martes, 16 de agosto de 2011

ATRAPADOS EN LAS ENCUESTAS

La guerra sucia de 1994
Las trajo a la toma de decisiones Carlos Salinas. Dice Enrique Márquez en su libro “Por qué perdió Camacho” que las empleaba para todo: “(José) Córdoba fue el principal promotor de la ‘cultura de la encuesta política’ en México. Durante el sexenio montó, en Los Pinos, un equipo altamente especializado que trabajaba día tras día en los sondeos. Pero no era el único: prácticamente todos los miembros del gabinete salinista tenían su propio ‘comando de opinión’, y llegaron a tomar decisiones muy importantes basados en los porcentajes, en los círculos cortados como pastel y en las barras de vivos colores que tanto les fascinaban. Todo, porque el presidente Salinas tenía gran confianza en las encuestas”.

Existe la leyenda hasta de aquella encuesta usada para presionar a Luis Donaldo Colosio en los ominosos días que precedieron al 23 de marzo de 1994, aparentemente mostrando que, de seguir él como candidato, el PRI iba a perder inevitablemente la elección. Nadie vio nunca esa encuesta, o nadie reconoce haberla visto, el hecho es que fue muy útil para generar incertidumbre en torno no sólo a la relación entre Salinas y Colosio sino a las posibilidades presidenciales de éste último y alimentar desde luego la guerra sucia en contra de su campaña.
Y la consecuencia de eso es que hoy se les emplea, igual, para casi todo. Y tenemos a nuestros políticos atados por la obsesión de las encuestas, los focus, los muestreos, los sondeos, etc., haciendo depender acciones y decisiones fundamentales de lo que supuestamente dice la “opinión pública” pero que en realidad se reduce a lo que quieren ellos que se diga o, en el mejor de los casos, a lo que dicen las empresas encuestadoras.
No es casual la suspicacia que despiertan. En el 2000 por ejemplo, solamente una encuesta pública le concedía el triunfo a Vicente Fox, prácticamente todas le daban amplia ventaja al candidato priísta Francisco Labastida y el resultado fue el que sabemos: más de 6 puntos de diferencia a favor de Fox.
6 años después las encuestas fueron nuevamente parte de la estrategia de los partidos para orientar la percepción de los ciudadanos, usadas como armas de propaganda electoral e instrumentos importantes de la guerra sucia que se montó contra la candidatura de AMLO. Salvo GEA-ISA y Ulises Beltrán el último mes de las campañas todas mostraban clara tendencia favorable al candidato de la “Alianza por el Bien de Todos” y lo que siguió fue ese sorprendente giro de último minuto en el conteo del IFE que revirtió su ventaja y la convirtió en ventaja para el candidato del PAN sin que nadie haya podido explicar bien a bien la voltereta de los resultados cuando se tenían el 97.70% de las casillas contabilizadas. Existen trabajos no partidistas ampliamente documentados al respecto. El de José Antonio Crespo y el de Sergio Aguayo, por ejemplo. Pero lo que no puede soslayarse es que ese fue el verdadero motivo de la confrontación nacional que desembocó en el plantón del Paseo de la Reforma: la negativa esclarecer las dudas. Y lo más curioso es que los dueños de las empresas encuestadoras que apoyaron la percepción de triunfo de Felipe Calderón, Jesús Reyes Heroles y Guillermo Valdés Castellanos, acabaron en el gabinete calderonista, en lo que claramente aparecía como un pago de facturas. O por lo menos no abona a la transparencia de esas elecciones.
Lo peor es que no han cambiado mucho las cosas. Habría que ver lo que pasó este año y el pasado en los procesos locales. En Guerrero por ejemplo, adonde las empresas Demotecnia y Consulta Mitofsky daban el triunfo a Manuel Añorve cuando el triunfo del candidato del PRD-PT-Convergencia fue por casi 14 puntos. Y aun así, todavía el día de las elecciones, al mediodía, la directora de Demotecnia, María De las Heras, llegó a comentar a través de twitter que la jornada iba para largo, sugiriendo una contienda cerrada, cuando a esa hora estaba clara ya la tendencia a favor de Angel Aguirre.
Y Oaxaca en el 2010 por el estilo. La misma De las Heras tuvo que reconocer en Twitter que había fallado su predicción de que el candidato priísta Eviel Pérez ganaría en Oaxaca. “Los 525 mil votos de Eviel sí los vi pero nunca los + de 600 mil de Cué” dijo. Y cuando le pidieron una explicación sobre el “error” lo atribuyó al voto de los municipios de “usos y costumbres”. El dato mayor es que esos eran los municipios que había visitado AMLO pero De las Heras no los contabilizó. Un error de 130 mil votos no es poca cosa. Es más del 20% del resultado que realmente tuvo Gabino Cué y no es justificable porque era sabido que AMLO había hecho campaña con Cué en esos municipios mientras que el PRI no lo hizo. Es decir, que literalmente se contabilizó mal la opinión de la gente más humilde, donde AMLO tiene su principal apoyo y así, en esas condiciones, un “error” de 20% simplemente se convierte en un burdo engaño al dar la idea de un resultado que realmente no tiene posibilidad de ser.
Igual que en Sinaloa, adonde ninguna encuesta le daba el triunfo a Mario López Valdés, y sin embargo lo obtuvo con el 52% de los votos, poco menos de 6 puntos por arriba del candidato que se daba como “seguro ganador”, obviamente el del PRI. Y en Puebla, adonde la percepción de la “inevitable” derrota del candidato aliancista Rafael Moreno Valle era abrumadora, cuando mucho algunas encuestadoras le concedían el “empate técnico” con el candidato del PRI, un ambiente absolutamente falto de ética, adverso a la práctica de la democracia como se desprende del interesante trabajo “Prensa & Poder, Elecciones Puebla 2010” de la Fundación para la Libertad de Expresión, al grado de que Roy Campos se negó a dar a conocer la encuesta de salida a pesar de que sabía que Moreno llevaba la ventaja por varios puntos y acabó ganando por más de 10.
Quizá por eso, durante la última década, la elaboración de encuestas se ha convertido en uno de los negocios más redituables en el mundo de la política. Tan sólo para los comicios de hace un año, en los que hubo jornadas en 15 estados, se calcula en 2 mil millones el monto que gastaron los institutos electorales en encuestas. Aunque su credibilidad –y utilidad real- tiene mucho más que ver con quienes encuestan. Si revisamos la biografía de los dueños de las casas encuestadoras veremos un hilo común: su origen salinista, o en todo caso, para ser más benévolos, priísta: casi todos ellos trabajaron o estuvieron en la nómina bien de Gobernación, bien del CISEN o bien de la oficina de la Presidencia bajo los dos últimos gobiernos del PRI.
Y no es nada más el caso de México. En infinidad de procesos electorales ocurridos en varios países del mundo se han equivocado. En 1970 las encuestadoras inglesas se equivocaron al pronosticar el triunfo laborista, cuando al final triunfaron los conservadores. Ese mismo año se equivocaron en Chile al darle el triunfo al conservador Alessandri sobre el socialista Salvador Allende. En 1984 las encuestas argentinas no apuntaban al triunfo del radical Raúl Alfonsín, quien resultó finalmente ganador. Y en Nicaragua, en 1990, las encuestas decían que ganaría el Frente Sandinista y al final ganó su oponente la señora Violeta Chamorro. Y así hasta nuestros días.
En fin, que se trata de un mal saldo. Y el verdadero problema no es nada de eso pues habría que asumir que si bien hay encuestadoras erradas, también las hay que son serias y acertadas. El punto entonces es: ¿en qué o para qué se les emplea? Y si pueden ser sustento de decisiones fundamentales.
Como por ejemplo para decidir quien es el candidato a la presidencia del DIA, de los partidos de izquierda. Unos dicen que es el método más acertado, y otros dicen que no, precisamente por la experiencia. Lo interesante es que Andrés Manuel López Obrador ha repetido varias veces que lo acepta. A contracorriente de sus detractores que juran que no lo aceptará y que al final renegará de las encuestas él afirma que no teme pasar la prueba de la democracia. ¿Será realmente la encuesta la mejor manera de hacerlo?
Una muestra de lo complejo: según la última encuesta de Mitofsky AMLO tendría hoy una intención del voto de 11.6% y Ebrard del 3.6%. Según la de GEA-ISA AMLO obtendría 10% y Ebrard 11%. El debate apenas empieza.

Publicado en Unomasuno el 16 de Agosto de 2011.

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