miércoles, 2 de marzo de 2011

AVILA CAMACHO Y EL DILEMA DE LA IZQUIERDA PARA EL 2012

Me preguntan algunos lectores a qué exactamente me refiero cuando hablo del riesgo que representa, para la izquierda mexicana, la disyuntiva de tener que escoger entre un Manuel Avila Camacho y un Francisco J. Múgica, repitiendo en 2012 el esquema de la sucesión presidencial de 1940. Y me refiero, concretamente, toda proporción guardada, al fracaso de la izquierda de aquél tiempo, del cardenismo en el poder, que no sólo se equivocó a la hora de hacer la elección de su abanderado para suceder a Lázaro Cárdenas sino que prácticamente se autoliquidó.


Decíamos también que era más correcto este parangón que el que ha inventado la derecha y que desgraciadamente se han comprado algunos izquierdistas de escoger entre un Lula y un Chávez mexicanos. Porque de lo que se trata, ahora, es de vislumbrar las posibilidades de nuestra izquierda, construir un proyecto progresista propio, y aprender también de nuestros errores.

Es que lo paradójico de esta decisión de frenar a Múgica en 1940 es que la tomaron los cardenistas para “salvar” su legado, en un balance aparentemente muy cuidadoso que hicieron de sus posibilidades y riesgos.

Sucedió que al acercarse el último tramo del gobierno del “Tata” se empezó a especular sobre quien era el más indicado para sucederlo y las fuerzas gobiernistas se dividieron entre dos opciones: Ávila Camacho, quien se jactaba se ser “moderado” y de tener nexos con la derecha; y Múgica, conocido como un izquierdista “puro”, quien era visto como el inspirador de las decisiones más importantes del cardenismo. Entonces pasa que los grupos anticardenistas cultivan a un integrante del equipo del Presidente, a un general con cierto prestigio, a Juan Andreu Almazán, éste acepta el reto de contender fuera del partido oficial y crece amenazadoramente.

El cardenismo se espanta. Teme perder el poder. Vicente Lombardo Toledano maniobra y logra convencer a Cárdenas de que, dadas las condiciones, Múgica era un verdadero peligro para México. El mundo está en plena guerra, le dice; los vientos favorecen a los Estados Unidos y si hasta la URSS defiende una estrategia de conciliación –el “frente popular”- para frenar al nazi-fascismo mediante la alianza con sus tradicionales enemigos, nuestro país no puede ser la excepción. Se ha avanzado mucho, ir más allá puede resultar muy riesgoso. Es la hora de la unidad nacional. De detener el paso tácticamente, de bajar el tono.

La izquierda independiente, los mugiquistas, protestan al sospechar la maniobra. Múgica personalmente le escribe a Cárdenas el 10 de julio de 1939 poniéndolo sobre aviso de lo que ya se ve como preparativos del fraude. Sin embargo, el Presidente no sólo no mueve un dedo para asegurar siquiera una competencia limpia al interior del PRI de entonces, del PRM, sino que lo abandona y acaba por inclinarse por Avila Camacho.

Años después, Cárdenas mismo reveló los motivos de su decisión. ”El señor general Múgica, mi muy querido amigo –explicó-, era un radical ampliamente conocido. Habíamos sorteado una guerra civil y soportábamos, a consecuencia de la expropiación petrolera, una presión internacional terrible. ¿Para qué un radical?”. Y con ese argumento, el miedo a tener como Presidente a un “radical”, se justificaba siempre el “Tata” de haberle cerrado el paso a Múgica. Obvio que dándole al apelativo “radical” un sentido peyorativo, como sinónimo de “violento” y de “destructivo”.

Era falso, desde luego. Fue un argumento político interesado. Y se lo fabricó Lombardo para favorecer a su candidato, a Avila Camacho (el candidato obviamente señalado por Cárdenas), el cual necesitaba una imagen de “moderado” para poder contrarrestar la exitosa campaña de Almazán.

Lombardo llegó a la temeridad hasta de mandar una carta a los jefes de la Internacional Comunista para convencerlos de que Múgica era “un problema” para cumplir en México el plan stalinista. Está fechada el 15 de abril de 1937, y en ella Lombardo acusó a Múgica ante el Kremlin, y también al Partido Comunista Mexicano, de “no servir a la estrategia de la Comintern”, y de obstaculizarlos, a él y a Cárdenas, que sí eran impulsores convencidos del “Frente Popular”.

La carta es crucial para entender aquella sucesión y también el destino que corrió después la izquierda porque la respuesta a ella por parte del Kremlin fue lanzar la consigna a los dirigentes comunistas mexicanos de plegarse en todo a Cárdenas y a Lombardo. Y sumarse, sin reparos, a la candidatura de Avila Camacho.

Casi todas las fuerzas izquierdistas del país eran en ese momento mugiquistas: el Bloque de Obreros Intelectuales de México, el Frente Socialista de Abogados, la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, el Frente Socialista del Distrito Federal, el Partido Socialista de las Izquierdas y el grupo Acción Femenina. Sólo que el secretario general del PCM, Hernán Laborde, llamó públicamente a Múgica “el candidato de Trotsky”, es decir, enemigo de Stalin, y con eso lo vetó.

Y hay que agregar que el encargado de traer a México la consigna de la Comintern fue nada menos que Earl Browder, el presidente del Partido Comunista de los Estados Unidos, quien impulsó en ese país la alianza entre el PCUSA y el Partido Demócrata y simplemente “recomendó” lo mismo para nuestro país: “Evitar las diferencias... y solidificar la alianza entre obreros y campesinos como base de la unidad nacional democrática de México... unificar las filas del PRM a base de la unidad obrero-campesina en torno a la plataforma de un único candidato progresista para derrotar a la reacción”.

Así fue como quedó descartado Múgica y se aseguró la candidatura “única” de Avila Camacho, como una garantía de continuidad del cardenismo... Y desde luego, del frentepopulismo.

La pregunta que nadie se atreve no digo a responder, ni siquiera a formular es: ¿tácticamente valió la pena cerrarle el paso a Múgica por “radical” para dar paso en su lugar a un “moderado”? ¿Le sirvió al cardenismo, le sirvió a la izquierda, aliarse con sus enemigos para salvar la coyuntura y salir fortalecidos? Yo creo que el tiempo demostraría que Cárdenas, y con él todos los izquierdistas de su época, se equivocaron. Pues en los hechos, el arribo de Avila Camacho se tradujo en un freno irreparable a la Revolución Mexicana y un triunfo claro de la reacción, en el abandono del mismo cardenismo y en una etapa oscura para la izquierda, que costaría más de 10 años superar.

Lo que vivimos después, el proceso de reprivatización del campo en aras de satisfacer la gran demanda de productos agrícolas ocasionada por la guerra mundial y en detrimento de la reforma agraria tuvo su origen en esa decisión. Como consecuencia de ella, se suspendió el proceso de industrialización nacional y se inició la política de industrialización subordinada al capital extranjero. Y no sólo eso, argumentando una crisis fiscal del Estado Ávila Camacho decidió que era imposible que el gobierno subsidie la educación y se le permitió tanto al clero como a la iniciativa privada desarrollar nuevamente un sistema educativo paralelo al público. Por no hablar de los acuerdos secretos con los Estados Unidos que implicó el sostener la candidatura de Avila Camacho y hacerla “triunfar”.

Porque lo peor de todo fue que Cárdenas no dejó que el pueblo decidiera. En 1940 él eligió por el pueblo. Canceló la democracia y nos heredó los costos.

Conste que hago estas reflexiones en un contexto muy diferente al de hace una semana, cuando las amenazas de ruptura en la izquierda están pasando de ser eso, amenaza, a realidad. Y cuando se ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la división entre “moderados” y “radicales”.

Llegó el tiempo de las definiciones.

Publicado en Unomasuno el 25 de Febrero de 2011.

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