sábado, 21 de julio de 2012

LA LUCHA DE PORFIRIO DIAZ VS. BENITO JUAREZ

Caricatura de Juárez y Díaz en los años en que éste era el ídolo de los "Puros".

Pocos recuerdan que Porfirio Díaz fue el autor de la frase "Sufragio Efectivo No Reelección". La acuñó en 1871, cuando se levantó en armas contra Benito Juárez y advirtió: "Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder, y esta será la última revolución".
Díaz fue un general fundamental de la causa liberal y republicana y tuvo gestos de gran valor y patriotismo que lo hicieron el ídolo de los liberales “Puros”, de personajes como Ignacio Ramírez y Vicente Riva Palacio, y le ganaron el respeto del pueblo.
Se sabía, por ejemplo, que cuando el levantamiento de Ayutla y Antonio López de Santa Anna convocó a un plebiscito para detectar quien lo apoyaba y quien no, Díaz votó en voz alta en contra de Santa Anna, lo que era un delito.
En 1864, cuando fue derrotado en Puebla, los jefes franceses le dieron la bienvenida a sus filas. Maximiliano en persona fue hasta Puebla para platicar con él, pero Díaz le respondió que si quería verlo fuera a la cárcel, y terminantemente se negó a colaborar con él.
Y en mayo de 1867 cuando estaba por entrar a la Ciudad de México, recibió infinidad de ofertas. De Leonardo Márquez; de Marcos Otterbourg, Cónsul de los Estados Unidos; del padre Fisher, consejero de Maximiliano, entre otros, para negociar la entrega de la capital a cambio de hacer a un lado tanto a los imperialistas como a Juárez, tomando el poder para sí. Pero Díaz rechazó todas las proposiciones. Y fue implacable, hasta que obligó a lo que quedaba de las fuerzas imperialistas a levantar la bandera blanca.
Se dice que Juárez lo marginó por ingratitud o miedo, pero la verdad es que tenía sus razones para obrar como lo hizo. A la caída de la Ciudad corrían rumores de que Justo Benítez, secretario de Díaz, había estado muy activo trabajando entre los militares republicanos buscando su apoyo para que Díaz se apoderara del gobierno al triunfo de la causa. Y Mariano Escobedo le aseguró a Juárez que Díaz le había propuesto desconocerlo para que gobernara el país un triunvirato conformado por Díaz, Escobedo y Ramón Corona. Y entonces, Juárez le pidió a Escobedo que enviara tropas a la Ciudad de México para vigilarlo e impedir cualquier acto de rebelión. Que sólo por eso no se insubordinó ni tomó el poder.
El hecho es que las fuerzas republicanas entraron triunfalmente el 21 de junio y Juárez lo hizo hasta el 15 de julio porque retrasó su retorno, se dice que precisamente, por desconfianza en Díaz.
Díaz le preparó una gran recepción. Hizo adornar las calles y fue a caballo con su estado mayor hasta Tlalpan para esperar al Presidente, quien venía en su ya legendario carruaje negro. En cuanto llegó, Díaz desmontó para saludarlo, pero Juárez lo recibió fríamente sin invitarlo a que lo acompañara en su coche y siguió su camino.
Aunque la recepción a Juárez fue espléndida era evidente la tensión, por lo que un grupo de amigos de Díaz organizó un banquete en nombre de éste para homenajear a Juárez y apaciguarlo. En un momento, cuando Juárez agradeció a Díaz, este le respondió en forma incoherente y vaga. Todo mundo se desconcertó. Al día siguiente Díaz tuvo el talante para desmentir en la prensa haber sido el organizador de la comida.
Juárez lo llamó a Palacio.
-Porfirio, su negativa es un grito de alarma en el Ejército, le dijo. Y tuvieron una conversación llena de reproches.
Después de eso, Díaz renunció a su cargo, cobró sus haberes y pagó a sus tropas. Y se retiró, con una aureola de militar probo y desinteresado. El gobierno de Oaxaca le regaló la hacienda de La Noria y allá se retiró a descansar, sólo que como la agitación continuaba el lugar pronto se convirtió en centro de peregrinaje de altos militares, gobernadores, diputados, periodistas inconformes con el gobierno que veían en él una esperanza.
Se acusaba a Juárez de haberse vuelto “demasiado moderado”, casi un conservador y de traicionar al liberalismo al grado de que los “Puros” lo bautizaron con el mote del “Cura” y a su gabinete como “el curato”. La situación empeoró cuando Juárez mandó una iniciativa pidiendo mayores poderes para el Presidente y abogando porque se diera el voto a los sacerdotes.
Se formaron tres partidos. El juarista, el lerdista que de hecho eran lo mismo, y el porfirista que era en realidad lo que quedaba del partido “Puro”, y lo conformaban entre otros Ignacio Ramírez, Vicente Riva Palacio, Potasio Tagle y Guillermo Prieto.
Cuando hubo elecciones en 1868 cada uno lanzó a su candidato. Fueron calificadas de ilegales por la presión del gobierno para ganarlas, sobre todo compra de votos y provocó una ola de inconformidad al grado de que se produjeron varios levantamientos, en Yucatán, Sinaloa y Puebla entre otros. Fueron derrotados pero un año después se registró otro alzamiento en San Luis Potosí y la situación se complicó aún más cuando se levantaron en Zacatecas el general Trinidad García y en Aguascalientes el general Toledo.
En ese ambiente, en 1871 Porfirio Díaz regresó sorpresivamente a la política como diputado, tuvo una desafortunada participación en el Congreso y regresó a la Noria. Todavía se resistía a enfrentarse a Juárez abiertamente.
Ese año, de cara a las nuevas elecciones, Juárez volvió a presentar su reelección y Díaz volvió a competirle. También Lerdo se presentó, un juego que le gustaba jugar a Juárez para dividir los votos.
En enero de 1871 se formó un “Club Central Porfirista” para apoyar políticamente a Díaz pero era fama pública que el verdadero plan era iniciar una rebelión antes de las elecciones. Y de hecho, tan pronto arrancaron las campañas empezaron los levantamientos. Todos decían que eran porfiristas pero Díaz negaba invariablemente estar de acuerdo con ellos. El más serio tuvo lugar en la Ciudad de México, se levantó en armas la gendarmería encabezada por el general Miguel Negrete, héroe del 5 de mayo. Se apoderaron de La Ciudadela. Saquearon los comercios de San Cosme y el gobernador del DF fue asesinado. Parecía que se iban a imponer, pero la rebelión fue ahogada en sangre, todos sus instigadores fueron fusilados. Y se cuenta que las sentencias las firmó Sóstenes Rocha envalentonado por una botella de cognac.
Hechas las elecciones en julio, ningún candidato obtuvo la mayoría absoluta: Juárez, 5,837; Díaz, 3,555; Lerdo 2,874, por lo que tocó al Congreso hacer la designación final de entre los dos con mayor número de votos. Lo que pasó es que se declaró triunfador a Juárez porque la mayoría era juarista, y secundaron los lerdistas, pero esto provocó nuevas acusaciones de fraude de los porfiristas y hubo nuevas revueltas. Se levantaron en armas en nombre de la democracia entre otros Donato Guerra, Juan N. Méndez, y Jerónimo Treviño. Al fin don Porfirio se decidió y el 8 de noviembre lanzó el Plan de la Noria. Fue cuando acuñó esa sentencia del “sufragio efectivo, no reelección”.
Reprochaba en él la injerencia del gobierno en las elecciones, Y aún así, el nombre de Juárez contra iba dirigido el Plan, no aparece ni una sola vez en ese documento, una muestra del respeto de Díaz hacia él.
La rebelión porfirista fue un fracaso.
Juárez pasó sus últimos meses de vida luchando contra los sublevados. Díaz anduvo algún tiempo a salto de mata, hasta que el 18 de julio de 1872 murió Juárez, tomó el poder Lerdo y decretó una amnistía.
Las elecciones seguían estando en entredicho…

Publicado en Unomasuno el 5 de junio de 2012.

3 comentarios:

Unknown dijo...

muy buena respuesta gracias

Unknown dijo...

que buena respuesta

Unknown dijo...

me parece muy buena su información; le sugiero que cite las fuentes de sus ilustraciones siempre- mtro. en historia enrique romero