueron los jóvenes, también fue la actitud del Ejército que, sobre todo en el caso egipcio, se ha comportado al menos hasta ahora como un verdadero guardián del pueblo.

Pero la explosión popular que hemos visto en los últimos días no fue una simple cuestión de hacer llamamientos desde Facebook. Fue el producto de una conciencia nacional de protesta por años de rabia y frustración reprimida ante la corrupción y el abuso de poder.

En todo caso, por más poder movilizador que tengan el Internet y las redes sociales la organización política es fundamental. Y una lección válida de lo sucedido en Oriente Medio es algo que ya sabíamos: que si se quieren cambios, estos solamente pueden ser generados desde la propia sociedad.

El cómic de Martin Luther King en versión en español se puede leer en la siguiente página: http://www.ep.tc/mlk/index-s.html

Publicado en Unomasuno el 22 de Febrero de 2011.

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