Ya hemos dicho otras veces
que la
lucha por la democracia en México ha sido muy larga, a veces hasta penosa
porque ha sido la eterna sucesión de fracasos y frustraciones, y de oportunidades
perdidas, que han hecho del nuestro un pueblo escéptico, incrédulo y apático.
El ejemplo lo tenemos en nuestros múltiples "presidentes legítimos".
Desde Vicente Guerrero hasta Benito Juárez, y desde Francisco I. Madero hasta
Andrés Manuel López Obrador, pasando por Vasconcelos, Almazán y Miguel
Henríquez… la lista es casi interminable.
México es, de todos los países del mundo, el único adonde han llegado a
coexistir como una fatalidad, desde el inicio de su vida independiente, la
figura de los "presidentes legítimos" frente a la de los presidentes
espúreos o presidentes de facto, personajes encaramados al poder a costa de
fraudes, golpes de estado o de mano, por encima de la ley y de la voluntad
popular.
Es inimaginable pensar en un presidente legítimo en Francia, en España o
incluso en los Estados Unidos. Simplemente porque es inimaginable un presidente
legítimo en una democracia.
Pero la tradición antidemocrática y autoritaria de nuestro país nos ha
condenado a vivir en esa dualidad contraria entre quien es y no debía ser y
quien es y no dejan ser, que refleja la eterna lucha entre dos Méxicos: el de
los privilegiados que arrebatan y expropian la historia a la mayoría, y el
México de los defraudados en pelea siempre por su derecho a la esperanza.
Por eso es importante hacer un rescate de la memoria histórica y releer
el pasado a la luz de los retos del presente.
Recordar
las primeras elecciones de nuestro país. El primer gobierno independiente.
Veníamos
de una tradición autoritaria, la azteca, donde un hombre concentraba todo el
poder, el Tlatoani. Luego lo fue el Virrey, designado por la corona española.
Tenía todas las facultades, tanto ejecutivas, como legislativas y judiciales:
como representante personal del Rey de España era el encargado de aplicar las
leyes, disponía de la hacienda, de la fuerza armada, supervisaba a la Iglesia. Lo pero es que la Independencia no cambió las cosas.
Es
que fue producto de una conspiración y no del triunfo de una revolución. Todo
se redujo a un acuerdo, el primer ensayo aliancista, de un gobierno de
coalición que registra nuestro país.
En
la Ciudad de
México, simpatizantes del régimen absolutista comenzaron a reunirse de forma
secreta en el templo de la
Profesa. Las reuniones fueron presididas por el canónigo Matías
de Monteagudo, y por su carácter secreto se desconocen con certeza los nombres
de los participantes aunque se supone que participaron Manuel de la Bárcena, fray Mariano
López de Bravo y Pimentel,[] Miguel Bataller, Antonio de Mier,
José Bermúdez Zozaya, Juan Gómez de Navarrete y el obispo de Puebla Joaquín
Antonio Pérez entre otros.
Les
preocupaba el triunfo en España de la revolución liberal y la aplicación en la Nueva España de la Constitución que el
pronunciamiento militar realizado por Rafael de Riego obligó a aceptar al rey
Fernando VII, modificando el régimen de gobierno. Para evitar esa Constitución
se fraguó la conspiración de La
Profesa que puso el mando militar del Ejército del Sur en
manos de Agustín de Iturbide con la idea de pactar con los insurgentes la paz y
hacer la independencia…
Era
Jefe Político Superior (ya no Virrey porque la nueva Constitución le cambió el
título y las funciones) Juan Ruiz de Apodaca, y aunque al parecer participaba
tácitamente del Plan de la
Profesa, fue pronto rebasado. Espantado ante las críticas
por la unión de Iturbide con Guerrero, Apodaca declaró a Iturbide fuera de la
ley, pero entonces el clero y la aristocracia de la Nueva España, lo
dejaron solo y apoyaron moral y económicamente el movimiento independentista.
Se
unificaron insurgentes y realistas en torno al Plan de Iguala, elaborado por Iturbide
con sus tres puntos fundamentales: Religión, Independencia y Unión. Más tarde,
estos tres principios se convertirían en las Tres Garantías que darían
bandera al ejército aliancista, que por eso mismo se le llamó Ejército
Trigarante.
Para
gobernar al nuevo país se proponía ofrecerle la corona al Rey Fernando VII o a
un miembro de su familia, y en lo que llegara el nuevo emperador el plan
establecía la creación de una "Junta Gubernativa" y posteriormente de
una “Regencia” que se encargarían de gobernar en ese lapso. Además convocaría a
Cortes para elaborar una Constitución.
Dispuesto
a resistir la independencia, Apodaca fue enterado de que el almacén de armas y
municiones de La Ciudadela
estaba siendo lentamente saqueado para favorecer a Iturbide. Ordenó al general
Francisco Novella hacerse cargo de La Ciudadela y detener los robos pero éste se negó a
hacerlo, mientras varios jefes realistas desconocían la autoridad de Apodaca y
hacían a Novella Jefe Político Superior interino. Novella ejerció el cargo solo
por dos semanas. Por eso su nombre no aparece en las listas de los gobernantes
de México, pues en lugar de Apodaca el designado casi de inmediato fue Juan
O’Donojú, así que de hecho jamás gobernó.
La
verdad es que nada más fue aceptado el Plan de Iguala se le otorgaron todos los
poderes a Iturbide. No necesitó esperar a ser emperador. Lo fue, de hecho,
desde que pactó la alianza con los insurgentes así que cuando finalmente llegó
a México O’Donojú, tampoco pudo gobernar.
O’Donojú
ya no fue electo por el Rey sino por los diputados de las Cortes que
representaban a la Nueva España,
en Cádiz. El más influyente fue Miguel Ramos Arizpe pero se dice que detrás
estaba la masonería y que O´Donojú venía comprometido con los independentistas.
El hecho es que nada más pisó tierra emitió una proclama pidiendo que se le
diera una oportunidad de gobernar pero nadie le hizo caso. Entonces le escribió
a Iturbide invitándolo a firmar el tratado de paz. Se reunieron en Córdova el
23 de agosto de 1821 y el 24 firmaron los Tratados que llevan el nombre de esa
Ciudad reconociendo el Plan de Iguala y por ende la independencia.
En
los Tratados se estableció desde luego la monarquía, pero algo clave, que era
una diferencia de lo que establecía el Plan de Iguala: que ante la
imposibilidad de que fuera rey Fernando VII o un miembro de su familia, lo
sería quien eligieran las cortes, que aún no existían. Era la puerta de entrada
de Iturbide al poder.
Proclamados
los Tratados se debía formar una Junta Provisional Gubernativa, incluyendo en
ella a O’Donojú. Esa junta nombraría un presidente y una regencia que
gobernarían en nombre del monarca. Iturbide y O’Donojú se instalaron en
Tacubaya a principios de septiembre. Toda la burocracia virreynal, la
aristocracia, la jerarquía eclesiástica y militar antes enemigas acérrimas de
la independencia se hicieron presentes.
Entonces,
dueño de todo el poder, procedió Iturbide a elegir, él sólo, a los miembros de la Junta. Escogió 38,
ningún insurgente ni partidario de la independencia por cierto. Un amigo suyo,
un abogado de apellido Zozaya trató de disuadirlo de que era mejor que la
elección la hiciesen las diputaciones provinciales que nos representaban en las
Cortes; pero se negó, le retiró la amistad y lo dejó sin lugar en la Junta. Excluyó
también a los republicanos. Y ahí sembró la semilla de su derrota y la
posterior división de los partidos que marcó casi todo el siglo XIX.
Los
miembros de la Junta
se reunieron en Tacubaya el 22 y 25. Obvio es que ellos nombraron a su vez por
unanimidad a Iturbide presidente, y cuando les tocó nombrar a los miembros de la Regencia (O’Donojú,
Manuel de la Bárcena,
Isidro Yánez y Manuel Velásquez de León) también lo designaron presidente de la Regencia, sin importarles
que además fuera jefe del ejército. Ellos elaboraron y firmaron el acta de
Independencia y sus únicos actos fueron darle premios y prebendas, un gran
sueldo y hasta salarios caídos a Iturbide y a su familia.
EL
27 entró Iturbide a la capital. Un pequeño contingente de insurgentes surianos
harapientos, comandado por Guerrero, iba a la retaguardia. Tardarían todavía
algunos años en hacerse del poder.
Ya
desde que venía en camino a la
Ciudad de México se escucharon las primeras voces de ¡Viva
Agustín I!
Así
fue la primera elección en el México independiente.
Publicado en Unomasuno el 10 de abril de 2012.
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