domingo, 2 de enero de 2011

LOS “NI-NIS”, LOS 10 AÑOS DEL PAN, LA REVOLUCION Y SU FRACASO



Hablábamos la semana anterior de los fracasos de los gobiernos llamados revolucionarios, pero de ellos el más serio es, sin duda, el que se ha tenido en educación, imputable no solamente a su sindicato sino a las leyes y a todo el sistema montado después de la Revolución y sostenido y hasta promovido por los gobiernos panistas, claro, en beneficio propio.

Es tan tremendo el fracaso en este aspecto que, de acuerdo con cifras oficiales de este año, de los 77.2 millones de mexicanos de 15 años o más, 7.6 por ciento (5.8 millones) son analfabetas; 12.9 por ciento (9.9 millones) no tienen terminada la educación primaria y 22.7 (17.5 millones) no han concluido la secundaria. Por si esto fuera poco, de acuerdo con datos hechos públicos hace apenas unos días en la 22 Reunión Nacional Plenaria Ordinaria del Consejo Nacional de Autoridades Educativas, sólo 9 de cada 100 que ingresan a primaria concluyen su licenciatura y es en el nivel bachillerato donde se registra la mayor deserción (60%) y donde los índices de rezago educativo del país reciben mayor impacto. Además de que en los 10 años recientes la eficiencia terminal sólo pasó de 56% a 59%.
Lo grave es que algunos de los factores influyentes de la deserción escolar son, además del fracaso familiar, el personal, es decir la falta de oportunidades, de empleo fundamentalmente, y de un entorno favorable para el progreso individual y colectivo. Y si bien la Secretaría de Educación ha festinado un cierto crecimiento de la matrícula en educación superior en los últimos años, esto obedece en realidad a la proliferación de universidades privadas, muchas de muy baja calidad; lo cual no hace sino subrayar el tamaño del fracaso, pues no podemos ignorar que una de las razones del crecimiento de la educación privada ha sido el paulatino abandono de la universidad pública. Y la creación en su lugar de cotos religiosos como el de los tristemente célebres Legionarios de Cristo.
El resultado no sólo es que estamos produciendo jóvenes con mediocre nivel educativo y con escasas posibilidades de acceder a un empleo sino que hoy somos una sociedad llena de prejuicios, más intolerante, menos incluyente y menos progresista. Con más discriminación y desprecio por indígenas e inmigrantes, por los pobres, por las personas con sobrepeso, por los homosexuales y muchos más etcéteras. Muy lejos del ideal de los primeros revolucionarios, y más del que abrigaron nuestros padres fundadores, los Constituyentes del 57 y los del 17.
Lo sorprendente es que esa intolerancia ha ido en aumento también en los últimos años, como lo demuestra el sondeo realizado hace aproximadamente un año denominado "Encuesta Nacional de Exclusión, Tolerancia y Violencia en Escuelas Públicas de Nivel Medio Superior". Algunos de los resultados de la encuesta arrojan que el 54% de los estudiantes de las preparatorias públicas manifestaron que no les gustaría compartir clases con compañeros enfermos de sida; 53% desaprobaron convivir con alumnos homosexuales, 51% dijo no querer vivir con discapacitados, 47% afirmó que no le gustaría tener como compañero de escuela a un indígena, 38% dijo no querer hacerlo con alguien con ideas políticas diferentes y un 31% reconocieron no querer hacerlo con un pobre ni con alguien de otro color de piel.
Y no son los únicos indicadores. Están, por ejemplo, las varias encuestas que evidencian el desencanto de los mexicanos por la democracia, su desconfianza por los políticos y en particular por las instituciones de justicia. La realizada por Gobernación por ejemplo, la “Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas”, es sencillamente dramática pues arroja que el 66% de los ciudadanos no considera que las elecciones en México sean limpias, ¡100 años después del inicio de la revolución que hizo Madero al grito de “sufragio efectivo”!
¿Se quiere mayor fracaso? ¡Y todavía se describe como un “peligro” a quienes plantean el cambio del régimen y algo mucho peor, se reprocha el desencanto de los jóvenes y se les llama despectivamente “Ni-nis”!
Se les llama así porque ni estudian ni trabajan, pero lo que casi nadie dice es que no lo hacen, en gran parte, por la falta de oportunidades de acceder a una escuela pública o bien por la falta de recursos para estudiar en una privada. Tal es la prueba más palpable del fracaso del sistema educativo construido de la Revolución para acá, construido por los gobiernos que usufructuaron su nombre desde luego, pero sostenido por los que les sucedieron, los panistas, que además de que no han hecho nada por cambiarlo en estos últimos 10 años, han agravado la situación con sus titubeos y traspiés.
La educación es una vía de ascenso individual y social. Las personas educadas y capacitadas tienen más posibilidades de sobrevivir que las que viven en la ignorancia, pues pueden encontrar o crear una fuente de ingresos. Uno de los efectos de una mala política educativa no solamente es que reduce las posibilidades de desarrollo de un individuo sino que al reducir o limitar el acceso de todos a la escuela reproduce y aún acrecienta la desigualdad y la pobreza.
No por nada el tema educativo fue el que más interés y polémica desató en el Constituyente de 17. No fue el tema agrario, ni siquiera el obrero, fue el debate por el artículo 3º -esto es, por el tipo de país que queríamos- el que motivó la mayor preocupación de los revolucionarios. Y tanto, que hasta Venustiano Carranza, quien no quería cambios profundos, se apersonó en el salón de sesiones para presionar a los diputados pensando que así lograría imponerse.
Carranza y su grupo, los llamados “moderados”, defendían las libertades a secas, en especial la de enseñanza, dando por sentado que con eso sólo la sociedad iba a cambiar. Francisco J. Múgica, que llevaba la voz cantante en el grupo de los “radicales”, se pronunció categóricamente por la enseñanza controlada por el Estado con el claro objetivo de formar al “nuevo hombre revolucionario”. Su argumento de fondo era que sin hombres libres no puede haber libertad: había que formar liberales pues y había que construir el liberalismo, aunque para conseguirlo se emplearan medios que no fueran ortodoxamente liberales.
Esto fue lo relevante en el Constituyente queretano, el debate que se suscitó entre unos y otros sobre cómo concretar la libertad. Los “moderados” planteaban el liberalismo como fin y como medio, llegar a él de manera inmediata, sin que mediara un proceso, de golpe. Los “radicales” luchaban por el liberalismo también, pero planteaban que para llegar a él había que construir primero las condiciones para tenerlo. Partían de la realidad mexicana: una sociedad controlada por el clero y los terratenientes, con una muy larga tradición conservadora, necesitaba arreglar muchas cosas para entrar de lleno al liberalismo, porque de otro modo las libertades beneficiarían, no a la mayoría ni a los más pobres, sino a una élite, a los privilegiados, a los ricos. Menos ilustrados que los “moderados” pero con una profunda preocupación social, a este grupo es al que se ha identificado malamente como “socialista”, y hasta pro-comunista.
Malamente digo porque si bien en el camino se extravió su objetivo lo que querían los liberales radicales de la Revolución era utilizar al Estado para construir el liberalismo, no para construir el estatismo, que fue lo que sí hicieron muchos de los gobernantes post-revolucionarios. Y lo peor es que ni siquiera para implantar ningún socialismo sino para controlar mejor a la sociedad.
Y todavía, por si hubiera alguna duda desde dónde nos viene todo esto, tenemos los resultados que arrojan los más recientes sondeos. Uno llevado a cabo por el canal de TV “History Chanel” para identificar al “más grande mexicano” de nuestra historia; y otro del Grupo Reforma para identificar a los revolucionarios más admirados. Bueno, pues en el primer caso uno de los finalistas fue Porfirio Díaz, el dictador que provocó la Revolución, y en el segundo, 41% se inclinaron por Victoriano Huerta, el traidor que asesinó a Madero. Toda una lección.

Publicado en Unomasuno el 30 de noviembre de 2010.

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