martes, 8 de febrero de 2011

IZQUIERDA A LA MEXICANA; LA ESCUELA DE LOMBARDO

Vicente Lombardo, Cándido Aguilar y Miguel Henríquez negociando la alianza de la izquierda en 1952.
Ya hemos dicho aquí que Vicente Lombardo Toledano sostenía que la única izquierda posible en nuestro país era la que practicaban los gobiernos revolucionarios; es decir la de Cárdenas, Avila Camacho, Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos ¡y Díaz Ordaz!. Según él, no estábamos preparados para algo más, y como México dependía de los Estados Unidos, como era un “país satélite”, sólo podía aspirar a eso y a los mexicanos no nos quedaba de otra, no había remedio, sino colmar la Revolución Mexicana en la etapa que se encontraba.


Extraordinario orador, hábil manejador de la palabra, el 14 de octubre de 1945 llegó a decir, tratando de aclarar la táctica que aconsejaba: “En México la táctica de la clase obrera consiste en apoyar el régimen de la Revolución independientemente de sus errores y de sus fallas... Creer en la táctica de la lucha de clases sin cuartel, es un error. La táctica revolucionaria en nuestros pueblos es la Unidad Nacional”. Y con ese discurso consiguió hasta crear su partido, el Partido Popular, sostenido por Gobernación para ayudar al PRI a aparentar una democracia, y secundándolo no solo con todos sus candidatos presidenciales sino en todas sus decisiones importantes, incluso las más discutibles, como la represión contra los ferrocarrileros y los maestros en 1958, y contra los estudiantes en 1968.

Esto implicaba, desde luego, cancelar cualquier otra vía que no fuera la oficial, pero la coyuntura favorable se la había ofrecido la resolución del VII Congreso la Internacional Comunista del 2 de agosto de 1935, que adoptó la estrategia del “Frente Popular”, la cual era una estrategia que según Jorge Dimitrov dejaba a cada país la definición de su propio camino para hacer la revolución comunista. Y Lombardo, que estaba en Moscú cuando Dimitrov hizo ese anuncio, declaró: “Me llené de júbilo al ver confirmadas en sus palabras muchas de las apreciaciones que yo había hecho respecto de la táctica del Partido Comunista fuera de la URSS. El panorama del Frente Popular me pareció una promesa de una victoria mundial para el proletariado, y desde el primer instante tomé la resolución de regresar a México para luchar con mayor entusiasmo que nunca a favor de la unidad del proletariado de México, de la América Latina y de las dos Internacionales, la de Moscú y la de Ámsterdam”.

Curiosamente, esta idea chocaba con la que tenía Lázaro Cárdenas, quien como Presidente llegó a decir: “Lo principal de la nueva fase de la Revolución es la marcha de México hacia el socialismo”. Y con los años se radicalizó aún más, al grado de sostener que para corregir las desviaciones de los gobiernos post-revolucionarios lo que se necesitaba era otra revolución, por lo que hay que decir que en 1952, cuando se dio la posibilidad de hacerla o al menos de empujar un movimiento de oposición progresista mediante una alianza de izquierda abanderada bajo la candidatura de su amigo el general Miguel Henríquez Guzmán, cuando Lombardo la abortó siguiendo sus ideas y sus compromisos, esta fue la opinión que le mereció al “Tata” la actitud divisionista de Lombardo: “Actuar políticamente bajo influencias extrañas a los intereses sociales de la Revolución es traicionar al pueblo”. Y: “Con la Revolución y la oposición divididas se debilita la fuerza electoral de los candidatos y hace nugatoria la realización de programas definidos”.

El papel de Lombardo en esas elecciones es muy interesante. Congruente con su táctica de trabajar para el régimen priísta, simuló estar interesado en hacer la gran alianza de la izquierda. Hubo intentos por sumar a esa alianza al PAN, pero como la idea de Henríquez era un movimiento progresista, se descartó.

El plan aliancista fue planteado de este modo por Ignacio Ramos Praslow, dirigente del Partido Constitucionalista: “En primer término, habría que establecer un programa que sea como el denominador común... Una siguiente etapa, necesarísima, sería la coordinación de candidaturas para diputados y senadores. Finalmente se llegaría a la consolidación de lo obtenido, unificando todas las fuerzas independientes en torno de un solo candidato presidencial”.

Había dos precandidatos de la izquierda: Lombardo y Henríquez, y sin embargo para esas alturas nadie tenía dudas de quien sería ese candidato. El más popular, el que contaba con bases organizadas en todo el país y representaba además un proyecto nacional definido era Henríquez, así que cuando empezaron las pláticas de los representantes del Partido Comunista, del Partido Obrero Campesino, del Partido Constitucionalista y del Partido Popular, todos asumían que Lombardo acabaría declinando dejándole el campo libre a Henríquez.

Las pláticas empezaron pues, en marzo de 1952, y el tiempo empezó a correr. Se avanzó en la elaboración de una Plataforma Común y se logró un acuerdo en torno a las candidaturas para diputados y senadores. Quien más pedía, desde luego, era Lombardo: 54 diputados y 23 senadores para su partido; 38 diputaciones y 8 senadores para el Partido Comunista; 12 diputados y un senador para el Partido Obrero y Campesino... es decir, la mayoría del Congreso y, prácticamente, el control del gobierno de Henríquez. Y éste aceptó hasta eso, mientras los días pasaban y Lombardo no cedía.

Es que los planes de Lombardo eran otros: no aceptaba a Henríquez y decía que él era mejor opción pero no porque él pensara en ser un candidato para ganar; lo que él quería realmente, pero ocultaba, era ayudar al PRI y negociar al final ventajas a cambio de su declinación en favor de Ruiz Cortines. Ese había sido su acuerdo con el abanderado priísta y con Miguel Alemán, como quedaría en evidencia años después. Roberto Blanco Moheno ha revelado que a él le confirmó Enrique Rodríguez Cano, secretario privado de Ruiz Cortines, que “Lombardo Toledano actuó siguiendo instrucciones de don Miguel (Alemán), y de perfecto acuerdo con don Adolfo el Viejo, al lanzarse a una ridícula campaña electoral ‘para la presidencia de la República’” (Impacto, 14 de mayo de 1980). Y Vicente Fuentes Díaz, un lombardista insospechado, reconoció que su candidatura “fue una manera estratégicamente bien planeada de ayudar a despejarle el camino al austero patriota don Adolfo Ruiz Cortines" (Excélsior, 3 de junio de 1987).

Y si bien los oposicionistas no cayeron en la trampa y se negaron a aceptar la candidatura de Lombardo, éste siguió solo y el mal lo hizo. Una vez consumado el fraude fue el primero que le levantó el brazo a Ruiz Cortines, y después de a él se los levantó, consecutivamente, a López Mateos y a Díaz Ordaz, cancelando u obstaculizando cuanta oportunidad de oposición real se presentaba.

Decíamos la semana anterior que había una línea común que mezclaba a la izquierda con el neoliberalismo y con los nombres de Carlos Salinas e Inazio Lula. La verdad, como hemos visto aquí, es que la línea parte de más atrás, de Lombardo precisamente, y de su idea de que como la izquierda por sí sola es incapaz de ganar una batalla en este país tiene que aliarse con el poder, tiene que someterse al gobierno, para obtener ciertos logros.

Y no hay que olvidar que el colmo de esa línea fue la resolución del Comité Central del PCM del 7 de abril de 1938, empujada por Lombardo y aceptada por la Internacional Comunista: “El Partido Comunista Mexicano –se afirmaba en ella- dará su más enérgico apoyo al Partido de la Revolución Mexicana y todos los comunistas pertenecerán a ese Partido.... El Partido Comunista acepta y respalda la Declaración de Principios y el Programa de Acción del PRM y los comunistas acatarán su disciplina y Estatutos. El Partido Comunista no lanzará candidatos independientes y apoyará a los candidatos del Partido de la Revolución Mexicana”. Firmaban el documento, Hernán Laborde, Valentín Campa, Rafael Carrillo, Miguel A. Velazco, Blas Manrique y Tomás Cueva, entre otros.

Quien quiera oír que oiga.

Publicado en Unomasuno el 1 de febrero de 2010.

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