martes, 8 de febrero de 2011

LECCIONES DEL HENRIQUISMO: LA IZQUIERDA DIVIDIDA Y ALGO MAS



Decíamos la semana anterior que en su libro de memorias Cuauhtémoc Cárdenas ofrece algunos elementos interesantes para entender el último medio siglo de nuestra historia y particularmente sobre la campaña política de 1952 y su dramático desenlace ofrece una versión digna de analizarse.


El Ingeniero Cárdenas habla de las razones del distanciamiento entre Miguel Henríquez y Lázaro Cárdenas, del por qué este último no apoyó abiertamente al henriquismo, y su explicación parte del problema de las dos facciones que conformaron el movimiento opositor: la revolucionaria de izquierda y la empresarial centrista. La primera, conformada por políticos de la talla de Francisco J. Múgica y Graciano Sánchez, ligados al gobierno de su padre el general Cárdenas, empujados al henriquismo por este para reivindicar la ideología de la Revolución frente a las desviaciones del alemanismo. Y la segunda, conformada por hombres de negocios, contratistas del gobierno, ex funcionarios y diplomáticos amigos del hermano del candidato, de don Jorge Henríquez, que compartían intereses económicos con el alemanismo y sólo querían el poder. Y afirma Cuauhtémoc que el predominio de esta corriente dentro del henriquismo fue factor fundamental para el alejamiento de Cárdenas de su amigo.

Esto es interesante porque, efectivamente, la opinión de personajes como Antonio Espinosa de los Monteros, Pedro Martínez Tornel, Roberto Molina Pasquel, y desde luego don Jorge, resultó clave a la hora de tomar las decisiones definitivas de aquella campaña. Sin embargo, sus diferencias con los cardenistas no se redujeron a las ideas políticas sino que implicaron algo todavía más importante: la manera de enfrentar el fraude electoral. Y es que mientras los cardenistas siempre se mostraron decididos a defender el voto al costo que fuera, la facción moderada enderezó su labor, desde un inicio, a convencer al general de que era imposible un Presidente de izquierda en este país. Le aseguraron que si quería ganar necesitaba “correrse” al centro y relegar al Partido Comunista, al Partido Obrero Campesino y al propio Cárdenas. También le dijeron que no bastaba con llenar plazas ni con llenar urnas con votos pues el poder real lo tenían otros, así que si no se negociaba con ellos era un sueño pensar en un triunfo puramente democrático. Y cuando finalmente sobrevino el fraude lo persuadieron de seguir adelante con el argumento de que una propuesta radical, que además no descartaba el uso de la violencia, no sería bien vista por el gobierno norteamericano. Y Henríquez simplemente acató.

Hay que recordar que la tarde del 7 de julio de 1952 se le presentó al general Henríquez la disyuntiva de alzarse o aceptar “la realidad”, y que mientras las policías gubernamentales mataban henriquistas en todo el centro de la ciudad, los cardenistas, entre ellos varios generales, le presentaron un plan para tomar el poder. Sólo le pedían que se retirara a un lugar seguro, que los dejara actuar, y esa misma noche entraba a Palacio Nacional. Hasta el jefe de las fuerzas militares del gobierno se puso esa tarde a las órdenes de Henríquez, pero éste, temeroso de desatar un baño de sangre, se negó a dar la orden y en cambio recorrió las calles para calmar a sus partidarios y rogarles que se devolvieran a sus domicilios.

Fracasado este intento, el 11 de julio el PCM lanzó un manifiesto llamando a la rebelión y se le propuso al general un nuevo plan: la instalación de un Congreso con los diputados y senadores henriquistas en Apatzingán, nada menos que en la finca de los Cárdenas, y su proclamación ahí como Presidente Legítimo mientras grupos de agitadores perfectamente organizados paralizarían la vida de la Nación, atacarían puntos vitales, destruirían las comunicaciones y en el momento decisivo don Lázaro lanzaría públicamente su respaldo a la causa democrática, precipitando con ello la capitulación del régimen.

Pero llegó el 12 de septiembre, fecha límite para la calificación de las elecciones, y el Congreso “legal” hizo ese día efectivamente la calificación dándole el triunfo al candidato priísta Adolfo Ruiz Cortines. El país está en ascuas. Desde esa fecha hasta noviembre de 1952 se viven momentos clave. Son días de gran tensión porque, como bien recuerda Cuauhtémoc Cárdenas, “empezaron a correr versiones de que el general Henríquez convocaría a un levantamiento armado para imponer respeto al voto de los ciudadanos”. Y agrega que “en aquel momento llegué a creer que, efectivamente, el general Henríquez llamaría a quienes lo habían apoyado a rechazar el resultado oficial de las elecciones y que por la vía de la fuerza tomaría el poder (pero) empezó a correr el tiempo, pasaban las semanas y los meses, y empezó a tenerse la impresión de que Henríquez estaba jugando a que era Presidente electo, pues no tomaba ninguna decisión; tomó posesión el nuevo gobierno… y el levantamiento nunca llegó”.

La cuestión es que al final tuvimos dos Presidentes, uno “espurio” instalado formalmente en el poder, y otro “legítimo”, proclamado por sus partidarios. Y una gran frustración ciudadana. Porque nada cambió.

Algo digno de mencionarse es que el testimonio del Ingeniero Cárdenas coincide con el de otros muchos henriquistas que vieron en la actitud de su candidato, al menos, falta de decisión. El hijo del general Múgica por ejemplo, Janitzio, recordaba que su padre don Francisco J. era de los que más querían, “a la fuerza, imponer lo que suponían la victoria”. “Sin embargo –esto lo contó en una conferencia en Jiquilpan, en 1984-, entre quienes no entran en esa mayoría con la misma resolución, está el propio candidato a la Presidencia... Nada se hubiera ganado con lanzarse a una aventura si no hubiera habido la decisión del abanderado de esa lucha. Y ese abanderado nunca da la señal” (Excélsior, 30 de enero de 1996).

¿Y qué pensaba el “Tata” al respecto? De eso no habla su hijo, si bien existen varios testimonios que refieren cuál fue su actitud en esos días.

Don Jorge me aseguró que el ex Presidente estaba listo para iniciar la revuelta, pero como la dirección la iban a tener los comunistas, esa fue la razón por la que tanto él como el general se negaron, por considerarlo un suicidio. En abono de esta tesis, Roberto Blanco Moheno escribió que cuando fue a entrevistar a don Lázaro a Apatzingán, uno de sus hombres cercanos, el profesor Roberto Reyes Pérez, le dijo, sin recato alguno, que “dentro de unas semanas estaremos en la sierra”, refiriéndose desde luego al alzamiento henriquista y que hasta le aseguró, no una sino varias veces, que el propio don Lázaro encabezaría la revuelta. Blanco Moheno sostenía también que esto se lo llegó a preguntar a Cárdenas directamente, y que su respuesta fue enigmática pero sumamente reveladora: “Lo peor que a un hombre puede sucederle es morir en su cama” (Roberto Blanco Moheno, El Cardenismo, pp. 226-227). Y otro periodista, Armando González Tejeda, reseñó en su momento una acalorada entrevista de don Lázaro con un grupo de amigos henriquistas, entre los cuales se encontraba Marcelino García Barragán, a lo cuales el ex Presidente les habría dicho, visiblemente contrariado, que el general Henríquez “tenía la oportunidad de levantarse en armas o pegarse un balazo”, agregando que “en México, para ganar una causa, se necesita valor” (La Prensa, 1 de agosto de 1958).

¿Esto significa que Henríquez debió dar la orden para el alzamiento, o fue un patriota por evitar el estallido de la violencia? ¿De verdad no tenía de otra que alzarse en armas o debió intentar otro tipo de presión pero sin aceptar jamás el atraco electoral? En todo caso, ¿qué habría hecho Cárdenas si Henríquez da la orden para el levantamiento? Son especulaciones, pero quizá la respuesta a esto permitiría tener otra dimensión de “el Tata”, y otro juicio, muy lejano del de priísta irredento que tenemos, gobiernista a ultranza, hombre leal hasta la muerte al régimen antidemocrático. Y hasta uno de sus sostenes.

Publicado en Unomasuno el 11 de enero de 2011.

3 comentarios:

Gabrielle Maat dijo...

Mi madre me ha contado de ese dia, ella era una jovencita que trabajaba en Palmas vio a la montada correteado con espada en mano cortando gente y lanzando gases.. pareceria que solo existio 68, pero no es asi nos gusta olvidar, a segun conveniencia politica

Gabrielle Maat dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
CARLOS GÓMEZ LUNA dijo...

Mi bisabuelo participó en el henriquismo aqui en el estado de Nayarit, en las cartas personales dirigidas al Gral. Henriquez y a Cesar Martino que conservo se muestran muchos detalles de este movimiento social que sacudió al país en aquella decada de los 50. Muy interesante articulo.