miércoles, 11 de abril de 2012

A 18 AÑOS DEL CRIMEN: LOS DISCURSOS OLVIDADOS DE COLOSIO



Decía la semana anterior que si alguien sufrió los efectos del pacto prianista, y si alguien se opuso a él, fue nada menos que Luis Donaldo Colosio. Hoy casi no se habla de ello, pero fue Colosio en su momento una víctima de esa alianza, y la combatió a tal grado que aunque nadie lo recuerda ahora ese fue el eje de su discurso durante su estadía como dirigente del PRI y, desde luego, durante buena parte de su campaña presidencial.

Efectivamente, se ha hablado mucho de su discurso reformista, en especial de el del 6 de marzo, de su propuesta del cambio con rumbo y con responsabilidad y de su discurso transicionista fallido, apenas esbozado en Mazatlán y Tijuana a unas horas de su asesinato; pero lo que en realidad le preocupaba y distrajo su atención sus últimos 3 meses de vida fue la amenaza de que las elecciones presidenciales de 1994 se resolvieran igual como se habían resuelto las elecciones locales durante los años anteriores, esto es que se “concertacesionara” su candidatura, que se repitiera en él el escenario que ya habían vivido Ramón Aguirre en Guanajuato y Fausto Zapata en San Luis Potosí, quienes después de haber logrado el triunfo como candidatos del PRI fueron derrotados por la vía de hechos al ser forzados a renunciar para luego sustituirlos por un gobernador interino del PAN sin necesidad de elecciones.
Eran tan insistentes los rumores en ese sentido que, tan pronto como el 8 de diciembre de 1993, el mismo día de su protesta como candidato, surge el rumor de que Colosio podría “no llegar” a la Presidencia, y aparecen dos posibles “sustitutos”: Ernesto Zedillo, su coordinador de campaña (Reforma, 7-XII-1993), y Manuel Camacho, en ese entonces todavía secretario de Relaciones del gabinete salinista (El Diario de Monterrey, 8-XII-1993). Y el 30 de diciembre, sólo 22 días después de eso, el secretario de Gobernación Patrocinio González Garrido tuvo que salir al paso declarando que “ni en la cruda del 31 de diciembre ni el 1 de enero hay un mexicano que piense en esa posibilidad”.
Colosio se refirió por primera vez a “esa posibilidad” el cuarto día de la gira, el 14 de enero de 1994, en los términos siguientes: “Participamos en esta contienda, en esta competencia democrática, con el propósito claro de ganar; nos hemos propuesto alcanzar la victoria y hacerlo de la mejor forma, de manera clara, observando estrictamente la ley”.
Ya para esas alturas había acuñado aquella frase, que luego habría de reiterar varias veces en los meses siguientes: “El PRI no necesita, ni yo quiero, un sólo voto al margen de la ley”. Y el 16 de enero, en un acto en el DF, sostiene categórico: “Lo que no queremos, y enfáticamente rechazamos, es que se tomen caminos alternos que perviertan la democracia. La sociedad está a favor de la aplicación de la ley, pero también está en contra de que se concedan espacios por medio de la presión y el chantaje. Hay visiones que se proponen perfeccionar la vía democrática de México mediante la exclusión del PRI” y a continuación advierte: “Hacemos un llamado a las autoridades a fin de que mantengan el compromiso que tienen de hacer prevalecer las normas y la imparcialidad”.
El 19 de enero, mientras los dirigentes nacionales del PAN, PRD y Foro Democrático declaran que “sería mejor” un interinato encabezado por Manuel Camacho, empieza la guerra de las encuestas, algo novedoso en esos días. Según un muestreo hecho por el diario Reforma, a pesar de que Colosio seguía a la cabeza de la contienda era, de los tres principales candidatos (los otros dos eran Cuauhtémoc Cárdenas y Diego Fernández de Cevallos), el que más opiniones negativas tenía.
Para esas alturas el tema recurrente en todos los discursos de Colosio es la democracia, al grado de que suscribe un acuerdo interpartidista para garantizar unos comicios limpios y confiables y hasta hace propuestas concretas que subrayan su compromiso con la legalidad y tienden a evitar el “concertacesionismo”, es decir que las elecciones se decidan al margen de los votos. Así lo dice en otra gira por el DF el 30 de enero: “Queremos unos comicios que cumplan con los requisitos de legalidad y de credibilidad… Vamos a ser los priístas ante todo, un ejemplo de respeto a la ley”. E insiste en ello en Cholula, Puebla, el 2 de febrero: “El PRI está comprometido a erradicar cualquier práctica nociva para el buen desarrollo de unas elecciones limpias y al gobierno sólo le pide imparcialidad, porque habrá quienes se estén preparando para ensuciar los procesos, construir los escenarios de conflicto y buscar negociaciones al margen de la ley. Nosotros no lo vamos a permitir porque nuestra mejor propuesta y nuestra respuesta es la democracia. Rechazamos toda pretensión de buscar resolver la competencia política al margen de los votos. Nosotros queremos elecciones limpias, apegadas a la ley, y desde hoy, ¡escúchese bien!, estamos trabajando para descalificar los argumentos que buscan impugnar las elecciones”.
Y vuelve a retomar el asunto, una y otra vez, en el DF el 6 y el 8 de febrero, y en Colima el día 10. El 14, nuevamente en el DF, afirma: “Rechazamos toda pretensión que busque resolver la competencia política al margen de los votos. Queremos elecciones limpias y apegadas a la ley, por lo que debemos trabajar para descalificar los argumentos de quienes buscan cuestionar las elecciones”. Y el 24, en Mérida, insiste: “El voto es la única vía de acceso al poder. Habremos de cerrarle el paso a toda pretensión de generar conflictos como pretexto para obtener, por otras vías, lo que no se conquistó con el voto. Nosotros trabajamos para superar definitivamente, por la vía de la participación, toda negociación a espaldas del pueblo, toda negociación que no corresponda a la ley, toda negociación que se de al margen de los votos”.
Colosio está consciente de que si bien había llegado a la candidatura por la vía tradicional, mediante el consabido “destape”, el suyo tenía que ser el último “dedazo” y, sobre todo, que no podía ganar con trampas. El sabía muy bien que Chiapas y el protagonismo de Camacho eran el marco ideal para justificar el “concertacesionismo”. Por lo mismo, más que entrarle al juego de la intriga palaciega, se empeñó en acercarse al pueblo, en hacer una campaña a ras de tierra. Y en desempacar el proyecto de democratización que había intentado llevar a cabo en sus años de dirigente del PRI para hacer de él un partido democrático, independiente del gobierno, capaz de ganarse sus votos limpiamente. Eso es en realidad lo importante, lo de fondo, de su propuesta de campaña y de su discurso del 6 de marzo.
Así, mientras unos trabajaban para convencer a Carlos Salinas de que debía poner término a la era del PRI, Colosio y los reformistas lo hacían en sentido inverso, tratando de convertir al PRI en la punta de lanza de la transición democrática del país.
Para marzo del 94 los campos están deslindados. En el Monumento a la Revolución, Colosio plantea francamente: “La única continuidad que ofrezco es la del cambio”. Desde las páginas del Wall Street Journal revira el Comisionado ofreciendo que en un gobierno encabezado por él no habrá cambios en la política económica y tienen su puesto asegurado Pedro Aspe y Jaime Serra. Le gusta la idea de ponerle fin al PRI, es él en realidad su mayor impulsor desde el 88 y no dejará de jugar con ella durante todos los primeros meses del 94.
El 20 de febrero el periódico Reforma publica otra encuesta que arroja que la popularidad de todos los candidatos había sido mermada por los acontecimientos de Chiapas, pero más la de Colosio, al extremo de que él y Cárdenas estaban ya “casi parejos”. La maquinaria del gobierno opera, sólo que esta vez en contra del PRI y de su candidato. De hecho, la traición anidaba en todos lados, y pocos lo quisieron ver así. En el propio equipo de campaña se minimizó el efecto de tamaña perversidad y acabaron convirtiendo en algo poco menos que anecdótico el alcance de la “campaña contra la campaña”. La verdad es que no era un berrinche personal, era el destino manifiesto de un proyecto lo que estaba en juego. El pacto del 2 de diciembre de 1988, el del PRIAN, a quien Colosio estorbaba porque no era parte de él.
Su asesinato, hoy hace 18 años, es una lección. Debe ser un recordatorio para evitar, ahora, lo que ya se cierne como una nueva amenaza: frenar, como sea, a quienes se opongan a su continuidad. Con la agravante de que no sólo quieren volver a repetir sus negociaciones a espaldas del pueblo sino entronizarlas mediante su legalización, la legalización de lo que llaman ellos “gobiernos de coalición”. ¿Hasta donde llegarán ahora?

Publicado en Unomasuno el 27 de marzo de 2012.

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