domingo, 19 de septiembre de 2010

EL "COLOSO" ANONIMO Y LOS "HEROES" DEL BICENTENARIO


Lo he dicho varias veces aquí: que hace falta una visión crítica de la historia. Y que con motivo del Bicentenario del inicio de la Independencia y el Centenario del inicio de la Revolución un vacío que nadie ha querido llenar es el de una revisión seria y documentada, imparcial y objetiva, de nuestros héroes patrios y de sus hazañas, para colocar a cada quien en su lugar.
La Perestroika en la desaparecida URSS inició así, con la Glasnost. Y para bien o para mal, ahora los rusos saben al menos quien es quien en su historia y qué hicieron mal para evitar repetir errores. Y en España, la paradigmática transición española, la que se convirtió en el “modelo” ejemplar para muchos políticos mexicanos que hasta quisieron trasplantarla, ahora estamos viendo que nació coja. Y por tanto, limitada porque en aras de la “reconciliación” política, del no moverle a las cosas, se decretó un “borrón y cuenta nueva” y se pensó hasta en cancelar la memoria histórica. Error tremendo porque en aras de esa reconciliación y ese no removerle a las heridas el franquismo sobrevivió, y a tal grado que llegó a poner en jaque las conquistas de la democracia, que recién ahora ha entendido que la mejor manera de defenderse es rescatando la memoria histórica, proceso nada fácil por cierto, que recién está empezando con el derribamiento de todas las estatuas de Francisco Franco pero que aún tiene un largo trecho por recorrer.
Por algo será que allá tienen que derribar las estatuas del “Caudillo”, como lo hicieron en Rusia y en todos los países excomunistas con las estatuas de Stalin, Lenin y Mao. Y no se trata ni de venganzas ni de revanchas. Sino de acercarse a la verdad a la que tienen derecho los pueblos. ¿Para qué? Para conocer nuestro pasado pero más que eso para que, a partir de su conocimiento podamos entender mejor el presente y proyectar con mucha mayor seguridad el futuro.
Volviendo a lo que pasa en nuestro país con motivo de los centenarios, la verdad es que hasta ahora las grandes aportaciones de los festejos han sido “descubrir” que Madero no se llamaba Francisco Indalecio sino Francisco Ignacio; aceptar que los restos de los héroes patrios que albergaba la Columna de Reforma son efectivamente los de los héroes patrios y además que apareció ahí una tarjetita para el anecdotario de quien sabe qué periodista. Y reivindicar a héroes como Benjamín Argumedo, cuya figura monumental de 20 metros de altura y 8 toneladas de peso hecha en poliuretano va a presidir ni más ni menos las fiestas del 15 de septiembre.
Me pregunto ¿qué hubieran dicho los viejos revolucionarios, los que estuvieron en los campos de batalla y ganaron la Revolución, si esto hubiera pasado hace 30 años cuando todavía vivían algunos de ellos? ¿Se habrían quedado callados? ¿Lo habrían permitido? Yo creo que no.
¿A quien se le ocurrió deificar, así sea en plástico, a un personaje que nunca ha podido figurar preeminentemente en los anales de la Revolución más que por esas películas cursimente épicas de Antonio Aguilar, sencillamente porque fue de los que reconoció a Victoriano Huerta tras el asesinato de Madero y murió peleando contra el constitucionalismo y por lo mismo fue fusilado como lo que era, como un traidor?
Sí, ese es Argumedo, el personaje que ahora se pretende “rescatar del olvido” y deificar en la ”fiesta” central de nuestras conmemoraciones. Un depredador de haciendas y un perseguidor y un asesino de las autoridades locales maderistas durante todo el gobierno de Madero, a quien fue de los primeros en desconocer, para luego, en unión de Pascual Orozco, cuando sobrevino el cuartelazo de la Ciudadela, ser de los primeros en reconocer a Huerta, quien convirtió a Argumedo de bandido a “hombre de orden”, hasta le dio el grado de general brigadier, porque se la pasó todo el gobierno usurpador defendiéndolo y peleando contra las fuerzas constitucionalistas. No conforme con eso, caído Huerta, Argumedo nunca reconoció la jefatura de Venustiano Carranza, y lo combatió, unas veces en las filas felicistas, otras en las zapatistas. Hasta que fue derrotado y hecho preso en Durango, y Juzgado por un Consejo de Guerra que lo condenó al fusilamiento por traidor, en marzo de 1916. ¡Bonita biografía para homenajear y transmitirles a nuestros niños!
Por eso pregunto: ¿quieren rescatar héroes del olvido? Empiecen por los que realmente hicieron la Revolución: Francisco J. Múgica, Cándido Aguilar, Roque Estrada, Lucio Blanco, Benjamín Hill, Vito Alessio Robles, por citar unos cuantos. Y una mujer, María Hernández Zarco, la joven linotipista que se aventó a imprimir, a escondidas de su padre –que tuvo miedo de hacerlo- el discurso de Belisario Domínguez, para que se repartiera por todo el país. Siguiendo con los que lucharon por la democracia, de lo que hablábamos la semana anterior: Francisco Serrano, Arnulfo R. Gómez, José Vasconcelos, Juan Andreu Almazán y Miguel Henríquez Guzmán, los candidatos presidenciales de 1927, 1929, 1940 y 1952. Sin olvidar a los luchadores sociales perseguidos y encarcelados como Othón Salazar y Demetrio Vallejo, o a los que fueron asesinados como Rubén Jaramillo. Y si quieren generales, sólo tres ejemplos: Joaquín Amaro, autor de la reforma militar que civilizó al actual Ejército Mexicano; Salvador Alvarado, autor del primer ensayo de gobierno de izquierda en nuestro país; y Othón León Lobato, uno de los militares con más hechos de armas en la Revolución y fundador de la Escuela Militar de Transmisiones, nada menos que la que asegura el control de las comunicaciones en este país, elemento estratégico vital. ¿Y qué decir de los precursores, quien se ha acordado de ellos? De Antonio I. Villarreal, Juan Sarabia, Librado Martínez, Praxedis Guerrero, Antonio Díaz Soto y Gama, Aquiles Serdán y, desde luego Ricardo Flores Magón?
Son unos cuantos nombres, pero hay más. Sólo que recordarlos implica, primero, conocer la historia, cosa que al parecer no pasa en las altas esferas gubernamentales; y luego, estar dispuesto a romper con los mitos oficiales porque muchos de estos hombres y mujeres acabaron sus vidas combatiendo las desviaciones de la Revolución, en la oposición al PRI.
Por eso no existe una sola estatua de Henríquez Guzmán en este país, ni de Vasconcelos ni de Almazán. Porque implicaría reconocer que en México hubo fraudes electorales y que los hicieron Plutarco Elías Calles, fundador del PNR, abuelo del PRI; Lázaro Cárdenas, fundador del PRM, padre del PRI; y Miguel Alemán, fundador del PRI. Porque implicaría descubrir el carácter represor de los gobiernos “revolucionarios” de, al menos, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Y cuestionar muchos de los monumentos, parques y avenidas, y hasta los nombres que están en el Congreso, echando por tierra la historia oficial y los contubernios políticos –y hasta económicos- que la sostienen.
Y sin embargo, sigue haciendo falta -y más ahora- la revisión concienzuda y seria de nuestra historia; juzgarla con una visión crítica, honesta y al margen de partidismos. Porque conste que tampoco se trata de levantar pedestales a los derrotados sólo por el hecho de haber sido derrotados. Que de hecho es lo que han hecho los gobiernos del PAN, demoledores de las estatuas de Juárez y los liberales nada más han llegado a alguna alcaldía o gubernatura.
Se trata de analizar las vidas y las trayectorias a la luz de la congruencia del patriotismo, los principios y la verticalidad para sostenerlos. Que eso son los héroes, hombres y mujeres excepcionales, dispuestos a hacer cosas extraordinarias por su patria al costo, incluso, de sus vidas.
¿Cuántos de esos hemos tenido a lo largo de nuestra historia? Y lo más importante: ¿cuántos de esos tendremos ahora? ¿O es que el molde de los héroes se rompió hace 100 años? Termino preguntando: ¿Más que recordar a los héroes del pasado, no será ya tiempo de tener nuevos héroes?
Publicado en UNOMASUNO el 31 de agosto de 2010.

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