martes, 16 de agosto de 2011

¿CANDIDATURAS CIUDADANAS O ELECCIONES CREIBLES?

Madero y Porfirio Díaz se entrevistaron para llegar a un arreglo.
Cobijada por el movimiento “apolítico” de Javier Sicilia, la reforma política propuesta inicialmente por el presidente Felipe Calderón se abre paso hoy con el aparente consenso de los tres principales partidos, se le aplaude como “el gran logro” del sexenio y sin embargo, lo que casi nadie dice, es que dista mucho de la reforma del Estado que reclama este país para concluir su transición.


¿Por qué digo esto a contracorriente de lo que repiten entusiasmados analistas, comentaristas, desde luego los panistas y los priístas y hasta que uno que otro de la izquierda? Pues sencillamente porque a pesar de que la pretendida reforma implicaría ciertos avances, están estos metidos de tal modo que se pueden perder o, peor aún, contribuir a desvirtuar aún más nuestra incipiente democracia. Y trataré de explicarme.

El principal problema de la reforma política que ahora se quiere sacar adelante es que es incompleta. Atiende a quienes defienden el presidencialismo, medio atiende algunas expresiones de parlamentarismo pero debilita el sistema de partidos porque nada de esto lo hace en el sentido de fortalecer el poder ciudadano, no supera, vaya, los vicios de la herencia reyesheroliana-priísta que redujo nuestro sistema de “representación” a un reparto en la cúpula, antes lo que es peor, lejos de darle más posibilidad de decisión al ciudadano lo limita con iniciativas tan dudosas como las candidaturas llamadas "ciudadanas", abordadas con una concepción que las hace tan poco competitivas que en el mejor de los casos serán útiles, no para llevar al poder a ningún ciudadano sino a un político disfrazado de ciudadano o peor aún para fraccionar el voto en beneficio de los partidos más fuertes, exactamente igual como se hacía en los viejos tiempos priístas mediante partidos paleros.

Lo más lamentable es que quien ha abierto la puerta a esto es precisamente el llamado “Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad”, ¡y en nombre de los ciudadanos!, ignorando la urgencia de asegurar la confiabilidad de las elecciones e incluso otros mecanismos mucho más eficaces de la democracia directa como es la revocación del mandato por ejemplo, un recurso este sí ciudadano para controlar a nuestros representantes y para contener y castigar o premiar el ejercicio del poder.

Ha decretado Sicilia que “no se use electoralmente” el tema de la inseguridad, y sin embargo él mismo va al Congreso y prácticamente amenaza y reta a los legisladores a que aprueben las candidaturas ciudadanas, como si estas no fueran una estrategia legal que si él no piensa aprovechar, sí van a aprovechar electoralmente otros.

Lo que hace tan inviable y engañoso eso de las candidaturas ciudadanas es, de entrada, el tema de su financiamiento. Hay regulaciones que permiten, ciertamente, el acceso a recursos públicos a los candidatos también llamados “independientes”. Existe en Puerto Rico, en Panamá y en Chile, por ejemplo. Pero el hecho es que si en México no hay igualdad ni siquiera en el trato a los partidos, ¿como se pretende resolver el dilema en cuanto a los ciudadanos que quieran competir al margen de los partidos? Es decir, que en el esquema propuesto por los partidos la verdad es que un candidato independiente tendría muy pocas posibilidades frente a los que militan en los partidos políticos por la sencilla razón de que carece de los recursos que necesita para ser competitivo, y además porque no cuenta con el aparato necesario para ganar. ¿O como es que se piensa que va a poder cuidar sus votos? Me refiero a que si un candidato de partidos ha tenido problemas para asegurar su representación electoral y ha sufrido con el resultado, ¿cómo no los va a tener un ciudadano sin partido?

A menos que se piense, repito, en improvisar a cualquier político desempleado con el ropaje de “candidato ciudadano” y además respaldado por un partido, o por varios, que finalmente esa es la propuesta de Sicilia. Esto por no hablar de que en todo el mundo candidato ciudadano es aquél que compite fuera de cualquier partido pero con recursos públicos. Y lo que habría que agregar es que aún en aquellos países adonde cuentan con todas las ventajas son realmente excepcionales los casos en los que han ganado un cargo electoral. Se pueden contar con los dedos, en Australia, 2 o 3 integrantes de la Cámara de Representantes, y en Canadá por el estilo, en todos estos casos gracias a legislaciones que les han dado acceso a financiamiento y a tiempos en radio y TV en igualdad de condiciones con los candidatos de los partidos. Basta citar el caso de Chuck Cadman, elegido para el parlamento canadiense en 2004 y que es emblemático: le ganó a los "favoritos" de los dos principales partidos con un gasto que ascendió a casi 68 millones de dólares, poco menos de los 69 millones de su principal contrincante el conservador Cheema y sólo poco más de los 67 millones de su otro gran contrincante el liberal Dan Sheel. Algo impensable en México.

No nos confundamos, el problema de la representatividad de nuestra democracia no se resuelve permitiendo las candidaturas ciudadanas. Es necesario algo más que eso. Para empezar, asegurar que las instituciones electorales funcionen como debe ser. Y ahí está el caso del IFE, con las tres vacantes que los partidos no atinan a nombrar precisamente porque están atorados en el reparto de las cuotas.

En fin, que ni el problema de la seguridad se va a resolver permitiendo las candidaturas a los ciudadanos ni puede considerarse como una verdadera reforma del Estado lo que ahora está sobre la mesa. Bastaría con que se garantizara la efectividad del voto, insisto, pero en ninguna parte se habla de eso. Y no deja de ser interesante que 100 años después de la Revolución antirreeleccionista otra vez está a debate la efectividad de democracia y el principio de la no reelección.

Ojalá esta vez sí tengan los políticos la habilidad de resolverlo sin dejar que las contradicciones escalen de tal modo que otra vez, como entonces, acabemos enfrentados.

Me refiero a lo que el país, y aún Porfirio Díaz se hubieran ahorrado si éste le abre paso a una auténtica reforma democrática como le proponían certeramente algunos miembros de su propio partido. El hecho es que desperdició todas las oportunidades: la que le planteó José Ives Limantour de ir cediendo paulatinamente el poder a las nuevas generaciones de porfiristas y la que le planteó el movimiento reyista, un intento reformista gradual que llegó a contar con gran popularidad pero que nunca hubiera implicado la renuncia de Díaz ni el final dramático que tuvo. Otra cosa hubiera sido del país si el dictador permite que Bernardo Reyes llegara en 1908 a la vicepresidencia. Igual y hasta se muere como un gobernante respetado. Pero él mismo se encargó de auto-sabotearse, de cerrarse todos los caminos, hasta que la efervescencia política fue imposible de contener, y materialmente lo rebasó.

Vaya, hasta Francisco I. Madero le ofrecía a Díaz un arreglo antes que irse a la revolución. Siendo candidato presidencial, don Panchito fue a visitar al anciano caudillo para hacerle una propuesta: quedarse él, don Porfirio, en la Presidencia, a cambio de ceder la Vicepresidencia a los anti-reeleccionistas y algunas posiciones en el Congreso y el gabinete.

Antes de presentarse en Palacio, le dijo Madero a José María Pino Suárez: "No seré inflexible... Si el Gral. Díaz se presta a los arreglos que aseguren el absoluto reinado de la democracia y se resuelve a volver sobre sus pasos inaugurando un régimen puramente constitucional y dándonos garantías suficientes de ello, entonces renunciaré a mi candidatura... Pero si el general Díaz no admite arreglo alguno, entonces le disputaré la presidencia virilmente en los caminos electorales. Que se prepare a respetar la voluntad nacional, porque el pueblo ya no admitirá ser burlado".

Empero, el veterano Presidente no cedió ni un ápice. Se negó rotundamente a ningún acuerdo con Madero, y cuando éste le dijo que entonces se verían las caras en las urnas simplemente le contestó con ironía: "¡Bien dicho! Veremos lo que se resuelve en los comicios. Ya sé que tengo dos rivales para la Presidencia, usted y Zúñiga y Miranda".

En el caso del arreglo que ahora se pretende sacar es deseable que no se reduzca a un mero ardid para mantener el actual estado de cosas, si acaso con una barnizada de democracia, porque el reclamo es una democracia no sólo real sino funcional y garantizar que en el 2012 no se vuelva a repetir la crisis del 2006. Veremos.

Publicado en Unomasuno el 2 de agosto de 2011.

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