domingo, 19 de septiembre de 2010

SALDOS DEL BICENTENARIO: ¿QUÉ FESTEJAR?

Se impone pero no es fácil. Hacer el balance ponderado, objetivo de los 200 años del inicio de la Independencia y los 100 del inicio de la Revolución nunca será sencillo en un país como México adonde siempre ha prevalecido la visión partidista de la historia y los juicios esconden, casi siempre, intereses políticos y electorales.
¿Cómo pues medir nuestra independencia? ¿Cómo, el progreso prometido por la Revolución? ¿Cómo medir lo logrado si el PRI monopolizó por décadas la elaboración de estadísticas y cifras, para usarlas en su beneficio, igual que ahora hacen los gobiernos panistas? ¿Y cómo entender el valor de la lucha emprendida por Hidalgo, Allende y Morelos cuando hoy estamos frente a la más brutal embestida del intervencionismo solapado vía “contratos de servicios” y “concesiones” hechos sin el menor pudor patriótico y mediante argucias legaloides?
Y sin embargo, se puede. Basta revisar, por ejemplo, algunas de las cifras que tenemos a la mano. Para empezar, la cifra que ha dado pie a un amplio debate entre autoridades e instancias gubernamentales y representantes de la academia y las ONG, una realidad que más que ninguna otra evidencia nuestro fracaso: 7 millones de jóvenes a los que se llama “Ni-nis” sin oportunidades ni de educación ni de trabajo. Y no es todo, porque de acuerdo con un informe del Consejo Nacional de la Población (Conapo), el 20% de los jóvenes en México tiene necesidades de salud y educación insatisfechas. Y casi 15 millones (14 millones 900 mil, para ser exactos) son pobres. ¡Eso es casi la mitad de los jóvenes en México! Y derivado de esto, como lo acaba de exponer el diputado Oscar González Yáñez: el incremento del suicidio entre jóvenes hasta el grado de que hoy es la tercera causa de muerte en nuestro país; el incremento en el consumo de drogas, lo que se refleja en que el 70 % de los jóvenes entre 15 y 30 años han consumido drogas alguna vez; y la creciente participación de los jóvenes en hechos delictivos, resultado de lo cual el 60% de los reclusos son jóvenes de entre 18 y 30 años de edad. En el México del Centenario y el Bicentenario, denunció el diputado petista, 1 de cada 10 jóvenes irá a la cárcel o perderá la vida en la delincuencia, o lo que es peor aún, se suicidará. Esa es la realidad de nuestro país. Y existen más datos. De acuerdo con el índice de Competitividad 2010-2011, por ejemplo, elaborado por el Foro Económico Mundial (WEF) y publicado recientemente, a pesar de toda esa retórica que exalta la importancia de la globalización –característica que ha acompañado por más de 20 años el discurso de nuestros políticos- ocupamos el lugar 66 en competitividad, muy lejanos de Chile y Brasil e incluso por debajo de países como Azeibaryán y Turquía. Pero además, con un marcado derrumbe en el índice del año 2000 para acá. Y luego, al calificar la funcionalidad de nuestras instituciones, las cosas empeoran: de un rango que va de 1 (muy débiles) a 7 (muy fuertes), México califica un 3.9, por debajo de Ghana, Malawi y Zambia. O sea, que medianamente funciona, mientras que en la calificación de la corrupción en la distribución de fondos públicos México tiene un 2.8, en un rango donde 1 es muy común y 7 nada común. La calificación de confiabilidad en los políticos es de 2.2, donde 1 es muy bajo y 7 muy alto. Y cuando se califica qué tan independiente del gobierno es el poder judicial, la calificación es 3.2, donde 1 es muy influenciado y 7 nada influenciado.
En cuanto al favoritismo en las decisiones del gobierno, nuestra calificación es 2.8 donde 1 es que siempre existe y 7 que no hay nada de favoritismo. Y cuando se pregunta cómo calificaría la manera como gasta dinero el gobierno la calificación es 3.1 en un rango donde 1 es que existe despilfarro y 7 que es eficiente en la distribución de los recursos. ¿Qué tan difícil es hacer trámites en México? Calificamos con un 2.7 donde 1 es extremadamente molesto y 7 nada difícil. O sea que no ha pasado de meras declaraciones eso de la simplificación administrativa. Y si se pregunta qué tan fácil es obtener información gubernamental, la calificación es por el estilo: 4.2 donde 1 es imposible de obtenerla y 7 muy fácil. Más allá de las cifras de muertos y de detenidos que no se consigna, el índice del WEF sobre el costo que el crimen y la violencia representa para los negocios es ilustrativo: 2.7, donde 1 es muy costoso y 7 nada costoso. Y por si fuera poco a la pregunta de qué tanto se puede confiar en la política para mantener la ley y el orden, la calificación es 2.5, donde 1 es que no se puede confiar nada y 7 que si.
Pero veamos más calificaciones: Desarrollo de infraestructura, 3.9, donde 1 es muy poco desarrollado y 7 eficientemente desarrollado y acorde a los estándares internacionales. Calidad de la red carretera, 4.1, donde 1 es sin desarrollar y 7 bien desarrollada. Distribución de la energía eléctrica, 3.9, donde 1 es insuficiente y 7 suficiente. Líneas telefónicas por 100 personas, México registra 17.7 mientras que Taiwán tiene 63.2, Suiza 61.4 y España 44.7, sólo como ejemplo. Calidad de la educación primaria, 2.6, donde 1 es pobre y 7 excelente. Calidad del sistema educativo, 2.9, donde 1 es insatisfactoria y 7 muy buena. Efectividad de la políticas anti-monopolios, 3.3, donde 1 es que no es eficiente y 7 que efectivamente los evita. Un retrato, vaya, que nos pinta crudamente, y que pinta algunas de las causas de nuestro atraso y –claro- de nuestros fracasos.
Por no hablar de otros temas, de la denuncia, por ejemplo, hecha hace apenas unas semanas por David Cockroft, secretario general de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF, por sus siglas en inglés) en el sentido de que “México es uno de los países más señalados en términos de violaciones a la libertad sindical”. Y podríamos seguir: instituciones que no funcionan, programas y recursos mal aplicados, ineficiencia gubernamental, abandono del campo. El caso es que nada de esto es sólo atribuible, como querrían los priístas, a la mala gobernación del PAN. En la realidad que tenemos hoy en México hay mucho de responsabilidad de los gobiernos emanados del PRI desde 1929 hasta el 2000, y de los legisladores y gobernadores de ese partido a partir de que se dio la alternancia.
Pero se insiste en el discurso acrítico y engañoso. Lo mismo de los que dicen que el pasado priísta era mucho mejor, por lo que tenemos que volver a él. Que los de los que insisten en que México está muy bien, y si acaso algo estuviera marchando mal, como por ejemplo la inseguridad y la violencia, es solo uno de los pagos por hacer bien las cosas. Así que a festejar sea dicho, aunque el costo supere los 2 mil 971 millones de pesos en total y sea de más de 580 millones de pesos sólo por lo que respecta al mega espectáculo que se realizará en las calles del Centro Histórico este 15 de septiembre. Casi el equivalente al presupuesto de la UNAM este año. ¡Ni Porfirio Díaz se atrevió a tanto! Porque el espectáculo además, será producido, no por mexicanos sino por la empresa australiana Instantia Producciones, que dirige Ric Birch, y la compañía francesa Royal de Luxe.
Lo malo es que en aras del “show” se ha acabado por frivolizar no sólo nuestra historia sino la lectura de la situación actual. Desempleo, subempleo, violencia, inseguridad, ahondamiento de las injusticias y pérdida creciente del poder adquisitivo son sólo algunos de los saldos que nadie explica. Aunque hay otro indicativo aún más inexplicable: que en lo que va de éste año la población en situación de calle en el DF aumentó 10% al pasar de 2,759 a 3,049 personas, según el conteo de la Secretaría de Desarrollo Social del DF. ¿Qué tiene que pasar en un hogar, en una familia, en la cabeza de un ciudadano para que decida "abandonar" su vida y sus esfuerzos para comenzar a vivir en la calle? Y sin embargo, cada día son más los que pasan a esta situación. ¿De veras cabe algún festejo? ¿Para eso se hicieron la Revolución y nuestra Independencia?

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