miércoles, 25 de mayo de 2011

LA DERECHA SIN PROYECTO Y LA LUCHA DE SIEMPRE DE LA IZQUIERDA

Miguel Lerdo, líder de los "Puros"

Lucas Alamán, ideólogo de los conservadores




















Es un hecho que si leemos la historia, la lucha de nuestra izquierda –la real, la que animó las causas del pueblo- ha sido siempre la misma: por la soberanía, por la explotación de nuestros recursos en beneficio del país, por la libertad y el acceso de todos a la educación; por un régimen agrario justo; por el derecho al trabajo y una política estatal de protección social. Tal es, sin duda, el fundamento del proyecto histórico de nación de la izquierda, entendida ésta no como la doctrina filosófica de una secta sino como la tradición de lucha de los mexicanos por tener un país para todos y por ser una nación justa.
Así fue cuando Hidalgo y los insurgentes tomaron la bandera de la independencia y la revolución social; así fue cuando Juárez y los liberales adoptaron la defensa de la República y las Leyes de Reforma; y así fue cuando la corriente jacobina tomó el control de la Revolución Mexicana en el Congreso de 1917.
A contracorriente de esto, claro, los conservadores siempre han estado listos para frenar los avances. Empezaron empujando la alianza entre los insurgentes y los realistas para acabar imponiendo sus intereses. Una estrategia que luego repetirían en 1884 para revertir las reformas liberales, aliándose con Porfirio Díaz y, a partir de 1929 con los primeros gobiernos priístas para detener la Revolución Mexicana y evitar la aplicación de la Constitución del 17.
Es importante dilucidar todo esto, la manera como se ha avanzado y frenado el progreso en nuestro país porque a partir ahí podemos establecer también cuales son nuestras posibilidades de cambiar y hacer mejor las cosas.
El caso es que además de los mencionados, de los primeros decretos de Hidalgo y de los “Sentimientos” de Morelos, existe otro antecedente notable del Proyecto de Nación progresista. Me refiero al Programa de los “Puros”, el del “Partido Rojo” de los años de la Reforma, el cual se concretaba, entre otros, en los siguientes puntos: 1º. Libertad absoluta de opiniones y de prensa; 2º. Abolición de los privilegios del clero y de la milicia; 3º. Supresión de las leyes que otorgan al clero el manejo de asuntos civiles como el contrato de matrimonio, etc.; 4º. Medidas para aumentar el número de propietarios territoriales y facilitar medios de subsistir y adelantar a las clases indigentes, sin ofender ni tocar en nada el derecho de los particulares; 5º. Mejora del estado moral de las clases populares, por la destrucción del monopolio del clero en la educación pública, por la difusión de los medios de aprender, y la inculpación de los deberes sociales, por la formación de museos, conservatorios de artes y bibliotecas públicas, y por la creación de establecimientos de enseñanza para la literatura clásica, las ciencias y la moral; 6º. Abolición de la pena capital para los delitos políticos, y 7º. Garantía de la integridad del territorio.
Este programa se complementaba con otras tantas consideraciones más, tales como: la adopción del sistema federal y del régimen republicano; entrega al gobierno de los bienes del clero; libertad de religión a todos los mexicanos “para que adoren a Dios como quieran” y reparto “con igualdad” de todas las tierras y fincas rústicas y urbanas. Es pues nuestro segundo proyecto de nación de avance, coherente en todo con el anterior, con el de Hidalgo y Morelos; en realidad uno solo, el único verdadero que ha tenido este país porque el que se ha pretendido como su contraparte, el de los conservadores, no llegó jamás a ser proyecto de nación, era un catálogo de recetas para retener el poder, mantener los privilegios e impedir los cambios. Y nunca ha pasado de ahí.
Basta revisar lo que proponía Lucas Alamán allá por 1846: la forma monárquica de gobierno; la desaparición de la República; un ejército “fuerte y vigoroso”; el sostén de culto católico; la unidad y el orden de la nación en torno a un gobierno “fuerte” y una sociedad en que predomine la aristocracia “de la riqueza”, de los servicios militares y la burocracia, en fin, “todas las promesas y garantías del Plan de Iguala”, es decir, volver al orden colonial. Tal es el “Proyecto de Nación” de la derecha.
Un modelo así sólo es posible sostenerlo mediante el uso de la fuerza, con represión. Por eso, todos los intentos por implantarlo por parte de los conservadores han requerido de la militarización y por lo mismo han derivado en inestabilidad, bien en una paz ficticia y frágil o bien en estallidos sociales.
Así fue como la dictadura porfiriana gestó la rebelión magonista, cuyo proyecto de nación, el Programa del Partido Liberal de 1906 (el tercero ya de avance que tuvimos), como los anteriores, vinculaba la causa liberal con la noción de “hacer patria”, no con un grupo ni un sector, y la asociaba, sobre todo, con el mejoramiento de la situación de las clases llamadas “desheredadas”.
Es por eso que cuando Ricardo Flores Magón redacta la exposición inicial del “Manifiesto y Programa de la Junta Revolucionaria del Partido Liberal Mexicano”, lo hace a partir de la reivindicación del programa de los liberales “Puros” pero también de las propuestas de estos que se quedaron en el papel, que no lograron meter en la Constitución de 1857, las cuales habrán de concretar muy bien los otros dos redactores del programa (Antonio I. Villarreal y Juan Sarabia) en las “52 estipulaciones” que lo componen, entre otras: enseñanza laica y gratuita en todas las escuelas; distribución de las tierras; establecimiento de la jornada máxima de 8 horas de trabajo y un “salario mínimo”; reglamentación del servicio doméstico; la obligación a los patrones del pago de indemnización por accidentes de trabajo; reducción gradual de los impuestos; gravar el agio, los artículos de lujo, los vicios, y aligerar de contribuciones los artículos de primera necesidad; robustecimiento del municipio; y protección a la raza indígena.
Leopoldo Zea y Eduardo Blanquel le han llamado a esto el “programa liberal socialista” porque si bien “no se aparta en lo fundamental de los postulados y metas del liberalismo”, y su finalidad política seguía siendo la democracia, como los que le precedieron no excluía una exigencia social: la igualdad de oportunidades, bajo un esquema económico de una “verdadera y general modernización de la agricultura y de la industria, que beneficiara por igual a los dueños de la riqueza y a los trabajadores”.
Estamos hablando del documento más importante del siglo XX mexicano; y tánto que a partir de su publicación en 1906 estará presente en casi todas las jornadas y esfuerzos identificados como “progresistas” o de corte social: en las adiciones al “Plan de Guadalupe”; en las leyes agrarias y obreras derivadas de éste; en el “Plan de La Empacadora” de Pascual Orozco; en el “Plan de Ayala”; en la Convención de Aguascalientes; en la Constitución de 1917 desde luego, y hasta en el programa de gobierno de Lázaro Cárdenas.
En resumidas cuentas, ¿no es eso lo mismo por que lo que hoy luchamos aquellos que nos consideramos de izquierda?
Y bueno, en contrapartida, cuando el PRI y el PAN se confabulan para sacar iniciativas como la laboral que contradice nuestro Proyecto de Nación progresista; cuando conspiran y acuerdan ambos partidos para aprobar, casi a hurtadillas, reformas legales como la que pretende implantar en el país, otra vez, la militarización, lo único que están haciendo es reivindicar los intentos de proyecto de nación conservadora y ubicarse del lado de quienes, como Alamán, trabajaron siempre en contra del pueblo.
Por más que digan que sus reformas son “para modernizarnos”, para ponernos en tiempo con la “globalización” mundial “porque eso es lo que nos conviene”, el hecho es evidente: la única verdadera razón que los mueve es la de frenar los cambios, mantener el viejo orden y salvar sus privilegios. Como en 1821. Como en 1884, como en 1929. Y como en 1940. Pero de esto último hablaremos en la siguiente entrega.

Publicado en Unomasuno el 3 de mayo de 2011.

2 comentarios:

Dosta dijo...

Genial me parecen tus entregas en tu blog. Por fin alguien que a partir de la Historia explica los acontecimientos actuales. Es como en ingeniería que a partir de las leyes de Newton diseñamos puentes actualmente.
Un gusto

Dosta dijo...

Recomiendo (si alguien me lee) leer el blog de Francisco Estrada C http://franciscoestradac.blogspot.com