jueves, 19 de julio de 2012

ELECCIONES EN MEXICO, LA TRADICION QUE NOS MARCA



Ya hemos dicho otras veces que la lucha por la democracia en México ha sido muy larga, a veces hasta penosa porque ha sido la eterna sucesión de fracasos y frustraciones, y de oportunidades perdidas, que han hecho del nuestro un pueblo escéptico, incrédulo y apático.
El ejemplo lo tenemos en nuestros múltiples "presidentes legítimos". Desde Vicente Guerrero hasta Benito Juárez, y desde Francisco I. Madero hasta Andrés Manuel López Obrador, pasando por Vasconcelos, Almazán y Miguel Henríquez… la lista es casi interminable.
México es, de todos los países del mundo, el único adonde han llegado a coexistir como una fatalidad, desde el inicio de su vida independiente, la figura de los "presidentes legítimos" frente a la de los presidentes espúreos o presidentes de facto, personajes encaramados al poder a costa de fraudes, golpes de estado o de mano, por encima de la ley y de la voluntad popular.
Es inimaginable pensar en un presidente legítimo en Francia, en España o incluso en los Estados Unidos. Simplemente porque es inimaginable un presidente legítimo en una democracia.
Pero la tradición antidemocrática y autoritaria de nuestro país nos ha condenado a vivir en esa dualidad contraria entre quien es y no debía ser y quien es y no dejan ser, que refleja la eterna lucha entre dos Méxicos: el de los privilegiados que arrebatan y expropian la historia a la mayoría, y el México de los defraudados en pelea siempre por su derecho a la esperanza.
Por eso es importante hacer un rescate de la memoria histórica y releer el pasado a la luz de los retos del presente.
Recordar las primeras elecciones de nuestro país. El primer gobierno independiente.
Veníamos de una tradición autoritaria, la azteca, donde un hombre concentraba todo el poder, el Tlatoani. Luego lo fue el Virrey, designado por la corona española. Tenía todas las facultades, tanto ejecutivas, como legislativas y judiciales: como representante personal del Rey de España era el encargado de aplicar las leyes, disponía de la hacienda, de la fuerza armada, supervisaba a la Iglesia. Lo pero es que la Independencia no cambió las cosas.
Es que fue producto de una conspiración y no del triunfo de una revolución. Todo se redujo a un acuerdo, el primer ensayo aliancista, de un gobierno de coalición que registra nuestro país.
En la Ciudad de México, simpatizantes del régimen absolutista comenzaron a reunirse de forma secreta en el templo de la Profesa. Las reuniones fueron presididas por el canónigo Matías de Monteagudo, y por su carácter secreto se desconocen con certeza los nombres de los participantes aunque se supone que participaron Manuel de la Bárcena, fray Mariano López de Bravo y Pimentel,[] Miguel Bataller, Antonio de Mier, José Bermúdez Zozaya, Juan Gómez de Navarrete y el obispo de Puebla Joaquín Antonio Pérez entre otros.
Les preocupaba el triunfo en España de la revolución liberal y la aplicación en la Nueva España de la Constitución que el pronunciamiento militar realizado por Rafael de Riego obligó a aceptar al rey Fernando VII, modificando el régimen de gobierno. Para evitar esa Constitución se fraguó la conspiración de La Profesa que puso el mando militar del Ejército del Sur en manos de Agustín de Iturbide con la idea de pactar con los insurgentes la paz y hacer la independencia…
Era Jefe Político Superior (ya no Virrey porque la nueva Constitución le cambió el título y las funciones) Juan Ruiz de Apodaca, y aunque al parecer participaba tácitamente del Plan de la Profesa, fue pronto rebasado. Espantado ante las críticas por la unión de Iturbide con Guerrero, Apodaca declaró a Iturbide fuera de la ley, pero entonces el clero y la aristocracia de la Nueva España, lo dejaron solo y apoyaron moral y económicamente el movimiento independentista.
Se unificaron insurgentes y realistas en torno al Plan de Iguala, elaborado por Iturbide con sus tres puntos fundamentales: Religión, Independencia y Unión. Más tarde, estos tres principios se convertirían en las Tres Garantías que darían bandera al ejército aliancista, que por eso mismo se le llamó Ejército Trigarante.
Para gobernar al nuevo país se proponía ofrecerle la corona al Rey Fernando VII o a un miembro de su familia, y en lo que llegara el nuevo emperador el plan establecía la creación de una "Junta Gubernativa" y posteriormente de una “Regencia” que se encargarían de gobernar en ese lapso. Además convocaría a Cortes para elaborar una Constitución.
Dispuesto a resistir la independencia, Apodaca fue enterado de que el almacén de armas y municiones de La Ciudadela estaba siendo lentamente saqueado para favorecer a Iturbide. Ordenó al general Francisco Novella hacerse cargo de La Ciudadela y detener los robos pero éste se negó a hacerlo, mientras varios jefes realistas desconocían la autoridad de Apodaca y hacían a Novella Jefe Político Superior interino. Novella ejerció el cargo solo por dos semanas. Por eso su nombre no aparece en las listas de los gobernantes de México, pues en lugar de Apodaca el designado casi de inmediato fue Juan O’Donojú, así que de hecho jamás gobernó.
La verdad es que nada más fue aceptado el Plan de Iguala se le otorgaron todos los poderes a Iturbide. No necesitó esperar a ser emperador. Lo fue, de hecho, desde que pactó la alianza con los insurgentes así que cuando finalmente llegó a México O’Donojú, tampoco pudo gobernar.
O’Donojú ya no fue electo por el Rey sino por los diputados de las Cortes que representaban a la Nueva España, en Cádiz. El más influyente fue Miguel Ramos Arizpe pero se dice que detrás estaba la masonería y que O´Donojú venía comprometido con los independentistas. El hecho es que nada más pisó tierra emitió una proclama pidiendo que se le diera una oportunidad de gobernar pero nadie le hizo caso. Entonces le escribió a Iturbide invitándolo a firmar el tratado de paz. Se reunieron en Córdova el 23 de agosto de 1821 y el 24 firmaron los Tratados que llevan el nombre de esa Ciudad reconociendo el Plan de Iguala y por ende la independencia.
En los Tratados se estableció desde luego la monarquía, pero algo clave, que era una diferencia de lo que establecía el Plan de Iguala: que ante la imposibilidad de que fuera rey Fernando VII o un miembro de su familia, lo sería quien eligieran las cortes, que aún no existían. Era la puerta de entrada de Iturbide al poder.
Proclamados los Tratados se debía formar una Junta Provisional Gubernativa, incluyendo en ella a O’Donojú. Esa junta nombraría un presidente y una regencia que gobernarían en nombre del monarca. Iturbide y O’Donojú se instalaron en Tacubaya a principios de septiembre. Toda la burocracia virreynal, la aristocracia, la jerarquía eclesiástica y militar antes enemigas acérrimas de la independencia se hicieron presentes.
Entonces, dueño de todo el poder, procedió Iturbide a elegir, él sólo, a los miembros de la Junta. Escogió 38, ningún insurgente ni partidario de la independencia por cierto. Un amigo suyo, un abogado de apellido Zozaya trató de disuadirlo de que era mejor que la elección la hiciesen las diputaciones provinciales que nos representaban en las Cortes; pero se negó, le retiró la amistad y lo dejó sin lugar en la Junta. Excluyó también a los republicanos. Y ahí sembró la semilla de su derrota y la posterior división de los partidos que marcó casi todo el siglo XIX.
Los miembros de la Junta se reunieron en Tacubaya el 22 y 25. Obvio es que ellos nombraron a su vez por unanimidad a Iturbide presidente, y cuando les tocó nombrar a los miembros de la Regencia (O’Donojú, Manuel de la Bárcena, Isidro Yánez y Manuel Velásquez de León) también lo designaron presidente de la Regencia, sin importarles que además fuera jefe del ejército. Ellos elaboraron y firmaron el acta de Independencia y sus únicos actos fueron darle premios y prebendas, un gran sueldo y hasta salarios caídos a Iturbide y a su familia.
EL 27 entró Iturbide a la capital. Un pequeño contingente de insurgentes surianos harapientos, comandado por Guerrero, iba a la retaguardia. Tardarían todavía algunos años en hacerse del poder.
Ya desde que venía en camino a la Ciudad de México se escucharon las primeras voces de ¡Viva Agustín I!
Así fue la primera elección en el México independiente.

Publicado en Unomasuno el 10 de abril de 2012.

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