viernes, 22 de octubre de 2010

VARGAS LLOSA, CARDENAS Y EL PASADO ROSA DEL PRI

Hablando de Mario Vargas Llosa, hace sólo unas semanas, evidentemente sin saber que sería distinguido con el Premio Nóbel de Literatura de este año, el senador Francisco Labastida advirtió que la mayor parte de los juicios del escritor acerca del PRI eran erróneos: “Le ganan sus simpatías políticas –decía-, su ideología absolutamente conservadora, de derecha, y eso le impide ver que el partido ha tenido gobiernos muy diferentes.”


Acababa de decir Vargas Llosa con motivo de su designación como doctor honoris causa por la UNAM que sería una pena el regreso del PRI, y Labastida explicaba que uno de los errores del escritor era ignorar que a ese partido habían pertenecido Lázaro Cárdenas y también Carlos Salinas, es decir que “no es un PRI uniforme a lo largo de los años” por lo que “un juicio objetivo tendría que reconocer que dentro del mismo PRI ha habido lo que Daniel Cosío Villegas llamó los estilos personales de gobernar.” Y terminaba reprochándole que insistiera en afirmar que durante los 70 años de gobiernos priístas se vivió “una dictadura perfecta”.

Para empezar, no estoy de acuerdo con eso de los estilos. Yo hablaría más bien de los objetivos o las prioridades de cada gobernante. Ese es el punto: cómo, en un mismo partido, pudieron coexistir un hombre como Cárdenas con alguien como Salinas (mencionaría también a Echeverría y a Alemán pues aquél no es el único caso), y creo que se equivoca el senador Labastida en algo fundamental, en que lo único que varió en estos hombres, más que el estilo “personal”, fueron sus prioridades. Y esa es precisamente la explicación del porqué la del PRI fue una dictadura perfecta.

Lo fue, sin duda, porque si bien efectivamente Cárdenas tuvo fines y objetivos muy distintos a los de Salinas, éste último pudo en gran medida hacer lo que hizo porque contó en su favor con los recursos y características que le dio Cárdenas al régimen priísta. Sí, porque el estilo de Salinas no difirió en casi nada del usado por Cárdenas, y lo aclaro: el mismo toque autoritario con que el “Tata” cobijó su política progresista, su defensa del sindicalismo, del agrarismo, de los recursos naturales, lo usó Salinas para trabajar exactamente en sentido inverso, para vulnerar el sindicalismo y el agrarismo, entregar nuestros recursos y revertir de hecho la obra del cardenismo. Antes que él, igual lo hizo Miguel Alemán y Gustavo Díaz Ordaz, mientras que Ruiz Cortines y Echeverría trataron de parecerse más al gobierno de Cárdenas, lo cual el propio Cosío Villegas explicaba muy acertadamente como “el efecto del péndulo”, es decir la posibilidad que cada 6 años tenían los gobiernos priístas de dar un viraje de 180 grados con respecto al que les había antecedido.

Pero sucede que precisamente por eso, Cárdenas llegó a declararse varias veces insatisfecho con su militancia priísta y cuestionó abierta y públicamente a su partido. No llegó al extremo de romper con él. Pero sí dijo, por ejemplo, que “medio siglo de experiencia (lo decía esto en 1970) han hecho obvio que la ley suprema de la República, la Constitución, puede esgrimirse con distinto espíritu, no tanto por su interpretación subjetiva como por los intereses que se hacen representar en el poder con más fuerza. Y es inútil ignorar que de tiempo atrás los intereses conservadores han adquirido señalada influencia debido a la aceptación tácita de la tesis, falsa por incompleta, de que para repartir la riqueza hay que producirla primero”.

Por lo mismo, ya desde ese tiempo Cárdenas consideraba “necesaria la reestructuración del PRI” y llegó a asegurar que “la Revolución está en deuda con el pueblo mexicano, pues el peligro de que sectores retardatarios y contrarrevolucionarios intentaran apoderarse del poder venía obligando a controlar en cierta forma la libre expresión del voto popular; pero la madurez que ha alcanzado nuestro pueblo nos impele a reconocer que ha llegado el momento de renovar nuestros sistemas electorales”. Esto lo dijo el 3 de abril de 1957. Y años después, en lo que se dio a conocer como su “testamento político”, dejó escrito esto acerca de sistema priísta: “Es necesario, a mi juicio, completar la no reelección con la efectividad del sufragio pues la ausencia relativa de este postulado mina los saludables efectos del otro; además, debilita en su base el proceso democrático, propicia continuismos de grupo, engendra privilegios, desmoraliza a la ciudadanía y anquilosa la vida de los partidos”.

Algo, por cierto, que no difiere en mucho de lo dicho por Vargas Llosa.

Cárdenas llegó tan lejos como intentar sustituir al PRI, o al menos forzarlo a la competencia con otro partido “auténticamente revolucionario”. Y por eso en 1952 fomentó la creación de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM) que, como recordaba José C. Valadés, fue la respuesta de la corriente cardenista a las desviaciones del alemanismo, un partido político alterno al PRI, capaz de defender y garantizar el cumplimiento de la Constitución pero sobre todo de recrear el “Frente Popular” que había sido el PRM. Según Gustavo De Anda, Cárdenas le puso ese nombre –FPPM- porque su idea era organizar un “Partido Obrero” y un “Partido Agrarista” –en realidad, los originales sectores que habían constituido el PRM- y junto con ellos el “Partido Socialista”, para formar entre todos una “Federación de Partidos” comprometidos con la Revolución Mexicana.

Pero sucede que quienes inauguraron el sistema de imposición del presidente no fueron los sucesores de Cárdenas. Todo empezó con la creación del abuelo del PRI, el PNR, y presidentes impuestos –y cuestionados- fueron los dos candidatos penerristas Pascual Ortiz Rubio y el propio Cárdenas; y a Cárdenas se debe que también haya llegado al poder en medio de cuestionamientos el único candidato que tuvo el padre del PRI, el PRM, Manuel Avila Camacho y, bueno, desde el primer presidente surgido del PRI –Alemán- hasta el último –Ernesto Zedillo- no se salvaron de señalamientos de haber llegado a la presidencia mediante elecciones manipuladas. O por lo menos “inequitativas” como reconoció Zedillo en 1994.

Y Cárdenas mismo, a pesar de su discurso crítico, legitima todas las elecciones priístas. En 1952, en medio de un ambiente de tensión por encendidos reclamos de fraude de los henriquistas que ostentan el padrinazgo cardenista, el “Tata” se reúne con el presidente Alemán, le da un abrazo, desmiente las versiones de fraude y deja huérfana a la oposición. Lo volverá a hacer en 1958 y 1964. Este ultimo año, contradiciendo incluso su militancia en el Movimiento de Liberación Nacional y estar comprometido en un esfuerzo de unidad de la izquierda. Se habla una vez más entonces de la constitución de un partido cardenista. Se le llama ahora Frente Electoral del Pueblo y el candidato es el luchador comunista Ramón Danzós; pero una vez más el “Tata” acaba replegándose, simplemente deja colgados a sus seguidores y se alinea con el candidato del PRI, que resulta un declarado anticomunista y enemigo de la izquierda, el secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz, a quien le dice al recibirlo durante su gira en Ciudad Altamirano, Mich.: “Usted, señor licenciado, que se le reconoce honestidad y carácter para gobernar, y que protegerá al más débil frente al abuso del fuerte, está en situación, por el apoyo y simpatía de la mayoría del pueblo, de llevar a la práctica, sin estorbos que lo obstaculicen, el programa integral que beneficie a todo el país”.

Cosas del pasado no tan rosa del PRI. El por qué es de dudarse que ahora pueda ser el partido que haga los cambios que no quiso hacer el PAN. Y por qué nos faltan al parecer todavía muchos años antes de que en este país acaben los cuestionamientos electorales. ¿O es que ya encontramos el antídoto para evitar lo que Vargas Llosa llamaba una “dictadura perfecta”, precisamente porque era una dictadura con apariencia de democracia?

Pues se necesita, es verdaderamente urgente.


Publicado en Unomásuno, 12 de octubre de 2010.

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