sábado, 29 de octubre de 2011

DEL “NIÑO VERDE” Y DEL CINISMO EN LA POLITICA

Una de las causas del descrédito de la política es el cinismo de nuestros políticos.
Que no se conforman con hacer sus picardías sino que además, cuando se les exhibe, se presentan como si fueran víctimas o sencillamente hacen como que no pasa nada.
Casos de políticos exhibidos en sus miserias y debilidades, sobran. Basta echar un vistazo a nuestras Cámaras y a las dirigencias de los partidos para constatarlo. Tenemos de todo: acusados de narcotráfico, de peculado, de tráfico de influencias, hasta de violación. Pero eso sí, a diario los vemos pontificando y aconsejando, opinando sobre el “bien” del país y “defendiendo” la ética y la decencia.
A favor tienen la corta memoria de los ciudadanos y la impunidad que prevalece.
Y es el caso del llamado “Niño Verde”, que dejó de ser presidente nacional de su partido, el PVEM, luego de permanecer en el cargo por más de 10 años, cuando sucedió… a su padre.
Desde luego que para sucederlo a él se perfilan sus hombres de mayor confianza, al no existir por de pronto nietos. Pero además, tanto el padre, Jorge González Torres, como su junior Jorge Emilio, tienen asegurado que serán consejeros nacionales de “su” partido. Y se dice que el segundo tendría amarrada ya una senaduría vía plurinominal, que sería la segunda, por cierto. Esta obtenida, se dice, gracias a las negociaciones con el PRI para una eventual alianza en el 2012.
¿Es que ya se olvidaron los escándalos del consabido “niño” en el pasado, su por demás ridícula excusa de que lo “chamaquearon” cuando se exhibieron evidencias de sus trafiques? Pues por lo visto sí.
Y lo más lamentable es que no es un caso aislado, pues todo es posible en un país adonde las carreras políticas se deciden por intereses ajenos a los de los realmente interesados, llámense agremiados de un sindicato o votantes; adonde la vigencia o no de un político se da en función de las conveniencias del poderoso en turno o de las alianzas que necesita para sostenerse en el cargo o para hacerse fuerte.
Recuerdo la autobiografía de Mario Guerra Leal, un joven idealista, que inició su carrera en un partido de oposición hace 50 años, defendiendo presos políticos, luchando contra el fraude y la corrupción, soñando con un mejor país... y terminó sirviendo los intereses del gobierno, a sueldo por la secretaría de Gobernación, armando y creando movimientos y partidos dizque “de oposición”, para aparentar “democracia” y hacerle el trabajo sucio al PRI. Su libro se llama “La Grilla”, y si resulta aleccionadora la lectura de las “Memorias” de Gonzalo N. Santos para entender la psicología de ciertos priístas, esta obra de Guerra Leal resulta igualmente indispensable para entender los alcances de lo que algunos entienden por “oposición” y que no es mas que un negocio de unos cuantos vivales.
Me vienen a la memoria otros casos. Nuestros “próceres” del obrerismo, los “padres” del sindicalismo mexicano, por ejemplo. Luis N. Morones, el fundador de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) y del Partido Laborista que tuvo una gran fuerza en los años 20; y Vicente Lombardo Toledano, el fundador nada menos que de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y del partido Popular Socialista (PPS) que por años se ostentó como “la izquierda constructiva”, “civilizada”, en realidad palero del PRI.
Este último señor, cuyo nombre por cierto podemos leer en letras de oro en los muros del Congreso, no solamente fue un oportunista que un día fue callista y otro anti-callista, que de anti-comunista furibundo pasó a peón del comunismo internacional (él fue uno de los instrumentos en 1929 para romper relaciones con la URSS cuando esa asociación le estorbaba al gobierno de entonces, y luego el responsable de la aplicación acá de las consignas de la Internacional Comunista de acuerdo con Lázaro Cárdenas), sino que además de todo fue agente de la KGB y hasta nombre en clave poseía: “Sh”, según los archivos del Kremlin.
Por lo que se refiere a Morones, además de corromper el sindicalismo (de él es obra la llamada “cláusula de exclusión”, por la cual sólo podían ser miembros de un sindicato los militantes del partido oficial), prácticamente fue el amo de México durante por lo menos un sexenio –el de Plutarco Elías Calles-, al grado de que hasta se dice que tuvo que ver con el asesinato de varios enemigos del propio Calles y aún de Alvaro Obregón, con quien acabó enfrentado por el poder, abiertamente, y hasta señalado por su muerte.
Según Antonio Rios Zertuche, jefe de la policía encargado de investigar el crimen de Obregón, él tenía las pruebas que implicaban a Morones y a varios incondicionales suyos pero se las robaron, así que nunca lo pudo demostrar en realidad. Sin embargo, años antes fue tan obvia la participación de Morones en los asesinatos y secuestros de varios diputados y senadores, cuando se necesitaba aprobar los Tratados de Bucareli y estos le estorbaban, que sólo lo salvó de la cárcel su amistad con los jefes sonorenses.
En fin, que sobran las páginas de cinismo en nuestra política. Precisamente Gonzalo N. Santos contaba cómo el día de las elecciones de 1940, por órdenes del jefe de prensa de Los Pinos, Agustín Arroyo Ch, tomó a sangre y fuego la casilla donde debía votar el Presidente de ese entonces, nada menos que Lázaro Cárdenas, quien no había podido hacerlo porque estaba llena de almazanistas, es decir, de opositores, y el señor consideró que eso no le iba bien a su investidura. Pues bien, relata Santos que arrasó con los almazanistas, que sustituyó a los directivos de la casilla con pistoleros y que apenas le dio tiempo de limpiar a manguerazgos el lugar de sangre, cuando llegó sonriente Cárdenas a votar en una urna donde el único voto que había era el suyo, por lo que tuvo que rellenarlo con votos falsos, ordenando así a sus corifeos, en el papel de “escrutadores”: “A vaciar el padrón y rellenar el cajoncito y a la hora de la votación no me discriminen a los muertos pues todos son ciudadanos y tienen derecho a votar”.
Todavía relata Santos que cuando se presentó en las oficinas del PRM y les contó sus “hazañas” a los generales Avila Camacho y Heriberto Jara, candidato presidencial el primero y presidente del partido el segundo, “con todas sus letras... sin omitir detalle ni siquiera de la orden a los miembros de la casilla para que votaran ‘los fieles difuntos”, don Manuel -que luego sería conocido como “el presidente caballero”- instruyó muerto de risa al general Jara: “Aquí están en la antesala los reporteros de la prensa, hágales usted una declaración, a nombre mío y de usted, de que el senador Santos no ha salido en todo el día del Partido, donde nos ha estado acompañando a mí y a usted’”.
Esa es la escuela de nuestros políticos. Aunque lo que inquieta ahora, lo que más molesta específicamente en el caso del “Niño Verde” es que se supone que ahora vivimos otros tiempos. O al menos eso se dice.
Lo peor es que es más que sabido que si el Partido Verde sobrevive y su ”niño” regresa una vez más al Senado será, no gracias al voto de los electores, sino a las maniobras que implican sus alianzas con el PRI, partido que cada 3 años le asegura su sobrevivencia política y, claro, el jugoso presupuesto oficial, por el sólo hecho de usar su membrete.
La pregunta que queda hacer es: ¿qué tanto hemos cambiado y qué tanto estamos dispuestos a cambiar?


Publicado en Unomasuno el 20 de septiembre de 2011.

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