sábado, 29 de octubre de 2011

LOS PARTIDOS Y SUS METODOS PARA DECIDIR CANDIDATURAS


Están ya prácticamente decididos los métodos con los cuales las tres principales fuerzas políticas habrán de determinar a sus candidatos presidenciales.

No significa esto, empero, que ya esté amarrado ninguno de los prospectos pues, a pesar de que las encuestas ya evidencian a quienes se perfilan como punteros, los procesos, y por ende los métodos, parecen estar hechos, no para confirmar esa tendencia, sino para revertirla.
¿Por qué digo esto? Pues porque los precandidatos que están ahora en desventaja son quienes resultan los más favorecidos por los absurdos requerimientos de una ley electoral concebida para limitar la competencia y enrarecer la democracia, mientras que los favoritos se ven atados a limitaciones y requerimientos que se prestan a todo lo turbio y nebuloso. Y, desde luego, al riesgo de ser desplazados por imponderables que más se antojan inventados que reales.
Me refiero, concretamente, a que el alargamiento, por ejemplo, de los tiempos para precampañas y a la vez la reducción de los tiempos para campañas no abonan en nada a la funcionalidad de nuestra democracia sino antes bien favorecen las intrigas palaciegas, es decir las maniobras cupulares o los recursos meramente efectistas de aquellos que los sepan utilizar o tengan en su favor a los medios, que evidentemente no son los más populares o aquellos que suman las preferencias ciudadanas espontáneas como muy olímpicamente proclama el neo-tapado de Los Pinos, el ocurrente señor Cordero, para quien México necesita “un presidente de adeveras y no al más popular”, una joya que pudo haber dicho Jorge de la Vega Domínguez o Fidel Velásquez o Rodolfo Sánchez Taboada, el mismo discurso con el que los viejos priístas encubrían la manipulación de las elecciones. Sí, porque si algo ha frenado la democracia de este país es, precisamente, un sistema creado para llevar al poder no sólo a los menos populares sino incluso a los más impopulares. Algo imposible en una democracia de adeveras, adonde sería inconcebible que ganara unas elecciones alguien que no cuente con el favor popular, única condición en realidad para acceder legítimamente a un cargo público.
En todo caso, lo que es cada vez más evidente es la simulación del proceso panista, la burda reedición de los viejos modos priístas, que ni los propios priístas se atreven ahora usar. Y el fracaso a que se encamina. Porque recuerda mucho el fracaso del “dedazo” en la elección del dirigente nacional del PAN, hace un año, cuando toda la maquinaria gubernamental se puso en juego para favorecer al candidato de Los Pinos, a Roberto Gil, y al final fue imposible impedir el acceso de quien no lo era, de Gustavo Madero. Algo muy similar se perfila que va a pasar con la selección del candidato presidencial del PAN. A pesar de todas las mañas y artimañas que se emplean para asegurar la candidatura para el neo-tapado, el proceso cerrado con el que se pretende favorecer al señor Cordero, éste seguramente se quedará a un lado del camino y quien se impondrá finalmente será la señora Josefina Vázquez Mota, la única posibilidad en realidad que tienen los panistas no digo para ganar -que eso sí se ve cuesta arriba- sino para hacer siquiera un papel decoroso en las elecciones del 2012.
Por lo que toca al PRI, no deja de ser sorprendente el buscapiés aliancista lanzado por Manlio Fabio Beltrones –el detractor mayor de las alianzas- contra quien dentro de su partido no se ve fácil de superar por la vía de la popularidad; un buscapiés que ha llevado hasta a pensar a algunos -tanto en el PAN como en las filas de la izquierda- en la repetición del esquema que llevó a Mario López Valdés a la gubernatura de Sinaloa. El sólo hecho de que se piense en Beltrones como el Malova nacional deja mucho que desear, y aunque se ve difícil que los priístas repitan los errores que les hicieron perder varias gubernaturas entre 2010 y 2011, y la presidencia en 2006, la posibilidad está al parecer abierta e involucra hasta al propio inquilino de Los Pinos, de quien se dice, en abono de la esperanza aliancista, que hará todo con tal de evitar regresarle el poder al PRI.
Queda el proceso de selección del candidato de las izquierdas, adonde está pendiente una encuesta para dirimir si este será Andrés Manuel López Obrador o Marcelo Ebrard. Lo interesante del proceso radica, más que en la aceptación de AMLO a someterse a la prueba de la popularidad, en los estratagemas que emplean sus detractores para sustituir esta, eludirla o minimizarla, con argumentos tales como que más que popularidad lo que debe inclinar la balanza es “el potencial”, sea lo que sea lo que esto signifique.
Lo que sí es un hecho es que, como sucede con Enrique Peña y Josefina Vázquez, el único desfavorecido por este enredijo en que la ley ha convertido los procesos de selección de los partidos, es justamente AMLO, quien en todas las encuestas aparece como el más popular.
Hablábamos en ocasión anterior de la experiencia vivida por los socialistas franceses, y el acierto que tuvieron de abrir su selección a la ciudadanía de la manera que lo hicieron, no de manera discriminada sino acotada a los que manifestaran su filiación izquierdista, proceso que movilizó a casi 3 millones de electores y que le ha reportado al Partido Socialista y a su candidato, Francoise Hollande, la posibilidad de convertirse en ganadores de la elección del año que viene, cuando hace unos meses todo parecía llevarlos al fracaso.
Bueno, pues ahora está el caso de Argentina, adonde Cristina Fernández ganó apenas antier con un apabullante 53% en un escenario adonde desde por lo menos hace dos años ella llevaba el liderazgo en las encuestas y el resultado era absolutamente predecible.
Para uno de los muchos analistas mexicanos partidarios de las alianzas –o de las coaliciones, como ahora se le llama a las alianzas- este hecho serviría para concluir que la oposición argentina cometió un grave error al no unirse en contra de la señora viuda de Krishner; y sin embargo, en el país sudamericano este debate se dio, y lo perdieron de calle los aliancistas a pesar de contar con la simpatía de los grandes medios y algunas de las principales empresas del país.
Es que en efecto, allá por el mes de marzo Mauricio Macri, líder de la agrupación derechista Propuesta Republicana, ante la evidencia de la inminente reelección sin problemas de la candidata oficialista, propuso lo que a todas luces parecía lo más sensato: generar el armado de un "gran acuerdo nacional" para tener un solo candidato de la oposición y un gobierno de coalición. Y a ese llamado se sumó de inmediato Eduardo Duhalde, ex presidente de Argentino y candidato en esta ocasión por una fracción del Partido Justicialista. Y hasta evocaron la convocatoria que hizo hace 40 años Juan Domingo Perón, que él bautizó como “La hora de los Pueblos”, cuando llamó al encuentro del peronismo con su oponente histórico, el radicalismo, para derrotar a la dictadura. Encuentro, por cierto, que no se dio.
Lo que pasó, en el caso de la convocatoria de Macri, fue que tampoco se dio. En unos cuantos días logró consensos pero en contra y uno a uno la rechazaron la Unión Cívica Radical, Proyecto Sur, la Coalición Cívica y sectores del Peronismo Federal, entre otros partidos. El candidato por la UCR, Ricardo Alfonsín, catalogó la idea de plano como "una irresponsabilidad con el electorado". Y argumentó: "Frente a la eventual construcción de un frente electoral que reúna incluso a quienes piensan de manera diferente, ratifico mi convicción acerca de la necesidad de fortalecer el frente con quienes compartimos identidades y visiones programáticas". Y el líder de Proyecto Sur, Fernando Solanas, también la descartó subrayando que su sector está “tratando de defender la identidad frente al bipartidismo”.
Dirán, repito, nuestros analistas pro-aliancistas: “pero perdieron. Ganó apabullantemente la señora Krishner”.
Sí, pero eso es la democracia. Ganar o perder con votos. Y en Argentina Cristina tendrá, por lo menos, una oposición perdedora pero definida. Así de simple.


Publicado en Unomasuno el 25 de octubre de 2011.

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