domingo, 2 de enero de 2011

EL CENTENARIO Y EL PEOR DE LOS PECADOS DEL PRI



Ya hemos hablado aquí de los errores y omisiones, de las desviaciones y corrupción de los gobiernos priístas, los mismos que ahora se nos quiere presentar como “mejores” que los actuales. Y sin embargo, el pecado más grande del partido que siempre se ha dicho heredero de la Revolución, el PRI, y de los gobiernos que gobernaron en nombre de esa revolución, más quizá que el no haber cumplido cabalmente con su programa, es el retraso que su larga permanencia le costó al país.

Un costo muy alto, si lo comparamos con lo que pasaba casi simultáneamente en otras partes del mundo, y mucho más absurdo si revisamos la historia, lo que pasaba aquí mismo, y nos percatamos de que si alguien actuó precisamente como freno de los cambios y los avances, ya no se diga de las rectificaciones, fueron los gobiernos priístas autollamados “revolucionarios”.
Suena fuerte. Pero basta ver los programas de la oposición entre 1929 y, digamos, 1952, para percatarnos del tamaño del costo, y sobre todo, del montón de oportunidades perdidas, dilapidadas, en aras del predominio de un grupo.
José Vasconcelos, por ejemplo, el primer candidato opositor al PRI, planteaba ya desde 1929 el otorgamiento del voto a la mujer pero tuvieron que pasar más de 20 años para que esa parte de su programa se cumpliera. Y por cierto que también fue esa una propuesta de campaña de otros dos candidatos oposicionistas, Juan Andreu Almazán en 1940 y Ezequiel Padilla en 1946.
Fue igualmente Vasconcelos el primero que propuso el crédito ejidal, y el que habló de la necesidad de una ley para castigar las corrupción y fijar las responsabilidades de los funcionarios públicos, ley que no se hizo sino hasta casi 10 años después, a finales del gobierno cardenista. Y además pedía reformas constitucionales para poder enjuiciar al Presidente de la República en caso de hacer un mal gobierno, así como para hacer obligatoria la reducción del gasto corriente del Ejecutivo para destinar la mayor parte del presupuesto gubernamental a la educación, algo que todavía estamos esperando.
Vasconcelos fue, por cierto, el primer candidato que habló de indigenismo, un tema que sólo retomaría Lázaro Cárdenas, pero que luego de él sería prácticamente ignorado por los gobiernos que le siguieron, al grado de ese fue uno de los reclamos que hizo Luis Donaldo Colosio, cuando se produjo el estallido del EZLN en Chiapas, en su famoso discurso del 6 de marzo de 1994.
Y si vemos el programa que defendía Francisco J. Múgica, peor. Sólo para ejemplificar, basta decir que su propuesta de otorgar el voto a los jóvenes de 18 años tuvo que esperar 30 años para que la cumpliera Gustavo Díaz Ordaz, y sólo por la presión tan tremenda –porque remordimientos seguro que no- que enfrentó después de la matanza del 2 de octubre de 1968. Pero además de eso, Múgica ya hablaba de “corregir” los errores de la Revolución y de quitarle a la Constitución todos los parches que le habían ido metiendo los propios gobiernos “revolucionarios”.
Otro programa oposicionista interesante fue el almazanista, satanizado por los priístas porque partía de una crítica al cardenismo. Bueno, pues fue Almazán quien incorporó el tema de los derechos humanos al discurso político, propuso la organización de los campesinos en cooperativas para evitar la depauperación del campo y reclamó la democratización de sus organizaciones y de las de los obreros, exigiendo además en este caso la supresión de la llamada "cláusula de exclusión" por la cual los líderes podían despedir a todo aquél trabajador que no votara o simpatizara con el PRI.
También de Almazán fue la primera propuesta de incorporar la representación proporcional en la composición del Congreso, aunque su propuesta quizá más avanzada se refería al tema de la descentralización y al fortalecimiento municipal, ya que él proponía dejar a los municipios y a los estados el manejo de sus impuestos, así como otorgarles más funciones que reforzaran su autonomía 40 años ante de que en el gobierno de Miguel de la Madrid se empezara a cumplir.
Otra propuesta suya fue la el sistema de alfabetización para adultos y una demanda que todavía no se cumple: que la Secretaría de Educación sea manejada por educadores y no por políticos.
6 años después, Ezequiel Padilla demandaba una ley para acabar con los monopolios privados, y planteó dos ideas en apoyo de las clases populares que tardaron muchos años en cumplirse: los desayunos escolares y el otorgamiento de subsidios para la alimentación.
Pero uno de los programas de gobierno más avanzados, y por lo mismo en muchos aspectos todavía incumplido, fue el de Miguel Henríquez Guzmán en 1952. Fueron propuestas suyas, entre otras, la creación del ISSSTE, del IFE y de la Comisión de Derechos Humanos, así como el otorgamiento a los estados por parte de la Federación de un porcentaje de participación de los ingresos federales. Propuso él también la nacionalización de la industria eléctrica, que haría Adolfo López Mateos 8 años después; la concesión de derechos políticos plenos al D.F., que todavía estamos peleando y la implantación de los mecanismos de la democracia directa, es decir la iniciativa popular, el referéndum y la revocación del mandato, que también estamos todavía peleando. Además de eso, planteaba la obligatoriedad de someter a consulta popular todos los tratados internacionales y todas las reformas constitucionales y algo fundamental, la elección por voto directo de ministros, jueces y Procuradores de Justicia.
Es decir, que a la burla de los fraudes que se cometieron entre 1929 y 1952 le siguió el aplazamiento o el olvido de muchas cosas importantes que los opositores proponían, algo que ni la tan cacareada "reforma política" del 78 corrigió.
Si acaso, le pagó al Partido Comunista el lanzamiento testimonial de la candidatura de Valentín Campa que le permitió a José López Portillo legitimarse y ahorrarse la vergüenza de presentarse en la contienda como candidato único. Pero como esa reforma no estaba concebida para abrirle las puertas a la democracia sino para darle una mejor fachada a la simulación y nuevos aires al sistema, la verdadera oposición al PRI quedó excluida. Prueba de ello es que al Partido Democrático que había sostenido la candidatura de Padilla, y al partido de los henriquistas, que a pesar de la represión todavía se mantenían en pie, simplemente se les negó el registro.
Y por cierto que propuestas del PAN casi desde su fundación fueron, entre otras, la entrada de capital privado a PEMEX y al campo, el reconocimiento de los derechos políticos del clero y permitir su injerencia en la educación, así como limitar los derechos laborales en aras de “la productividad”, propuestas, todas estas, que impulsaron y acabaron aplicando los tres últimos gobiernos del PRI.
Lo más interesante es que cuando finalmente el PRI perdió la presidencia, aquella noche del 6 de julio de 2000, nadie hubiera dado un peso por su sobrevivencia; y hay que ver lo que ahora tenemos: no sólo su refortalecimiento sin haberse siquiera reformado sino su eventual regreso a la presidencia con el mismo cartel que tenía entonces y con un candidato cuyo mayor mérito no es su programa sino su habilidad para manejar la mercadotecnia.
¿Y para qué un programa si ha bastado con esperar el pobre desempeño de los sucesores del PRI, de los panistas, para que algunas gentes piensen que más vale regresar al pasado.
Si por lo menos fuera un regreso a los principios originales de la Revolución, a sus ideales y objetivos; pero ni quien se acuerde de ellos. Y mucho menos en el PRI.

Publicado en Unomasuno el 16 de noviembre de 2010.

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