viernes, 22 de octubre de 2010

“EL PÍPILA”, LOS QUE “ROMPEN MITOS” Y LA BUSQUEDA DE LA VERDAD HISTORICA


Veníamos haciendo el recuento de los “buenos” gobiernos del PRI como parte de la búsqueda de nuestro pasado, pero en vista de lo que se está dando en torno a los aniversarios de la Revolución y la Independencia intentaremos abordar también estos dos momentos, con elementos que nos sirvan para revisar la historia nacional sin prejuicios ni mentiras tendenciosas.

Hablo de buscar la verdad en serio, con investigación y rigor científico, no como se está haciendo ahora por mero afán comercial o peor aún, por un deliberado empeño de deformar las cosas. Ahí está el falso debate tardío en torno al “coloso” que presidió las fiestas oficiales del 15 de septiembre. Tardío y además ocioso porque los reclamos de que se trata de Benjamín Argumedo ya ni al caso vienen, pues efectivamente se dijo en un principio que iba a ser Argumedo. Así lo reconoció su autor el escultor Juan Carlos Canfield mucho antes de los festejos, pero nosotros dijimos aquí que era un error porque se trababa de un traidor a la Revolución -lo hicimos desde el 31 de agosto-, y se dio marcha atrás; así que la escandalera sale sobrando. Esa es la razón por la que se modificó el diseño original y al final se presentó al llamado “coloso” como un “héroe anónimo”. Preferible, a haberse mantenido en el error porque lo malo es, decíamos entonces, que lejos de aprovechar las conmemoraciones para hacer justicia a los verdaderos héroes se ha preferido ahondar en las mentiras y difundir las versiones de los conservadores presentándolas como “la verdadera historia” a costa, incluso, de deificar a los traidores.
Porque no es el único caso. Enrique Krauze insiste en su tesis de “reconciliar” nuestro pasado y colocar en el mismo pedestal a Alamán y a Iturbide y a Hidalgo y a Melchor Ocampo. Y Francisco Martín Moreno, quien al grito de que él “sí va a acabar con los grandes mitos de nuestra historia” está reviviendo otros, los de la reacción, los de aquellos que niegan que Miguel Hidalgo sea el Padre de la Patria o que haya querido hacer la independencia, por ejemplo; que presentan a Madero como un demócrata inmaculado o minimizan la importancia de la expropiación petrolera y, en el colmo, sin más excluyen a figuras emblemáticas como “El Pípila”, entre otras muchas cosas.
Pero ya aclararemos cada una de estas mentiras. Por de pronto, para empezar, el caso de El Pípila, que muy bien hubiera estado en lugar del “coloso” del 15 de septiembre. ¿Por qué, me pregunto, no se le rindió homenaje a él, a El Pípila? Seguramente porque en el actual gobierno también se le niega o nada más se lee a los historiadores de moda. Además de Moreno, otro que lo niega es el señor Alejandro Rosas y, desde luego, el responsable de los festejos oficiales, el señor José Manuel Villalpando. Rosas y Moreno se hacen eco de la versión de Alamán para asegurar que sencillamente no existió, que es un mito producto de la imaginación popular, mientras que Villalpando, más benévolo hasta eso, afirma que sí existió pero que no es uno solo sino varios.
Pues bien, no hay que ir muy lejos para demostrarles a ellos y a otros muchos, el tamaño de su mentira. O de su flojera de investigar.
En su obra intitulada “Los 100 mitos de la historia mexicana” Moreno atribuye la creación del “mito” del “Pípila” al “general” Jesús Romero Flores, quien para información suya no fue general sino maestro de escuela, militante de los primeros años del maderismo y diputado constituyente del 17 y además uno de los historiadores más serios y prolíficos de la etapa post-revolucionaria. Y es una mentira de este moderno “desbaratador de mitos” el que Romero Flores haya inventado a El Pípila; como tampoco se trata de una ocurrencia producto de la imaginación de Carlos María de Bustamante, como él mismo dice más adelante, asegurando categóricamente que se trata de una figura “sin duda mitológica” y que “linda con lo inverosímil”. Y todavía, por si fuera poco, al mencionar el nombre de Juan José de los Reyes Martínez al final de su texto -el que siempre se ha sabido era el nombre de El Pípila-, Moreno dice temerario que es resultado de un “arrebato de retórica” y concluye contundente: “Averiguando un poco descubrí que ese nombre apareció de manera milagrosa y que, extrañamente, no hay datos fidedignos sobre el personaje… Vamos, nadie sabe a ciencia cierta quien era el ‘Pípila’”.
El hecho es que es mucha la gente que no sólo sabe quien era El Pípila sino que lo conoció. Es decir, que existió realmente y que efectivamente su nombre era Juan José de los Reyes Martínez. Nació en el estado de Guanajuato, era minero y fue protagonista de la hazaña que se pretende minimizar: él, un ciudadano más, con sólo una loza cubriéndole la espalda, llegó hasta la puerta de la que parecía inexpugnable Alhóndiga de Granaditas y le prendió fuego, facilitando así que las tropas insurgentes penetraran en ella. Lo que lo convirtió en un hombre respetado y reconocido por sus coterráneos. Porque no fueron por cierto sólo los relatos de Romero Flores y Bustamante, al fin versiones de segunda mano, los que dieron pie a que se extendiera hasta nuestros días el conocimiento de la hazaña de El Pípila. Existen muchos testimonios de primera mano, testigos, gente que estuvo vinculada con su familia, a quienes constan su vida y los hechos en que se vio involucrado. Se sabe, por ejemplo, que después de lo de la Alhóndiga se hizo soldado de la cuarta compañía del batallón de Hidalgo y que se le dio el grado de capitán en premio a su heroísmo. En todo caso, las pruebas más contundentes son conocidas desde hace años. Consisten, ni más ni menos, que en su fe de bautismo y el acta de su muerte, las cuales se han publicado ya varias veces.
La fe de bautismo, fechada en enero de 1782 en la ciudad de San Miguel Allende, da constancia de “un infante español de esta Villa que nació a 3 de dicho mes… Juan José de los Reyes, hijo lexmo. de Pedro Martínez y María Rufina Amaro”. Y esa fe de bautismo no significaría gran cosa si no existiera el certificado de defunción que obra en el libro del curato y vicaría de San Miguel Allende, el cual no deja lugar a dudas de quien se trata. Lo copio textualmente: “J. Refugio Solís, rúbrica. Foja 275 del Libro de Defunciones. 1863. Número 622 –Segunda Clase- Martínez Juan José. En la Ciudad de Allende, el Domingo 27 de julio de 1863 ante mí, el Juez del estado Civil, a las 11 de la mañana presente Miguel Martínez originario y vecino de ésta, casado, obrajero de 65 años dijo que ayer falleció de dolor cólico Juan José Martínez de 81 años, hijo legítimo de Pedro Martínez y María Rufina Amaro difuntos; que el finado fue el que incendió la puerta del castillo de Granaditas en Guanajuato en el año de independencia de 1810, a quien le decían El Pípila. En cumplimiento de la ley se registró esta acta, siendo testigos Manuel Pérez y Antonio López de esta ciudad, el primero de 46 años casado y el segundo soltero de 26 que no les tocan las generales de la ley con el finado. Con lo que terminó esta que se leyó al interesado y testigos que manifestaron estar conformes no firmando por haber expuesto no saber, haciéndolo conmigo en el de asistencia.- Doy fe”.
Es pues evidente que se trata de algo más que manipular la historia. Es la negación de la posibilidad de contar hoy con heroísmos similares. Porque la historia no la hacen, no sólo, aquellos personajes excepcionales, héroes que con frecuencia nos parecen inaccesibles por lo extraordinario de su carácter y su personalidad. También cuentan los que están detrás de “los grandes”, los héroes populares, gente común y corriente, gente como nosotros, ciudadanos de a pie que son capaces en un momento dado de hacer algo excepcional. Esas pequeñas hazañas que hacen posibles las grandes hazañas.
Tal es el caso de El Pípila y de otros muchos que no les gustan a los conservadores porque son una invitación a los ciudadanos a hacer lo mismo. Y a recordar que las mejores páginas de nuestra historia, las más brillantes, las escribieron este tipo de personajes, los héroes del bando progresista, los del bando liberal.

Publicado en Unomásuno, 5 de octubre de 2010.

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