domingo, 2 de enero de 2011

EL LLAMADO DE CARDENAS Y LA SALVACION DE LA IZQUIERDA


En el marco del aniversario luctuoso de su padre, el omnipresente “Tata” Lázaro, acaba de hacer una convocatoria Cuauhtémoc Cárdenas: “Propongámonos –dijo- elaborar una propuesta unificadora que contenga las coincidencias de aquellos que se identifican a sí mismos como revolucionarios, demócratas y progresistas... Hagámoslo dejando de lado aspiraciones personales o de grupo”.

Es la misma convocatoria que hizo hace un año el DIA, el frente que agrupa al PRD, PT y Convergencia, sólo que por venir de quien viene inquieta, pues el fundador del PRD no se ha caracterizado, al menos del 2006 para acá, por ser una figura que unifique o que abone a la reconciliación de la izquierda; pero sobre todo porque la hizo tan sólo 5 días después de otras declaraciones suyas, dejando entrever que no se descartaba para buscar por cuarta vez la presidencia: “No estoy ni cojo ni ciego, estoy sano”, aclaró. Lo cual, dicho en el contexto de la competencia entre AMLO y Marcelo Ebrard, efectivamente en nada ayuda a la unidad que tanta falta hace a la izquierda; pero además recuerda algo que nunca tuvo explicación satisfactoria: su colaboración con el gobierno foxista, aceptando el plato de lentejas de presidir los festejos del Bicentenario en plena campaña electoral de 2006, al que sólo renunció pasada la elección, alimentando así los rumores de que no simpatizaba con el candidato de su propio partido.
He expuesto en estas mismas páginas varios cuestionamientos al papel del cardenismo, pero muy en particular al de Lázaro Cárdenas con respecto a la izquierda mexicana: su proclividad a utilizarla y dejarla “colgada” y su invariable apoyo al PRI; su herencia paternalista-autoritaria y su pacto con el stalinismo que se confunden con frecuencia con lo que es un programa nacional de izquierda; su perfil caudillista y su tendencia a corporativizar a la sociedad que todavía es responsable de muchos de los vicios estructurales y operativos que asfixian al país y, desde luego, al PRD.
Sin embargo, también he dicho que a pesar de eso hay algo que nunca se le podrá escatimar, su identificación con las mejores causas nacionales. Y aunque no sé si esto se deba a la trascendencia que revistió en sí su gobierno -y en especial la expropiación petrolera como verdadero acto de reivindicación de la soberanía nacional- o bien a la mitologización a que se le ha sometido, el hecho es que ningún esfuerzo liberacional y progresista en México ha estado ajeno al cardenismo y a su herencia, incluso a pesar de que el “Tata” murió hace 40 años. Y esta es la línea que tendría que rescatarse, la reconciliación con el pasado. Pero no desde el olvido sino desde el aprendizaje, si de verdad se está pensando en salvar a la izquierda.
¿De qué hablo? De la necesidad de un esfuerzo unificador sí, como propone Cuauhtémoc, pero a partir no de la descalificación embozada de liderazgos ni de aspiraciones, o peor aún de alentar nuevas aspiraciones, sino del reconocimiento de una realidad: que si desde ahora no hay un acuerdo interno sobre el candidato que abanderará a la izquierda en 2012, todo esfuerzo conciliador será inútil. O por lo menos muy frágil. ¿O es que de verdad se piensa que basta con decir que será candidato el mejor posicionado para garantizar que así suceda en el 2011?
La verdad es que hay ahora dos cuestiones que mueven a dudarlo porque alimentan la tensión en las filas de la izquierda: una es la continuidad de las alianzas con el PAN, que irrita a quienes prevén un acuerdo con miras a ir juntos también en 2012. Y la otra es la definición de la candidatura presidencial.
Sobre este último punto no creo que, dadas las condiciones en que ha vivido este país y la izquierda desde el 2006, literalmente partidos en dos –“legítimos” vs. “espurios”- por la división que motivaron aquellas elecciones, sea sano ni que abone a la unidad del sector progresista la existencia de más de un aspirante a la candidatura presidencial. ¿Por qué, se dirá, si estamos en un proceso democrático y este supone competencia y que nada esté decidido de antemano? ¿Por qué, si se ha dicho que será candidato el que en su momento esté arriba en las encuestas? Y lo que es más, ¿por qué habría de ser así, si ni siquiera en el PRI nadie asegura totalmente que Peña Nieto sea ya desde ahora su candidato?
Bueno pues, porque sucede que si bien es cierto que nadie dice que todo esté escrito dentro del PRI, el señor Peña Nieto es el puntero en todas las encuestas oficiales, pero además porque es más que sabido que quienes dentro de su partido mantienen aspiraciones personales lo hacen con suma cautela –y así lo han dicho públicamente-, en espera, y sólo eso, de un evento extraordinario que elimine de la contienda a Peña Nieto. O reduzca sus posibilidades. Es decir que si esto no pasa nadie lo va a tocar ni mucho menos se mueve para competirle la candidatura, asumiendo que lo contrario derivaría en derrota para su partido.
Y si esto es así en el PRI, mucho más en el caso de la izquierda. Simple y sencillamente porque ante la fuerza –real o fabricada- de la candidatura de Peña Nieto necesita urgentemente posicionar una figura, hacerlo desde ahora, para asegurar la unidad sólida de todas las fuerzas, y lo más importante: para crecer en la aceptación del electorado. Algo que nunca podrá lograr enviando mensajes dobles acerca de que puede ser candidato uno o que lo puede ser otro, creando la confusión de dos o tres pre-precandidatos y dos o tres pre-precampañas, así se afirme que al final se decidirá quien es el abanderado.
¿En qué baso esta reflexión que, desde mi punto de vista es de manual de elemental estrategia?
Se habla mucho del esquema de Oaxaca como prueba exitosa de cómo ganar una elección. Pues bien, el hecho es que ese triunfo no sólo se debió a las alianzas y a la participación en ellas del PAN sino a que siempre se supo que había un candidato y a que nadie le disputó el lugar. Es decir, que los consensos para construir tanto la alianza como la estrategia de triunfo se hicieron en torno a Gabino Cue, y jamás se planteó en esa ruta la posibilidad de sustituirlo por otro. Bueno, sí lo intentó Irma Piñeiro, la precandidata del Panal, con evidentes dobles intenciones; pero fracasó, precisamente porque se impuso la unidad de todos los partidos en torno a su abanderado y se mantuvo el criterio de no ponerlo en duda en ningún momento ni bajo ninguna presión.
Para eso se creó el DIA hace un año. Exactamente para eso que ahora propone que se haga el hijo del “Tata”: para unir a la izquierda, para sumar los votantes apartidistas, para elaborar un proyecto de nación alternativo al gobernante y, sobre todo, para asegurar la unidad en torno a un sólo candidato con posibilidades reales de triunfar en el 2012.
Un error de los izquierdistas mexicanos es creer que hay muchas “izquierdas”, cuando lo único que hay no sólo aquí, sino en todo el mundo, son matices de una sola izquierda. Históricamente ha sido eso, la división más que de visiones de tácticas, la competencia entre ellas, lo que ha reducido sus posibilidades de tomar el poder. Fomentada desde afuera, claro, por quienes no los quieren en la contienda, pero más que nada desde su interior.
Precisamente por eso es de desearse que este nuevo llamado de Cuauhtémoc sea sincero y sin dobles intenciones. Que en verdad coloque por encima de los intereses personales el interés de su partido, el de la izquierda en su conjunto y el interés nacional. Es decir, que no sea para enturbiar aún más el ambiente o para hacerle el caldo gordo a quienes ya hicieron su apuesta al 2012, y no precisamente a favor del triunfo de un izquierdista. Porque, vistas como se ven las cosas, ya nada más falta que reaparezca “Marcos” para decir que él también quiere ser candidato porque ni AMLO ni Ebrard ni Cárdenas representan a “la verdadera” izquierda.


Publicado en Unomasuno el 26 de octubre de 2010.

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