lunes, 6 de septiembre de 2010

EL GOBIERNO CARDENISTA, Y SUS CRITICOS


En un documento titulado “¿Para vivir mejor? Los resultados del gobierno” afirma el diputado priísta Francisco Rojas que “entre discursos que intentan cambiar las ‘percepciones’, rencillas políticas y uso de los programas sociales con fines electorales, se ha perdido la primera mitad de otro sexenio, mientras los problemas diarios de la gente se agravan y el gobierno parece creer en el mundo ilusorio que ideó como eje de su política de persuasión colectiva”. Es una crítica a la administración actual, desde luego, pero parece también una descripción de varios gobiernos priístas, incluido el cardenista.
Sí, el que encabezó Lázaro Cárdenas, del que decía la semana anterior que ha sido para muchos priístas “el mejor gobierno” del PRI. Aunque no para todos, porque existe un sector importante que coincide con los panistas y con la derecha en que ese fue un gobierno populista y en más de un sentido “responsable” de muchos de los males del país, por lo que ha sido necesario corregirlo y revertirlo. Y tanto, que esas correcciones al cardenismo las empezaron los gobiernos herederos de Cárdenas, es decir los propios priístas, nada más dejó el poder.
Como ahora acusa el diputado Rojas, a Cárdenas lo acusaron en su tiempo de mantener un discurso engañoso, de adoptar la careta “socialista” sólo como recurso para concentrar el poder y manipular a las masas, pues a él se debe no sólo la consolidación del partido de Estado mediante la corporativización de obreros y campesinos sino la creación del presidencialismo. El es el autor de la dictadura perfecta priísta. Sin contar con que institucionalizó la utilización de los programas sociales con fines electorales y siempre fue proclive a los pleitos políticos (con Calles, con Alemán, con López Mateos, con Díaz Ordaz), hasta su muerte.
Son famosos los artículos de Luís Cabrera, que escribió cuando todavía era crítico entre 1936 y 1938, en los cuales equiparaba el sistema implantado por Cárdenas con un “nuevo porfirismo”, con la única diferencia de que “el general Díaz justificaba sus actos, aunque estuvieran fuera de la ley, por la necesidad de la paz o la salud pública, o por el bien de la patria y en cambio, la política del presidente Cárdenas se apoya siempre, invariablemente, en el mejoramiento de las clases trabajadoras”. Y advertía: “La política proletaria del presidente Cárdenas nos conduce a un sistema dictatorial que lleva trazas de prolongarse indefinidamente como el de Rusia sin redundar a la larga en beneficio de las clases trabajadoras. En nuestro concepto, la incondicional tolerancia del liderismo obrero y el uso ilimitado de la huelga a todo trance podrá ser satisfactorio para la clase obrera mientras se traduzca en una alza de salarios o en una mejora material del asalariado, pero a la larga conducirá al relajamiento de las capacidades del obrero mexicano y a la destrucción de nuestra industria nacional. Y otro tanto pensamos de su política agraria que dará por resultado volver al campesino a su condición de peón, sumiéndolo en la esclavitud”.
“No se necesita mucha clarividencia –aseguraba- para pronosticar que cuando se destruye una fuente de riqueza los malos tiempos tendrán que sobrevenir”. Sólo que Cárdenas nunca escuchó a Cabrera, a ninguno de sus críticos, así que hoy vivimos efectivamente las consecuencias de aquellas políticas, que comprometieron el futuro de la nación y nos tienen entrampados en una serie de mitos y lastres que al parecer nadie quiere confrontar ni sepultar.
De que tuvo méritos y grandes aciertos nadie lo duda, pero para cantarlos están los libros oficiales y sus panegiristas. Lo que no podemos olvidar es que promovió que lo llamaran “Tata” por su personalidad paternalista; que hasta creó en torno suyo literalmente un culto, apoyado en una curiosa masonería cismática que postulaba el nacionalismo y el socialismo; y que vivía como un auténtico magnate mientras promovía revoluciones en todo el continente.
Si hay alguien de los gobernantes post-revolucionarios que encarna mejor al “Ogro filantrópico” de que hablaba Octavio Paz, es él. Hizo de Michoacán, igual que lo haría con el Partido Comunista, un auténtico cacicazgo que perdura hasta nuestros días. Cacicazgo que, en el caso de su estado natal -como dice Victoriano Anguiano, uno de sus biógrafos-, “se convirtió en uno de los valladares del desarrollo” local. Y en el caso de la izquierda, casi en un monopolio y parte de su herencia familiar. Y en una de las razones del fracaso de esta corriente, lo que ya habrá ocasión más adelante de explicar.
Y sin embargo, no sólo es lo que nos dejó y sobrevive hasta nuestros días. Está también el saldo de su gobierno en el momento mismo en que lo terminó. De acuerdo con un documento que publicó en 1941 la Confederación de Cámaras de Comercio, en 1934 cuando Cárdenas asumió el poder “había un sobrante de 30 millones de pesos en la Hacienda Pública, y en 1939, el último año en que tuvo el poder don Lázaro, hubo un déficit de 40 millones de pesos. El total de las deudas en 1934, por otra parte, al tipo de 3.60 era de 3,350 millones de pesos, y al terminar el periodo del general Cárdenas, subió a 6,360. Tres millones más”.
Además, el valor del peso se depreció en ese mismo período un 65%. Y de acuerdo con los índices de precios del Banco de México de 1936 a 1939 el costo de la alimentación se incrementó un 73% y el costo de la vida en general subió en ese período un 57.96%. Una verdadera crisis económica.
Tampoco en el campo se reflejaron mucho los beneficios de la pregonada justicia cardenista: si bien hizo un reparto sin precedentes, éste tuvo efectos contradictorios si nos atenemos a sus resultados: las cifras oficiales nos revelan un dramático descenso de la producción ejidal entre 1936 y 1940 y el ascenso de la producción de las fincas de propiedad privada. Por si fuera poco, Cárdenas creó el Banco Ejidal, que al igual que el anterior Banco Nacional de Crédito Agrícola y el posterior Banrural, fue parte de la red de instituciones oficiales manejadas con dinero del gobierno para comprar y controlar votantes. Burocráticos, contaminados por intereses partidistas y limitaos por la corrupción, estos bancos vivieron continuamente sujetos a una situación deficitaria, con pasivos. Además de que funcionaban en realidad como la caja chica de los presidentes.
“Es que el cardenismo –dice Gustavo De Anda- sólo pensó en los campesinos como fuerza política y se desentendió de su función como factor de producción para satisfacer las necesidades nacionales”.
Practicante de un totalitarismo disfrazado de “redención de los pobres”, de “equitativa distribución de la riqueza” y de “afirmación de la soberanía nacional”, Cárdenas fue acusado de hacer fuertes depósitos en dinero en un banco de Nueva York, poco antes de dejar el poder, y de poseer una incalculable fortuna en dinero y propiedades, hecha a la sombra de los cargos públicos. Todavía quedan dudas acerca de su participación en la construcción de la carretera México-Guadalajara, cuya concesión se la dio Cárdenas a una sociedad, la Compañía Mexicana de Caminos, en la que tenían participación él mismo, su hermano Dámaso y varios personajes de su gobierno. Y también de su complicidad en la misteriosa desaparición de los tesoros del “Vita”, el barco español que llegó sigilosamente a Tampico en la primavera de 1939, cargado de oro, joyas, obras de arte, colecciones numismáticas y documentos paleográficos de gran valor.
De acuerdo con algunas versiones, estos tesoros del pueblo español habrían ido a parar a manos de Cárdenas y sus amigos, por lo que al término de su presidencia, la Confederación General de Trabajadores acordó en un congreso pedir la incautación de sus bienes, junto con los de Vicente Lombardo Toledano. Y los dirigentes del Partido Antirreeleccionista reclamaron la realización de un “Gran Jurado Nacional” para que respondiera por todos los actos de su gobierno.
Desde luego esto no pasó de una mera crítica testimonial y nunca, ninguna de las acusaciones, se pudieron dilucidar.

No hay comentarios: